lunes, 6 de julio de 2009

Espectáculos contra la pared por la gripe A

Imagen archivo

Justo cuando se acercaba el pico máximo en la venta de entradas de cine y de teatro, la imprevisión oficial producirá daños de consideración en el sector

Por Pablo Sirvén

Al revés de lo que hacen algunos empresarios de espectáculos, que inflan cifras de ventas de entradas para que parezca que les va mejor de lo que dicen, el Gobierno minimizó la gravedad del contagio de la gripe A y, superados los comicios del domingo último, en pocas horas, pasó de tener 1587 casos confirmados a 100 mil contagiados (y 2800 casos confirmados) para gran disgusto de la Presidenta, cuyo deseo sería imponer una suerte de Indec sanitario.

Con tal de no suspender las elecciones (la oposición tampoco hizo ni mu ni reclamó nada, por lo cual se mostró igualmente irresponsable), se pusieron en riesgo vidas y se expone a serios daños a importantes sectores de la economía.

El atraso y la falta de centralización a la hora de tomar medidas agrava la situación y dispersa los esfuerzos en la materia haciéndolos, además, dudosamente eficaces. Menos se sabe todavía qué se está pensando (si se piensa) para restañar las profundas heridas que recibirán las industrias del turismo, ocio, entretenimientos y espectáculos precisamente en uno de sus picos estacionales de mayor recaudación y, de esa manera, evitar eventuales quebrantos y despidos que pudiese desencadenar una infección no controlada a tiempo y, por eso, en más que probable expansión.

Como LA NACION publicó en la semana que pasó, el cine tuvo un brillante primer semestre: a pesar de la crisis global y de ciertas incertidumbres políticas y económicas locales, aumentó la venta de entradas en un 5,3 por ciento, en tanto que la facturación creció en un vigoroso 28,4 por ciento. Y con ese impulso y los importantes estrenos extranjeros y nacionales previstos, más la apertura de nuevas salas y servicios (aumento de pantallas con 3-D; inminentes funciones con comidas, ofertas con tarjetas, alianzas con marcas, etcétera), el cine se encaminaba, en coincidencia con las vacaciones de invierno, hacia un previsible récord de público y de dinero recaudado en boleterías (ya que este período representa entre un 20 y 25 por ciento de su facturación anual).

Algo parecido sucedía con el teatro: con más obras en cartel en el circuito comercial que el año pasado (104 ahora, contra 94 del año pasado) y una mayor venta de entradas en el primer semestre de 2009 (878.305 entradas contra 670.698, en 2008), según la Asociación Argentina de Empresarios Teatrales, o sea un significativo incremento del 30 por ciento en comparación con igual período de la temporada anterior, algunas compañías ya estaban agregando funciones en días hábiles y hasta los más privilegiados se daban el lujo de poner el cartelito de "no hay más localidades" (de lo que el teatro recauda durante todo el año, entre un 40 y un 48 por ciento lo hace en julio y agosto).

Ni que hablar (ya lo hemos hecho) de la increíble y sostenida venta de entradas a masivos recitales musicales en estadios cerrados y abiertos. No importa cuán superpuestos estuviesen, la gran demanda alcanzaba para todos.

Con el repentino zafarrancho general de salir a torear a destiempo (y, fundamentalmente, tarde) al poderoso virus de la nueva gripe, cuando ésta ya lleva muy oronda varias semanas en la calle, ahora la venta de entradas de cine se deprimirá en un porcentaje alarmante aún no estimado, mientras que calculan que las de teatro se derrumbarán en un 70 por ciento.

