lunes, 6 de julio de 2009

"Lo que se compra con plata es barato"

Rígoli como siempre.
El cómico sigue adelante con su vida sin penas ni rencores. “¡Yo soy el rey del monólogo!”, asegura

JOE RÍGOLI IRONIZA SOBRE SU PROPIA HISTORIA

Fue uno de los comediantes más famosos de la tevé y un ídolo absoluto en España. Volvió al país por amor y ahora vive en la Casa del Teatro.

Leni González.

Cualquier menor de cuarenta que intente googlear por alguna desconocida razón quién es Joe Rígoli, encontrará sitios españoles y un nombre, Felipito Takatún, más la muletilla “Yo sigo” que lo identificaba. A los mayores, les quedan recuerdos o unas referencias más o menos lejanas: Coquito, el novio de Marilina Ross en la comedia La nena y el infeliz que deambulaba oficinas en busca del permiso para plantar un arbolito, en el sketch del humorístico La tuerca, ambos por Canal 13 en la segunda mitad de los sesenta.

Porque el actor nacido el 5 de noviembre de 1936 como Jorge Alberto Ripoli conoció una enorme popularidad en aquellos años felices, se fue de la Argentina en el 71, trabajó mucho y se hizo famoso en España, y regresó casi dos décadas después cuando la TV había cambiado y los conocidos de entonces ya no eran los mismos. Por estos días, se mudó a la Casa del Teatro. “Yo podría pagarme el alquiler de un departamento pero prefiero gastar mis magros ingresos en los estudios de mi hijo de 18 años. Se dio la posibilidad de venir acá, donde te atienden maravillosamente, te cubren todos los gastos, el desayuno, almuerzo y cena, en una habitación individual. En este momento, viven aquí unas 40 personas, de las que a algunas conozco y a otras, no. Es que apenas hace 58 años que vivo de esto”, dice el comediante que decidió escaparle a otras convivencias. “Con amigos no es tu casa, no es lo mismo. Y con una pareja, ya no. Cama afuera y convivir en vacaciones o de vez en cuando, pero no todos los días. Estoy saliendo con una chica de 46 años que trabaja en Seguridad. Es una muchacha grande para lo que me gustaría y joven para lo que me corresponde, así que hago promedio, sumo y divido”, acota sin reírse, a la manera de los humoristas expertos en efectos que ellos mismos no consumen.

La pregunta ¿qué pasó con la plata, Joe? suena de película. A él también le pareció así cuando en Canal 13 le sugirieron ese apodo de “mafioso italiano en Nueva York”. Hasta que supo lo que iban a pagarle y él, que había nacido en un conventillo en Palermo a secas y había empezado su carrera a los 14 años abriendo y cerrando sillas en un circo, aceptó “y habría aceptado llamarme Beatriz o Adriana”.

–¿Qué pasó con la plata, Joe?

–Sin vanidad ni soberbia, quiero decirles a todos los que tuvieron mucho y después no tienen nada que todo lo que se compre con dinero es barato. Hay dos maneras de vivir: disfrutando lo que tenés o sufriendo lo que te falta. Tuve épocas en España de ganar 100 mil dólares mensuales así que te imaginás como vivía; verme con tanto dinero me sobrepasó. No me diplomé porque no lo estudié, lo aprendí solo: fui un boludo. Me compraba un auto y quería el mejor, el único, le cambiaba ruedas, accesorios y me hacía un vestuario que hiciera juego, ¡mirá hasta dónde llegaba mi estado de pelotudez!

Al mea culpa de la dilapidación, Rígoli le agrega dos descargos: el de haber ayudado –y no se arrepiente– a mucha gente; y el de sus tres ex mujeres “que viven maravillosas en sus casas y se lo ganaron ellas (pausa) con mi cara y mi esfuerzo. Bah, para mí es un placer trabajar”. Tuvo dos hijos con la última: el más chico, biológico; y el mayor, criado desde que era un bebé. “La madre se había separado de un argentino, así que cuando se planteó el vivir juntos en España, el padre no lo permitió. Entonces, dejé todo y me vine con ella. Por eso regresé”, cuenta.

El humorista con nombre de gángster volvió al país, entonces, por amor y no por haber quedado pegado a la tevé franquista a los ojos del destape. “Nooo, si regresé cuando ya había pasado Felipe González”. La secuencia de ascensos, descensos y vueltas en el aire lo llevó desde la remake de La nena al Canal 9 de Alejandro Romay y después a una obra revisteril en Barcelona, con Ethel Rojo y Eber Lobato. Ahí surgió la propuesta de participar en un ciclo de preguntas y respuestas con un segmento probado hacía tiempo por el cómico norteamericano Bob Hope. A la vuelta, con muchas pesetas en el bolsillo pero sin trabajo, un amigo empresario lo tentó con una inversión (confiesa que de más de un millón de dólares), la de lanzar la línea de perfumería infantil Los Wittys. Pero abierta la importación Menem-Cavallo, quebró y “zapatero a tus zapatos”, pontifica para sí mismo.

“Hice con Hugo Moser Los Libonatti y Matrimonios y algo más, pero no anduvo. Y varias obras en teatro, como Más loca que una vaca, con Tristán, y ¿Será virgen mi marido?, con Adriana Brodsky y Susana Romero. También hago café concert los veranos en Villa Gesell. ¡Yo soy el rey del monólogo! Y escribí un vodevil, Dos reverendos hijos de p, para el que espero encontrar productor. Siempre fui buen vendedor y además, seductor –pausa y remata–; para lo demás, soy un buen pagador”.

“Falté muchos años de acá”

¿A su regreso de España fue a golpear alguna puerta, Joe?

–A Tinelli ni llegué; lo intenté pero fue imposible. A Suar lo vi dos veces: lo tuve en mis rodillas a Adrián porque conocí a su padre. Me vio y me dijo “¡maestro!” y empecé a gastar a cuenta. A los pocos meses volví y otra vez me dijo “¡maestro!”, pero nada. Es que hay muchos actores con mi perfil y primero se llama a los amigos. Yo falté muchos años de acá.

Fuente: Crítica

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