Por: Miradas al Sur
cultura@miradasalsur.com
No fue Litto Nebbia, Luis Alberto Spinetta, ni Charly García. Acaso su aporte a la historia del rock nacional pueda definirse como lateral, pero su faceta de pionero y la voracidad y pasión con la que Jorge Pinchevsky desarrolló su vida le dan un brillo único. Yo, Pinchevsky es la biografía y audiodocumental realizados por el periodista Juan Pablo Bermúdez sobre el primer violinista de nuestro rock y uno de los mitos más curiosos del género. Se trata de una invitación para desandar caminos sinuosos y siempre atrapantes. Ni más ni menos que como el mismo Pinchevsky.
Este rosarino de nacimiento y platense por adopción –que supo concretar estadías determinantes en Brasil y Europa– resultó un ingrediente único en el caldo espeso que gestó lo que hoy se entiende como rock nacional. Participó de cruzadas legendarias como La Cofradía de la Flor Solar y La Pesada del Rock and Roll, y grabó en decenas de discos clave como Cristo Rock (Raúl Porchetto), Vida e Instituciones (Sui Generis) y La Biblia (Ensamble Musical Buenos Aires), entre muchos otros. Su estadía en Europa resultó particularmente fructífera. Allí, Cyrille Verdeaux lo convocó para que fuera parte del grupo Clearlight y luego se sumaría a Gong, la mítica banda anglo-francesa de rock progresivo y psicodélico. Hasta aquí apenas una parte del inusual recorrido de un violinista de formación clásica que fue parte durante cinco años de la Orquesta Sinfónica de La Plata, estuvo dos en la Orquesta de la Municipalidad y tres en la Orquesta de Cámara de la Universidad.
“‘Encontré’ el libro casi por casualidad. Casi como una imposición familiar me vi obligado a revisar las cosas que todavía tenía en la casa de mis padres. Entre muchos objetos sin mayor utilidad apareció el casete de la entrevista que le había hecho para el diario Página/12. Lo volví a escuchar y me di cuenta de que tenía un testimonio muy detallado, profundo y rico.
Honestamente no recordaba que fuera tan así. Pinchevsky ya había muerto cuando encontré el casete y eso acentuó la sensación de que por algún motivo ese material había quedado tan intacto. A partir de ahí surgió la idea del libro con un audiodocumental. No fue un proyecto sencillo. Está hecho totalmente a pulmón y con mucho cariño”, explica Juan Pablo Bermúdez sobre Yo, Pinchevsky (el libro sólo se consigue a través de ).
–¿Cómo fuiste reconstruyendo la historia de Pinchevsky?
–Como pude. Partí de un material que a mí me había dejado muy entusiasmado: aquella entrevista larga, donde Pin se soltó y contó todo. Muchos me dijeron que tuve mucha suerte para encontrarlo con aquel humor... Seguí la grabación y de esa forma tenía un esqueleto en el que fui sumando testimonios. Toda la gente que lo conoció con la que pude hablar puso buena onda. Incluso Cyrille Verdeaux mandó cosas desde Francia.
–Lo conociste de primera mano como persona y músico. ¿Cómo lo describirías?
–No puedo decir que lo conocí en profundidad como persona. Tampoco quiero hacer un mito de él. Pero el encuentro que tuvimos fue muy especial y en él se reveló como un ser extraordinario, un tipo realmente muy cálido. Como músico era realmente muy talentoso, creo que le jugó un poco en contra el instrumento que eligió. Podía estar absolutamente borracho, pero agarraba el violín y se convertía. Tenía una musicalidad única que venía de la combinación de la formación clásica, su instinto callejero y vocación para zapar y meterse en otros géneros. En vivo lo vi como mucha gente en El Samovar de Rasputín. Cuando terminaba de tocar bajaba a tomarse una cerveza y solía quedarse hablando con el público hasta las 6 de la mañana.
–¿Qué fue lo que más te sorprendió de él a medida que avanzabas con el libro?
–Su vida. Era un tipo que tenía una coherencia muy grande entre lo que decía y lo que hizo. Desgraciadamente no es algo muy habitual entre las figuras de la cultura rock…
–¿Considerás que es un músico no valorado en su real dimensión?
–Creo que sí. Pero no le adjudicaría culpas a nadie. En todo caso, me parece que tiene mucho que ver con la propia personalidad de Pin. Era un músico al que le apasionaba tocar, pero nunca armó una carrera ni buscó la trascendencia. Se trata de un personaje cuyo mito transcendió mucho más que su obra como músico. De hecho, una cosa que me sorprendió fue cuando me contó que había salido de gira con Pink Floyd, en su época en Europa. Mucha gente lo conocía de nombre, pero pocos sabían de su música y su historia.
–Su muerte fue triste y casi absurda.
–Exactamente. Su vida fue bastante licenciosa, pero su muerte fue por un accidente –diría– pelotudo. Lo atropellaron en bicicleta, se cayó, se golpeó la cabeza contra el cordón y al otro día murió por un coágulo. La novia que tenía en ese momento le dijo que fuera al médico, pero él le respondió que no y repitió una de sus frases de cabecera: “Ante cualquier médico, consulte a su duda”. No quiso que lo revisaran y al otro día se murió. Así de trágico y sin sentido.
