Escrito por Omar Arriaga Garcés
El imaginario poético se encuentra lleno de esferas que están en ningún lugar y en todas partes, suspendidas del suelo como por fórmulas de nigromancia: ese espacio vacío en el que se desenvuelven la fábula, el mito, la propia poesía, y que no es otro que aquél en el que la reconocida cantante “québécois” Lhasa de Sela se halló desde siempre agonizando (en su desierto, de cara a la pared, con sus pájaros y sus peces que beben en el río), desde que dio a la luz al primero de sus tres álbumes de estudio, La llorona (1997), suerte de soundtrack espurio para Pedro Páramo, o de versión sonora para esas lúgubres fotografías que Vida Jovanovich tomó en varios asilos de ancianos alrededor de México.
Como quiera que hayan acontecido los hechos de su vida mundana, esta cantante de amplia voz sedosa y pluvial, con un dejo a paraíso perdido, influenciada por la música ranchera, las canciones tradicionales latinoamericanas, el american folk, la chanson française, el blues, el soul, la música gitana de Europa del Este, el rock alternativo, en suma, difícil de catalogar, que igual componía en español que en inglés o francés y que nació un 27 de septiembre de 1972, de padre mexicano y madre estadounidense, bajo el signo solar de libra en Big Indian (Woodstock), New York, murió prematuramente, tras 21 meses de soportar un cáncer de seno, el pasado primero de enero al filo de la media noche.
Tal vez “El árbol del olvido”, cover de una milonga de Fernán Silva y Alberto Ginastera, sea la pieza más ad hoc para celebrar hoy día el luto de la intérprete, inclinada hacia la vida errante, según se infiere, por una infancia en compañía de sus padres y nueve hermanos viajando a través de las carreteras de Estados Unidos y México hasta los diez años de edad, toda vez que su familia organizaba espectáculos teatrales; de hecho, su segundo disco, en tres diferentes idiomas, lleva por título The living road (2003).
El camino viviente
Camaleónica, Lhasa cantó envuelta en un singular halo de poesía, bohemia y las más disímiles tradiciones a partir de los trece años en un café griego de San Francisco, y desde los 19, y por espacio de más de cinco, en los bares de Montreal, ciudad en la que estableció definitivamente su residencia hasta el final de sus días. De esta experiencia surgiría más tarde el material que integra La llorona, disco todo en español, “exótico, indefinible, con textos íntimos de un Romanticismo a la Charlotte Brönte”, que le abriría las puertas del éxito en todo el mundo, principalmente en Canadá y Francia, donde cosecharía en 1997 y 1998 los premios Félix, galardón artístico más prestigioso de Québec, y Juno, “al Mejor Artista Mundial”, respectivamente, y que además se mantuvo en el país galo durante 30 semanas consecutivas entre los cinco álbumes de más ventas, lo cual es casi imposible de lograr para cualquier artista editado bajo un sello independiente (Audiogram).
“Cada frase que logro escribir en español me parece un milagro. La cosa más sencilla me parece tan poética. Siempre siento asombro con esta lengua”, declaró alguna vez la cantante, y sin duda, las letras de sus canciones le daban la razón:
Mujer desnúdate y éstate quieta
A ti te busca la saeta
Y es el hombre, al fin, como sangría
Que a veces da salud y a veces mata…
(”La celestina”, La llorona)
Después de un silencio de 7 años en el que viajó al sur Francia para participar en la compañía de sus tres hermanas, Circo de Teatro “Los Pocheros”, en 2003, con The living road, Lhasa de Sela daría inicio a una gira de 24 meses por 17 países para posteriormente recibir el BBC World Award al Mejor Artista de las Américas durante 2005. No sería hasta el año pasado cuando el tercer y último de sus discos aparecería intitulado simplemente como Lhasa (2009), ya que la cantante consideraba este álbum como un nuevo comienzo, y vaya si no lo fue. Juntando fuerzas de flaqueza, a causa de un tratamiento que la debilitaba desde 2008, Lhasa daría aún tres recitales en Montreal, Paris e Islandia, no obstante su delicado estado de salud fue de mal en peor al grado de cancelar el resto de los conciertos programados.
Y aunque este último disco ha sido tan elogiado por la crítica como el precedente, y aunque La llorona sea un debut y un cenit tan sombrío como hipnótico, ese fenómeno musical llamado Lhasa de Sela como una manera de protestar contra la ejecución de prisioneros tibetanos es capaz de evocar una sonrisa, pues aun en sus momentos más álgidos, nunca desaparece un rayo con olor a paraíso perdido y a fruta madura situada en la rama más alta del árbol, ese amor fugaz y luminoso en las tinieblas, el que siempre esperamos que algún día regrese.
La cantante y compositora falleció el 1 de enero de 2010 en su casa de Montreal, a consecuencia de un cáncer. Tenía sólo 37 años.
Ha dejado de llover. Descansa en paz, Lhasa de Sela.
Página oficial de Lhasa de Sela: http://lhasadesela.com/
“De cara a la pared (live)”: http://www.youtube.com/watch?v=AOLg_XY2cWA
“Mi vanidad” (La llorona): http://www.youtube.com/watch?v=1w4×8zEhuZI
Fuente: http://www.revistamilmesetas.com/en-el-arbol-del-olvido-adios-a-lhasa-de-sela-1972-2010
“De cara a la pared (live)”: http://www.youtube.com/watch?v=AOLg_XY2cWA
“Mi vanidad” (La llorona): http://www.youtube.com/watch?v=1w4×8zEhuZI
Fuente: http://www.revistamilmesetas.com/en-el-arbol-del-olvido-adios-a-lhasa-de-sela-1972-2010
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