martes, 24 de noviembre de 2009

El auge de Discépolo en la cartelera porteña

El elenco de Muñeca, una pieza con música original

Una interesante coincidencia que tiene a la dramaturgia discepoleana como protagonista está teniendo lugar en la ciudad de Buenos Aires: actualmente hay al menos cuatro obras de Armando Discépolo en cartel. Tres directores cuentan por qué hoy eligen llevar a escena al creador del grotesco criollo.

Las obras son: la premiada Stéfano, del Grupo Apacheta con la dirección de Guillermo Cacace; Sangra Nuevas Babilonias, una reescritura de Babilonia realizada también por Cacace; El Organito, por Guillermo López de Bock; Muñeca, por Teresa Sarrail y Sandra Torlucci.
Ante esta saludable oleada de buen teatro nacional, Diagonales habló con los directores de estas obras sobre el por qué de su elección de este autor y del grotesco como género.

"Elegimos Discépolo porque es, sin lugar a dudas, uno de los más importantes dramaturgos argentinos pero, fundamentalmente, porque hace años que estamos indagando en la estética del grotesco en una investigación en el IUNA (Instituto Universitario Nacional del Arte) y en ese sentido nuestra posición es coincidente con la del autor", explicó Torlucci, la co-directora de Muñeca.

Cacace "buscaba un autor que tenga la capacidad de no ponerse por delante de lo que cuenta… Por otro lado, un autor que convocase un tipo de actuación donde el cuerpo no quedase ausente, donde el cuerpo fuese el procedimiento que hace posible la materia de lo teatral puro, un autor que tematizara nuestro dolor más profundo sin coqueteos posmodernos. Y Discépolo era el ideal para estas operaciones", reveló el director de las obras Stéfano y Sangra Nuevas Babilonias.

"Al ser mi primera puesta en escena opté por un material representativo del repertorio nacional, quise trabajar con un autor que a mi criterio es uno de los más grandes de nuestra dramaturgia teatral, al que considero un clásico nacional", contó López de Bock. "También lo elegí porque, a pesar del tiempo que llevan escritas, sus obras siguen conmoviendo y transmitiendo sensaciones ambiguas al momento de tomar contacto con este material tan bello. Y otro de los grandes méritos de este autor es que, además de generar situaciones totalmente teatrales, apoya las mismas con textos magistrales que nos hacen reflexionar sobre el mundo en el que vivimos", destacó el director de El organito.

–¿Qué decidieron respetar de la obra original y qué adaptar para llevarlas ahora a escena?
Guillermo Cacace: –Respetar todo… es una obra perfecta. Tocarle algo tiene que ser porque no te queda más remedio. De tal modo, adapté una escena final por el simple hecho de no encontrar su resolución escénica y advertir que si la quitaba la obra no perdía sustancia. Y también adapté el uso de un florero al que le habla el protagonista, en mi versión le habla a una virgen de yeso, el signo se espesaba más con esa modificación.

Sandra Torlucci: –La decisión fue respetar absolutamente el texto en su primera versión e incluso las notas de versiones posteriores que tienden a acentuar los rasgos grotescos. La idea fundamental de la propuesta es actualizar la obra a través de la puesta en escena en todos sus elementos: espacialidad, dispositivo escénico, música, iluminación, vestuario, registro de actuación y montaje. Pusimos una lupa a los detalles que en ese texto nos parecen un germen del pasado que todavía subsiste en nosotros, en ese sentido tuvimos mucho cuidado con la representación de los recuerdos y el vínculo de esos personajes con su propio pasado añorado y con el registro fallido de su presente .

Guillermo López de Bock: –Al ser mi primera aproximación con el autor, elegí respetarlo lo más fielmente posible, tanto sus textos como lo que, a mi criterio, quiso reflejar el autor, tanto desde la sofocación y la opresión del espacio hasta esos personajes grotescos que convergen en lo "dramático y lo cómico" a la vez.

