miércoles, 25 de noviembre de 2009

Malentendidos con sentido

Explorando la danza. El suizo Martin Schick y Laura Kalauz, protagonistas de Título e investigadores de nuevos lenguajes.

Habla la coreógrafa Laura Kalauz

Natalia Laube

La argentina radicada en Zurich está presentando aquí su espectáculo Título, que indaga en el desencuentro como motor de la comunicación.

La danza siempre estuvo ahí, presente en su vida: en las clases de zapateo americano o, más tarde, en los ensayos de técnicas contemporáneas. Y también en el intento fallido de entrar al por entonces Conservatorio María Ruanova (actual IUNA) cuando se cansó de estudiar la carrera de comunicación. Pero tomó forma de proyecto de vida recién cuando Laura Kalauz, impusada por aquel rechazo, decidió irse por un tiempo a Europa y terminó instalada en Arnhem, Holanda. Ahora, Laura vive en Zurich y vino a la Argentina para presentar su último trabajo, Título, que podrá verse hoy a las 22.30 y el jueves a las 21 en el Centro Cultural de la Cooperación (Av. Corrientes 1543).

“Estaba terminando la carrera y las posibilidades de pensar el lenguaje que me daba la teoría de la universidad me estimulaban, pero a su vez empezaba a sentir que ese estímulo sólo podía canalizarse en el espacio académico. Entonces pensé en investigar la teoría desde lo performático. Allá y acá, la formación en danza es muy egocéntrica, muy hedonista, muy ‘yo y mis sensaciones’. No hay una postura crítica sobre lo que uno hace y siente y el para qué de todo eso”.

En el trailer de Título (myspace.com/kalauzlaura), Laura y su compañero Martin Schick –actor y bailarín suizo con base en Berlín– construyen un diálogo sobre la base del desentendimiento, como en un teléfono descompuesto cuyo final es siempre feliz e incierto. En otros términos: Laura comienza a contar una anécdota, pero se queda sin palabras y Martin intenta ayudarla, apuntando ideas que Laura no había ni siquiera contemplado. No es hacia allá a donde quería ir, pero Laura toma la nueva propuesta y dispara hacia un lugar nuevo, y así. La escena funciona, dicen, como alegoría del proceso creativo de Título. O quizá de cualquier proceso creativo: “Siempre que trabajás con alguien, te encontrás con esos momentos donde parece que estás hablando de lo mismo pero en realidad no tanto. Con Martin nos pasaba eso y en algún momento nos dimos cuenta de que podíamos hablar, en una obra, de cómo los malentendidos pueden ser motor de la comunicación. Si hasta surgen malentendidos con la audiencia: después de que terminamos la función, hubo parejas que nos decían: ‘Ay, ustedes son iguales a nosotros!’. Y nunca fue nuestra intención trabajar sobre la pareja, pero muchos lo tomaron por ahí. Los malentendidos construyen sentido”.

Más cómoda con la designación de performer que con la de bailarina, Laura explora y da lugar a sus caprichos teórico-artísticos con absoluta libertad. El más reciente pasa por bajarse de los escenarios para encontrar artisticidad donde parece no haberla. Para Turist, un proyecto audiovisual –que también puede verse en su perfil de MySpace– sacó de sus rutinas a varios transeúntes zuriqueses a partir de una pregunta: “¿Podés coreografiarme por cinco minutos?”.

Un experimento urbano en el que una decena de individuos ajenos a la danza proponen coreografías a una bailarina profesional. Y la danza, ese lenguaje para entendidos, se convierte en excusa perfecta para comunicarse con un desconocido. Este año, además, le dio forma a Numbers, names and love, un proyecto que tuvo lugar en el registro civil de la ciudad suiza. “Nos metimos en el registro e investigamos cómo se administran el amor, la muerte, los nacimientos: cómo se administra la vida. El resultado performático fue una semana de creación de acciones suplementarias y paralelas a las que se desarrollan habitualmente en el edificio; creamos dentro del registro civil nuevas oficinas con nuevas tareas. Por ejemplo, la oficina de verificación del amor: separamos a las parejas desprevenidas que venían a casarse y les hacíamos preguntas a uno sobre el otro. Después los dejábamos ver las respuestas. Fue muy interesante, me hizo pensar cómo el arte puede cambiar cosas, inmiscuirse en la vida cotidiana.

–¿Sentís que esa posibilidad de experimentación también sería posible si vivieras acá?

–Nunca me fui a Europa “para triunfar”, ni pensando que era mejor, o que iba a tener más chances. Yo quería inspirarme, estudiar en una escuela. Y me fui, porque lo mío no tenía mucho lugar en Buenos Aires: para hacer una formación universitaria en danza tenés que ser un virtuoso, bailar clásico, y no es lo que yo sabía hacer. Pero allá cada vez se abren más cosas y surgen proyectos, es posible encontrar financiación, se abren puertas. Pero tengo mucho más claro qué quiero hacer y siento que acá también sería posible. Si puedo elegir, me gustaría vivir mitad acá y mitad allá.

Y, mientras espera que el tiempo acomode las cosas, Laura sigue experimentando la tensión del que no es de aquí ni de allá pero juega para ambos lados. Esa contradicción, dice, es la que la impulsa a seguir jugando con la danza, lejos del zapateo americano y mucho más cerca, por fin, de sí misma.

Fuente: Crítica

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