Fuente: Miradas al Sur
cultura@miradasalsur.com
No fue Litto Nebbia, Luis Alberto Spinetta, ni Charly García. Acaso su aporte a la historia del rock nacional pueda definirse como lateral, pero su faceta de pionero y la voracidad y pasión con la que Jorge Pinchevsky desarrolló su vida le dan un brillo único. Yo, Pinchevsky es la biografía y audiodocumental realizados por el periodista Juan Pablo Bermúdez sobre el primer violinista de nuestro rock y uno de los mitos más curiosos del género. Se trata de una invitación para desandar caminos sinuosos y siempre atrapantes. Ni más ni menos que como el mismo Pinchevsky.
Este rosarino de nacimiento y platense por adopción –que supo concretar estadías determinantes en Brasil y Europa– resultó un ingrediente único en el caldo espeso que gestó lo que hoy se entiende como rock nacional. Participó de cruzadas legendarias como La Cofradía de la Flor Solar y La Pesada del Rock and Roll, y grabó en decenas de discos clave como Cristo Rock (Raúl Porchetto), Vida e Instituciones (Sui Generis) y La Biblia (Ensamble Musical Buenos Aires), entre muchos otros. Su estadía en Europa resultó particularmente fructífera. Allí, Cyrille Verdeaux lo convocó para que fuera parte del grupo Clearlight y luego se sumaría a Gong, la mítica banda anglo-francesa de rock progresivo y psicodélico. Hasta aquí apenas una parte del inusual recorrido de un violinista de formación clásica que fue parte durante cinco años de la Orquesta Sinfónica de La Plata, estuvo dos en la Orquesta de la Municipalidad y tres en la Orquesta de Cámara de la Universidad.
“‘Encontré’ el libro casi por casualidad. Casi como una imposición familiar me vi obligado a revisar las cosas que todavía tenía en la casa de mis padres. Entre muchos objetos sin mayor utilidad apareció el casete de la entrevista que le había hecho para el diario Página/12. Lo volví a escuchar y me di cuenta de que tenía un testimonio muy detallado, profundo y rico.
Honestamente no recordaba que fuera tan así. Pinchevsky ya había muerto cuando encontré el casete y eso acentuó la sensación de que por algún motivo ese material había quedado tan intacto. A partir de ahí surgió la idea del libro con un audiodocumental. No fue un proyecto sencillo. Está hecho totalmente a pulmón y con mucho cariño”, explica Juan Pablo Bermúdez sobre Yo, Pinchevsky (el libro sólo se consigue a través de ).
–¿Cómo fuiste reconstruyendo la historia de Pinchevsky?
–Como pude. Partí de un material que a mí me había dejado muy entusiasmado: aquella entrevista larga, donde Pin se soltó y contó todo. Muchos me dijeron que tuve mucha suerte para encontrarlo con aquel humor... Seguí la grabación y de esa forma tenía un esqueleto en el que fui sumando testimonios. Toda la gente que lo conoció con la que pude hablar puso buena onda. Incluso Cyrille Verdeaux mandó cosas desde Francia.
–Lo conociste de primera mano como persona y músico. ¿Cómo lo describirías?
–No puedo decir que lo conocí en profundidad como persona. Tampoco quiero hacer un mito de él. Pero el encuentro que tuvimos fue muy especial y en él se reveló como un ser extraordinario, un tipo realmente muy cálido. Como músico era realmente muy talentoso, creo que le jugó un poco en contra el instrumento que eligió. Podía estar absolutamente borracho, pero agarraba el violín y se convertía. Tenía una musicalidad única que venía de la combinación de la formación clásica, su instinto callejero y vocación para zapar y meterse en otros géneros. En vivo lo vi como mucha gente en El Samovar de Rasputín. Cuando terminaba de tocar bajaba a tomarse una cerveza y solía quedarse hablando con el público hasta las 6 de la mañana.
–¿Qué fue lo que más te sorprendió de él a medida que avanzabas con el libro?
–Su vida. Era un tipo que tenía una coherencia muy grande entre lo que decía y lo que hizo. Desgraciadamente no es algo muy habitual entre las figuras de la cultura rock…
–¿Considerás que es un músico no valorado en su real dimensión?
–Creo que sí. Pero no le adjudicaría culpas a nadie. En todo caso, me parece que tiene mucho que ver con la propia personalidad de Pin. Era un músico al que le apasionaba tocar, pero nunca armó una carrera ni buscó la trascendencia. Se trata de un personaje cuyo mito transcendió mucho más que su obra como músico. De hecho, una cosa que me sorprendió fue cuando me contó que había salido de gira con Pink Floyd, en su época en Europa. Mucha gente lo conocía de nombre, pero pocos sabían de su música y su historia.
–Su muerte fue triste y casi absurda.
–Exactamente. Su vida fue bastante licenciosa, pero su muerte fue por un accidente –diría– pelotudo. Lo atropellaron en bicicleta, se cayó, se golpeó la cabeza contra el cordón y al otro día murió por un coágulo. La novia que tenía en ese momento le dijo que fuera al médico, pero él le respondió que no y repitió una de sus frases de cabecera: “Ante cualquier médico, consulte a su duda”. No quiso que lo revisaran y al otro día se murió. Así de trágico y sin sentido.
Fuente: Miradas al Sur
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