miércoles, 8 de julio de 2009

"Con mi trabajo resuelvo muchas cosas personales"

Mercedes Morán es, sin dudas, un rara avis dentro de la escena cultural argentina. A su solidez actoral le suma un encanto subyugante que le da un plus sobre actrices de menor edad o mayor trayectoria. De seguir así, su apellido podría postularse como adjetivo.

Por Jorge Belaunzarán

- ¿Que significa un regreso al teatro luego de cuatros años?

-En general son más o menos los ciclos con los que me muevo. Como no trato de hacer dos cosas al mismo tiempo, por ahí hago un año de tele, un año cine, otro año me quedo en el molde, después hago teatro. Así, si contás para atrás, fue mas o menos eso lo que pasó.

-¿Y más para atrás también páso eso?

-Sí, en general si.

-Casi una rutina.

-Sí, porque disfruto mucho de los tres medios, y cada uno te implica un tipo de compromiso diferente en cuanto a tiempo. En la medida que puedo trato de ir manejándolo según mi vida. Mi hija es muy chica, trato de no hacer teatro todas las noches, bla, bla, bla… más o menos se trata de eso. Por otro lado, debo reconocerlo, teatro sólo hago cuando me pasa algo muy fuerte con el material. Es un poco diferente al cine o a la tele. En el teatro todas las noches es una ceremonia. Tenés que estar muy feliz, como cuando hacés un viaje. Uno puede elegir una persona para ir a comer, para pasar un fin de semana, pero cuando para un viaje te la pensás bien. Con el teatro me pasa un poco eso. De pronto en el cine no aparece una historia que me vuelve loca o un personaje que no me parte la cabeza, pero hay otras cosas me resultan interesante: un grupo, un director que quiero de alguna manera apoyar, una opera prima, miles de cosas. Sé que el compromiso esta como acotado. Nunca más de cinco semanas. En el teatro si te va bien el compromiso es de por lo menos un año.

-Más allá del compromiso, ¿no hay una especie de berretín del actor con al teatro?

-Actuando generamos realidades imaginarias en situaciones creíbles y le damos vida. A diferencia de la televisión o el cine, no hay un intermediario, una cámara, un corte, no hay un: lo repetimos. Nadie trabaja con ese material después, es claramente diferente el proceso de ensayos, no se parece ninguno. Requiere de un compromiso especial, ni más ni menos, diferente. No es un berretín. Y además se ejerce una convocatoria en vivo. Yo qué sé, hay una cantidad de gente que va venir, la presión de la función a la noche tiñe toda tu vida y así sucesivamente todos tus días. En televisión es mucho más fácil, no sos indispensable; se graba, se repite; en cine lo mismo. Y en definitiva la experiencia más maravillosa del cine es dejarte en las manos del director.

-Los formatos parecen dar seriedad también, ¿no? Por ejemplo, la palabra escrita aparece como más “seria” que la hablada, y dentro de estas categorías, al menos en periodismo, la radio es más “seria” que la televisión. Teniendo en cuenta que Agosto es una obra clásica, ¿había una necesidad suya en ese sentido?

-No, sabés que no… Me lo dijeron muchas veces: tendrías que hacer textos más clásicos. Nunca tuve esa necesidad. Sí lo he hecho en seminarios de actuación, dirección, voy como a un experimento y trato de aprender cosas. Pero esta obra como casi todas las otras que hice me sorprendió. Lo que tiene de clásico y de atractivo es su estructura: son tres actos al mejor estilo de las viejas obras. Y es una síntesis de todos esos clásicos y al mismo tiempo de mucha vanguardia y muy contemporáneo. El tratamiento que tiene del tema para mi es muy vanguardista; me encontré con un material que me deslumbró, me emocionó muchísimo. No sabía si lo que me pasaba con la obra era demasiado subjetivo. Y como tuve la posibilidad de verla afuera, con quinientas personas, corroboré lo que sentí cuando la leí por primera vez: estaba frente a un material excepcional, muy diferente. Especial.

-¿Corrobora sus intuiciones o se deja llevar?

-No, no, en general me dejo guiar bastante por la intuición. Pero cuando hacés una elección la tenés que confrontar sí o sí con el público. No estoy pintando un cuadro, escribiendo un diario, eligiendo un guión para una película, y a mí me importa que la gente la vaya a ver; no es lo más importante pero sí me importa.

-La sensación es que su carrera fue más intuitiva que chequeada o pensada.

-Siempre elegí personajes que han tendido que ver más con necesidades personales, que me posibiliten una mirada diferente a la mía sobre un tema que me está importando resolver en mi vida. Con mi trabajo resuelvo muchas cosas personales. Es genial en el cuerpo de otro mirar con ojos que no son los tuyos, te hecha una luz diferente. Con Agosto resuelvo también, ja, avanzo unos cuantos casilleros.


