domingo, 15 de noviembre de 2009

A 40 años de "Balada para un loco"

EN EL BORDA A LOS DOS MESES DEL ESTRENO, LLEVARON ALLÍ LA BALADA. FUE UNA FIESTA.

Rescate emotivo

A cuarenta años de Balada para un loco Amelita Baltar y Horacio Ferrer recuerdan cómo este clásico perdió en un concurso y padeció críticas y adversidades.

Por: Eduardo Parise

Aquel sábado el Luna Park parecía un vagón de subte en una hora pico. Era la última jornada del Festival Iberoamericano de la Danza y la Canción y se iban a elegir los temas ganadores de las tres categorías: música internacional, tradicional y tango. En esta última una de las finalistas era Balada para un loco, una obra con música de Astor Piazzolla y versos de Horacio Ferrer, que cantaba una mujer de veintipico llamada Amelita Baltar.

"La orquesta estaba debajo en el foso y la dirigía Astor. En ese momento empezaron los gritos y los chiflidos; yo temblaba y me faltaba el aire pero pude escuchar alguna de las frases de los más exaltados: andá a lavar los platos, tomátelas. Pero igual empecé con mi recitado: las tardecitas de Buenos Aires tienen ese qué sé yo, viste., recuerda ahora --cuarenta años después-- Amelita, ante Clarín.

Fue en la noche del 15 de noviembre de 1969 y el resultado final iba a ser contrario a Balada..., aunque el jurado que integraban entre otros Chabuca Granda, Armando Garrido y Vinicius de Moraes había votado a su favor. Un jurado popular armado por los organizadores se decidió por Hasta el último tren, de Julio Ahumada y Julio Camilloni, cantado por Jorge Sobral. Sin embargo, aquella derrota en el Festival haría que esa presentación se convirtiera en una bisagra en la forma de componer tangos de ahí en más.

"El ganador no era un tema feo, era un tango muy cuarentista, pero un concurso como parte de los festejos de la Semana de Buenos Aires debía tener una cosa más luminosa como era Balada.'", explica después de cuatro décadas el poeta Horacio Ferrer. Y también evoca la prehistoria de aquella canción: "Todo empezó cuando renuncié a mi trabajo como secretario del rector de la Universidad de Montevideo. Lo único que quería era disfrutar la libertad de escribir sin tener que ir al laburo", dice Ferrer. "Entonces, durante un mes, me propuse escribir un poema por día; aquellos treinta poemas dieron origen a Romancero canyengue, un libro que después envié a Troilo, a Atilio Stampone y a Astor". "Piazzolla me llamó y me dijo: lo que vos hacés en la poesía es lo que yo hago con la música, renunciá y venite a trabajar conmigo. Empezamos a preparar la operita María de Buenos Aires. La hicimos en una casita que tenían mis viejos en Parque del Plata, un balneario cercano a Montevideo", cuenta Ferrer.

Pero cuál es la relación de aquello con Balada para un loco? Ferrer sigue: "En aquellos días fuimos a un cine a ver Rey por inconveniencia, una película de Philippe de Broca. A fines de la Primera Guerra, un soldado llega a un pueblito de Francia para desactivar bombas dejadas por los alemanes y encuentra que los únicos que están allí son los locos del manicomio. Y descubre que ellos tenían un enfoque de la vida mejor que el que se vivía afuera".

"Eso tuvo su influencia en la operita, porque el cuadro tercero del primer acto se titula Balada renga para un organito loco. Era una especie de premonición", dice Ferrer. Aquella obra también la cantaba Amelita "una voz distinta, con gran profundidad y mucha personalidad", confirma el poeta, aunque no haga falta. Por entonces, Baltar ya era la pareja de Astor.

Balada para un loco se terminó de componer en el departamento que Astor tenía en Libertador 1088, piso 14 C. "El día que llevé la letra, Piazzolla la escuchó y estaba como transportado. Tocó una música que no me gustaba porque no representaba el sentido romántico y bohemio", recuerda Ferrer. Y después hizo otra música que no le gustó a él. "Parece plagiada de una obra de Mariano, por Mores", dice Ferrer que dijo Piazzolla. "Entonces pasó algo maravilloso: puso los acordes de Adios Nonino y con esa base hizo la música de la Balada. Yo después recité la letra mientras él tocaba. Al final cerró el piano y con los ojos llenos de lágrimas me miró y dijo: Horacio, tenemos un misil entre manos". Aquel "misil" ya estaba en la cabeza de Baltar. "Cuando llegó el momento del festival ya la tenía lista. La ensayábamos con el quinteto en Michelángelo. A la una de la mañana, cuando ya se había ido la gente, yo cantaba la balada", explica Amelita.

Y vuelve a evocar la noche del Luna Park: "Cuando canté en la primera vuelta, como me costaba respirar por los nervios, hice un esfuerzo y se me rompió el cierre del vestido en la espalda. Entonces, cuando terminé me fui del escenario caminando hacia atrás".

Amelita tampoco puede olvidar otras cosas. "Sabíamos que habían tirado panfletos en las tribunas para que cuando se anunciara a Piazzolla y a la Balada, silbaran. Pero lo peor no fue eso. Recuerdo que no sólo hubo gritos, también hubo una lluvia de monedas contra el escenario. Hay una foto en la que se me ve a mi cantando, parte del cuerpo de Astor dirigiendo la orquesta y a Cacho Tirao abrazado a su guitarra, sin tocar, para proteger el instrumento de los monedazos". También se acuerda que en un momento de la interpretación perdió el tono. "Es que por los gritos no escuchaba a la orquesta", dice Amelita. Y agrega: "Después de esos cuatro o cinco minutos de pesadilla saludé y salí del escenario realmente conmovida. Es que no entendía y aún no entiendo la razón de aquella sinrazón. Al otro día, en Michelángelo, Piazzolla dijo: 'yo estoy acostumbrado a recibir palos, me dio bronca pero ya está; lo que más me duele es lo que tuvo que aguantar la nena'. Eso me lo contó hace poco Marikena Monti ".

Pero aquella desazón duró poco. "Al lunes siguiente salió un disquito con la balada de un lado y Chiquilín de Bachín del otro y fue un suceso. En la primera semana vendió 200.000 copias", cuenta Amelita, quien destaca también la difusión que por radio hizo Hugo Guerrero Martinheitz. "El tema entró en una temperatura mundial de la que no bajó nunca más", completa Ferrer. Al mes también la grabó Roberto Goyeneche, enloquecido con el tema, con los mismos arreglos. "A mí eso me enchinchó un poco porque él lo hacía para otra discográfica", dice Amelita.

Los que seguimos creyendo en esos "locos que inventaron el amor", los saludamos agitando una banderita de taxi libre con una mano, mientras con la otra hacemos un chapeau con el medio melón que sigue haciendo las veces de sombrero sobre la cabeza

Fuente: Clarín

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