De hecho, el arranque de La Era de Hielo 3 el miércoles último, si bien caudaloso (43.000 entradas vendidas) resultó en un 8% menor al de Transformers 2 una semana antes. Fox, la distribuidora de aquel film animado, había previsto un colosal megadesembarco con más de 220 copias, que empezó a ensombrecerse con el progresivo cierre de salas (particularmente en el Gran Buenos Aires y en algunas localidades del interior) lo que la llevó a plantearse en un momento la posibilidad de levantar la película y reprogramar su estreno para mejor ocasión, ya que con todos estos barquinazos (que podrían haberse evitado simplemente con un coherente paquete de medidas anunciado con más tiempo cuando la situación aún no era tan grave) será inevitable que sus números finales no sean tan buenos como los que proyectaba. Sin embargo, Fox decidió dejar las cosas como están, aun cuando ya el jueves la cantidad de espectadores se había reducido a 51.674 (un 14 por ciento menos que igual fecha de 2008) y La Era de Hielo 3 se encogía a 34.000 espectadores. Anteayer el declive era mayor: aun siendo viernes se acercaron a los cines menos de 50.000 personas. Ayer había muy poco público en los cines.

El daño está hecho. Ante la imprevisión estatal, los recaudos que se van tomando son desprolijos, desparejos, de escasa utilidad y de destino incierto (algunas actividades se suspenden sin fecha de reprogramación; ciertos empresarios del medio hubiesen preferido un corte total y obligatorio, pero acotado en el tiempo, como el que llevó adelante México, antes que estar, como ahora, con la incertidumbre de no saber si cerrar o mantener abiertas sus salas con un público que mengua y que devuelve las entradas compradas con anticipación por los temores que se siembran y se acrecientan por la gran ineficiencia que supone una organización tan caótica y para nada coordinada, donde cada cual hace lo que le viene en gana y todos sufren las consecuencias de no haber sabido lo que se venía con más tiempo y así proceder con mayor racionalidad y previsión. Todo este chiste costará mucho dinero, se perderán fuentes de trabajo y se pondrán en riesgo futuras producciones.

"Esta pandemia tiene el drama de ser algo que no estaba previsto", dijo erróneamente la Presidenta al presentar la buena idea de dotar a la pantalla de Canal 7, en acuerdo con la señal Encuentro, de más programación cultural y educativa por el obligado mes de receso escolar (a propósito, ¿los canales privados piensan hacer algo al respecto o sólo se conformarán con repetir los dibujos animados y películas infantiles y de acción de siempre?).

Si cuando estalló la epidemia en México, en vez de haber gastado energía en suspender el puente aéreo entre los dos países, haber perdido tanto el tiempo para nada en actos preelectorales y haber ninguneado a la entonces ministra Graciela Ocaña, la Presidenta se hubiese concentrado en un plan eficaz, hoy no habría que lamentar tantos enfermos, víctimas fatales y se habría atemperado el negrísimo panorama con el que hoy se enfrenta la industria del espectáculo. En cambio, anteayer prefirió darle consejos obvios a los periodistas: que consulten a los médicos, algo que los medios vienen haciendo desde que se desató la pandemia.

Así como la tragedia de Cromagnon obligó, a posteriori, a las salas de cine y de teatro a tomar una serie de muy útiles recaudos para hacerlas más seguras y evitar que una catástrofe similar pueda volver a repetirse, las acciones un tanto desordenadas y dispersas que, ahora mismo, se están llevando en esos espacios para evitar un mayor contagio de la Gripe A podrían, con el tiempo, crear bienvenidas condiciones de mayor salubridad que, tras esta contingencia, queden estables.

A los ritos del temor que infunde exageradamente o no la posibilidad de enfermarse, las salas ahora oponen el rito de la prevención (se invita a la gente a lavarse las manos, se venden menos localidades para que haya menos contactos entre grupos diferentes, se indaga a los compradores de entradas sobre sus estados de salud y el de sus acompañantes, etcétera).

Sería, además, un gran progreso que las normas de sanidad que ahora emprendemos un poco de apuro, sin saber si sirven mucho para algo, al menos se lleven para siempre a ese personaje nefasto, desaprensivo y maleducado que suele pulular por las salas fastidiando desde siempre a artistas y público: el tosedor pertinaz.

Fuente: La Nación

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