Entonces el periodista corrobora que lo leído sobre Mercedes Morán es cierto: produce un efecto de encanto, cierto embelesamiento que lleva a preguntar cómo hace. Y sin embargo eso es lo menos importante, por más que sea tema recurrente en muchas entrevistas. Lo que impacta es el estado de armonía que transmite, cual zen que parece haber resuelto todos los temas de la existencia, y así y todo, no aburrirse.

“Digamos que para conceder una nota tenés que pasar por encima el prejuicio que siento: no tengo nada demasiado interesante para decir; y si lo tengo, a lo mejor lo digo actuando. Es como hacerse cargo de un grado de vanidad importante. No es la parte que más me divierte, y la reiteración de algunas preguntas sí, hace que me divierta menos.”

-Permítame entonces hacer una pregunta como para ver si este momento también puede aportar a un mayor conocimiento de las partes. Siempre le preguntan cómo llegó hasta acá en las condiciones que se encuentra, pero nunca le preguntan qué de ese pasado hizo este presente, y cuánto de este presente “acomoda” ese pasado para que no embrome tanto. ¿Podría diferenciar aquello que hizo porque fue lo mejor, de aquello en lo que se equivocó?

-De la equivocación te das cuenta cuando no obtenés lo que querés, cuando sos infeliz; te ponés triste y estás muy enojado. Ahí empezás a ver qué pasó. Aunque se sepa una y otra vez que es la única manera de aprender nadie se equivoca a propósito. Es como con la actuación, todos intentan estar lo mejor posible; no se le puede recriminar a un actor que se tiro chanta, es imposible. Es una frase hecha pero es cierto: uno es lo que es gracias a los aciertos y a los desaciertos que tuvo, eso es lo que te contistuye, por eso esa inevitable manera de mirar hacia el pasado desde el presente: es lo que te constituyó, lo que te hizo llegar a hoy. Me he equivocado infinidad de veces, y muchas veces he tardado en darme cuenta porque no es grato reconocer que uno se equivocó. Creo que me ha salvado una enorme vocación de reflexión. Soy una persona muy espiritual y todo eso, pero le doy mucha importancia al pensamiento, a la reflexión, de la misma manera que le doy mucha importancia a la formación, al estudio. En tareas como ésta, donde a veces hay malos entendidos, parece que uno pueda actuar sólo con inspiración o con ángel. Creo en todas esas cosas: la inspiración, la luz, el ángel. Y creo igual de fervientemente en la formación. Entonces muchas veces lucho con esa vocación reflexiva porque me hace ser demasiado mental. Y así como esta es una frase hecha que encierra sabiduría, hay otras que son tramposas, como la que dice que los amigos se ven en las malas. En las malas te aparecen amigos de todos lados porque uno es un espejo; cuando alguien está mal acercarse es muy fácil acompañar, el otro se ve reflejado mejor. Los amigos se ven en las buenas: lo más difícil es acompañar al otro cuando está feliz y no sentirse inseguro, cuando el otro está satisfecho y puede irse, digamos cuando no está dependiente, cuando está libre.

-Dijo que ningún actor hace el trabajo de taquito. La impresión es que en todas las profesiones hay gente que si puede zafar, zafa. ¿Hay una parte concerniente a la actuación que impide que eso ocurra?

-Creo que si. La presencia de una mirada, un espectador o una cámara. Aún la persona más desapasionada o descreída o vaga o miedosa, no sé cómo llamarlo, en el momento intenta hacerlo. Después hay una actitud general diferente, diversa, que acompaña, que tiene que ver con tu carácter. Y hay gente que es menos apasionada, menos amorosa con lo que hace. En todas las profesiones uno puede tener desidia en un empleo, en la actuación nunca lo he visto, y he estado con mucha gente. Con gente desaprensiva, con gente que no ama lo que hace, y es tremendamente deprimente. Pero llegado el momento en que hay que salir a escena o se prende la camarita, todos intentamos estar lo mejor posible.

-¿Nunca vio esa cosa de a mí no me importa?

-Uno confirma lo que quiere confirma. Uno tiene unas ideas y para darle entidad necesita confrontar y confirmar; desde que todos los tipos son una mierda y te basta salir a la calle y lo confirmás, hasta que hay gente honesta y buena. A mi me da mucho miedo esa especie de fatalismo. No me gusta pensar así, no me parece que constituya nada bueno, me parece que lo único que hace es alimentar teorías de mierda que no le sirven a nadie. El efecto positivo de una persona que hace bien su tarea, la que le toque, es tremendamente más potente que diez que la hacen mal o que intentan no hacerla o dejarla para que la haga otro o zafar, digamos.

-De las cosas que tuvo que dejar en el camino, ¿cuál es la que más extraña?

-El cigarillo, ja ja ja.

-¿Cuánto hace que dejó?

-Un mes.

No hay onomatopeya para tamaña carcajada. *

No hay comentarios: