Se destaca, en un buen conjunto, un fino trabajo de dirección de Marcelo Katz
Nuestra opinión: muy buena
Después de su propuesta de Aguas , Marcelo Katz y su grupo de clown pergeñó Aires , un espectáculo en el que nueve personajes juegan, inventan, investigan, se asombran, descubren un mundo nuevo en el que, precisamente, el aire es el elemento fundante y fundamental. Y, lo mejor, hacen que la gente juegue, invente y se asombre con ese universo que de tan simple se percibe como nuevo. Pura poesía que, por momentos, muta en un humor abierto, delirante y absurdo que ayuda a construir un equilibrio de ritmos preciosos y precisos.
Llenas de detalles pequeños están cada una de las viñetas que integran ese todo que es Aires , pero que poco serían sin el trabajo de un elenco impecable integrado por estos actores -varios con talento musical- que parecen haber nacido clown. Con un lenguaje físico y gestual asombroso que recorre todo un inmenso abanico de posibilidades, van creando historias en las que el aire es protagonista o antagonista. Y para que el aire viva, estos personajes con nombres desopilantes (Sagitario, Marambio, Acetato y demás) echan mano a humo, a livianos papeles higiénicos, pajitas, bolsa de nylon (imposible no recordar la película Belleza americana ), secadores de pelo, aspiradoras, ventiladores, globos, bombitas y burbujeros. Elementos sencillos que se transforman en virtuosas máquinas de hacer poesía, de generar sonrisas.
Aires combina una tenue delicadeza con el humor más frontal en el que caben y se sienten contenidos los grandes y los chicos (quizá desde cinco años en adelante). De verdad. Puede ir una familia completa y todos y cada uno va a encontrar de dónde agarrarse para subirse a la danza que Aires propone. La luz, la utilería y la música terminan de cerrar un espectáculo más que recomendable que conviene verlo con el ánimo sereno y dispuesto al juego.
Katz, sus clown y un indispensable equipo técnico logran que el espectador se anime a sacar a la luz esa mirada de niño que muy probablemente ya olvidó.
Verónica Pagés
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