–-¿Qué creen que es lo que mantiene actual a la obra discepoleana?

S. T.: –Encontramos en la obra de Discépolo el germen de lo que es actualmente la sociedad argentina, el "gestus" social que incluye desde la inmigración hasta las consecuencias políticas de la configuración de las clases sociales. Los rasgos que plasma en los personajes y los espacios que habitan son todavía hoy reconocibles en nuestra sociedad. Así se suceden en los textos de Discépolo actitudes, palabras y situaciones que dan cuenta del machismo, la estructura caudillista del poder, la complacencia en el fracaso, la queja y la negación, entre otros comportamientos que si miramos bien podemos recordar de nuestros mayores y que, si miramos con más atención, todavía siguen reflejados en los espejos.

G. L. de B.: –Luego de ver una obra de este autor, uno se encuentra con los mismos personajes en la calle, con la gran diferencia que no hay teatralidad en el mundo real. Tanto los personajes, como los conflictos y las condiciones de vida de los mismos son semejantes tanto en los años '20 como en la actualidad. Miseria, desilusión, desarraigo, pobreza, humillación, explotación, sumisión... Un ejemplo claro e importante, y una analogía con nuestra realidad también, es la de una persona que regentea a una serie de falsos mendigos para ganar dinero y en el momento en el que ya no lo generan, se los echa sin importar ninguna condición. Esto suena tan parecido a nuestro presente en esta sociedad capitalista… Definitivamente, hoy Discépolo tiene una vigencia abrumadora.

G. C.: –Lo que mantiene vivo a los clásicos es que fueron escritos fuera del tiempo común que vivimos todos. No ayer, no hoy, ni mañana… están escritos en un tiempo otro, en el instante sin tiempo, aquel de la más destilada sabiduría poética.

–¿Consideran que el grotesco recuperó protagonismo en la escena teatral argentina actual?
S. T.: –Sí, pero, más que el género, muchos de los elementos estéticos planteados por el grotesco, a nosotras en particular nos interesa no ceñirnos a las reglas del género sino recuperar las características grotescas que se manifiestan en la historia de las artes, incluyendo la pintura y la literatura, el cine, la música y en particular el tango. Esto nos permite indagar en la convivencia de lo cómico y lo dramático, los corrimientos de los límites en el cuerpo, la palabra y la acción, lo popular y lo grosero, la relación con elementos animales y la fiesta en sus aspectos carnavalescos, cuestiones que estuvieron siempre en el foco de interés de la escena teatral y que hoy han recuperado fuerza, tal vez por el contexto histórico. El grotesco no se separa de una mirada política, de una crítica del arte respecto del mundo que representa.
G. L. de Bock: –En la cartelera porteña actual hay al menos cuatro espectáculos de Discépolo y no es poco. Pero de todos modos, considero que tanto este autor como otros clásicos, han quedado relegados en los últimos años por las características que presenta el nuevo teatro. Muchos directores jóvenes apuestan a nuevos lenguajes y formas que, si bien en muchos de los casos resultan interesantes, saltean lo clásico, lo consideran superado. Pienso que es necesario como artista conocer y transitar lo tradicional en primer lugar, para luego poder ir más lejos, sumando a ello nuevas y propias formas.

G. C.: –Discépolo nunca perdió vigencia. Mutó. Se escurrió en autores como (Eduardo) Pavlovsky, en puestas como las de (Ricardo) Bartís, en actuaciones como las de (Alejandro) Urdapilleta y en tantos otros autores, directores y actores que lo hicieron perdurar en la excelencia de sus obras. Siendo que no me siento discípulo de estos maestros entiendo, no obstante, que hay que estarles agradecidos. Es decir, hacer Discépolo no siempre ha resultado ni resulta hoy hacer grotesco, se ha hecho mucho mamarracho aburrido con este autor. Lo grotesco va más allá de un género, es una condición de cierto tipo de teatralidad que se singulariza en cada realizador que se arriesgue a su juego.

Fuente: Diagonales

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