Foto: Obra de Rómulo Macció que forma parte del grupo de 28 piezas de la colección del Banco Ciudad que se exhiben en La PLata
En Argentina, la década del '60 tuvo un tinte singular en lo sociopolítico –una antesala de los violentos y tumultuosos años '70– pero también en lo artístico, incentivado por el movimiento mundial que pregonaba la desmitificación de los conceptos clásicos del arte con la llamada "muerte de la pintura de caballete". La muestra Banco Ciudad y los ´60 - Patrimonio artístico, que actualmente se exhibe en La Plata, permite observar las características particulares del arte argentino en esa década a través de 28 obras.
Esta exposición puede visitarse hasta el 23 de julio, en las salas 3 y 4 del Museo de Arte Contemporáneo Latinoamericano de La Plata (Macla), ubicado en el Pasaje Dardo Rocha, con entrada libre y gratuita.
La muestra exhibe una selección del patrimonio del Banco Ciudad de Buenos Aires, que agrupa obras de diferentes artistas de relevancia en la década del '60, como Jorge De la Vega, Romulo Macció, Ernesto Deira, Felipe Noé, Antonio Berni y Nicolás García Uriburu. También se presentan trabajos de Roberto Aizenberg, Manuel Álvarez, Luis Benedit, José Antonio Fernández Muro, Kenneth Kemble, Miguel Ocampo, Lea Lublin, María Martorell, Marta Minujín, Rogelio Polesello, Martha Peluffo, Josefina Robirosa, Carlos Silva y Clorindo Testa.
El país en los '60. En Argentina la década del '60 comienza con Arturo Frondizi instalado en el sillón presidencial. Llega al poder en 1958 con la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI), es una escisión de la antigua UCR, y fruto de un pacto electoral con los votos obreros de Perón, cuyo partido estaba proscripto.
El presidente estadounidense John F. Kennedy, encuentra en este gobierno un entusiasta partidario. La crisis cubana, también suscita una ola de simpatías. Luego, presionado por el ejército, Frondizi rompe relaciones con Cuba.
En las elecciones legislativas de 1962 retorna el peronismo a la contienda electoral triunfando en ocho provincias y Frondizi decide intervenirlas. Los jefes militares lo reemplazan entonces por José María Guido –también sus sucesores en la década serán todos puestos y depuestos por las fuerzas armadas: Arturo Illia, Juan Carlos Onganía, Roberto Levingston–. En septiembre de ese año, la situación hace crisis en el ejército: azules y colorados llegan a un choque armado en la calles. Triunfa el grupo azul del Gral. Onganía y éste es designado Comandante en Jefe del Ejército.
En lo económico, el estancamiento argentino es progresivo. A principios de 1963 se normaliza la Confederación General del Trabajo (CGT) y los sindicalistas peronistas asumen su conducción. Por entonces, Perón está exiliado en Madrid; crece el neoperonismo o "peronismo sin Perón", como lo llamaban sus críticos.
En 1966, con Juan Carlos Onganía en la presidencia, un Estatuto de la Revolución condiciona la vigencia de la Constitución. Se suspenden las actividades políticas, se ejerce una severa tutela sobre las publicaciones y se acaba con la autonomía de las universidades. Por esos años las grandes corporaciones extranjeras consolidan su posición en el país.
Durante 1969 la "paz militar" va deteriorándose. Comienza la acción de grupos armados clandestinos. En algunos estallidos antigubernamentales en ciudades del interior, participan estos grupos con una evidente movilización popular, la más relevante es El Cordobazo, a fines de mayo.
En 1970, la violencia continúa y se acentúa, permaneciendo en un ciclo de inestabilidad.
El arte argentino de la época. A principios de los años '60, críticos y teóricos internacionales y locales anunciaban "la muerte de la pintura de caballete". Desde el siglo XVIII se había considerado a la pintura como la reina de las bellas artes, pero ahora, esa posición entraba en crisis. Ya no existía lo "artísticamente correcto", la obra podría manifestar cualquier cosa y elegir libre formato y materiales.
En ese marco, crecieron y se fortalecieron algunos lenguajes plásticos: informalismo, neodada, cientismo, figuración crítica, arte destructivo, vivo dito, neofiguración, arte pop, variaciones de lo geométrico, minimalismo y conceptualismo. Y es en esta época cuando crecen los happenings, ambientaciones, instalaciones y performances.
Una década antes, en los años '50, se constituyó el Grupo de Artistas Modernos de la Argentina, con José Fernández Muro, Sarah Grilo y Miguel Ocampo, quienes propugnaban el cambio de la racionalidad geométrica hacia la liberación de los sentimientos y la primacía de lo subjetivo. Sin abandonar la abstracción, pero centrados en nuevas búsquedas, figuras como Martha Peluffo, Víctor Chab, Josefina Robirosa y Osvaldo Borda conformaron a su vez el Grupo Boa.
Todos estos encuentros marcaron una nueva etapa del vanguardismo en el país y prepararon el camino para movimientos como el arte óptico y cinético (Julio Le Parc, Hugo Demarco y el platense Luis Tomasello), el informalismo (Kenneth Kemble, Fernando Maza y Mario Pucciarelli), la Nueva Figuración (Luis Felipe Noé, Jorge de la Vega, Ernesto Deira y Rómulo Macció), el arte destructivo (Barilari Kemble, Jorge López Anaya y Antonio Seguí) y el happening (Marta Minujín, Rodolfo Azaro, Margarita Paksa y León Ferrari). Estas tendencias, propias de la década del '60, tuvieron su epicentro en el Instituto Di Tella, que estimuló no sólo el uso de materiales no convencionales sino el abandono total de formalismos en un ámbito de absoluta libertad formal, en el que se borraban las fronteras entre creador, obra y vida cotidiana.
Simultáneamente, habían comenzado las primeras manifestaciones del conceptualismo, que puso su acento en lo irónico y caótico del desorden cotidiano. Sobre esta línea trabajaron Alberto Greco y Edgardo Antonio Vigo y, en un plano de acción pura, Nicolás García Uriburu y Carlos Ginsburg.
El cierre del Instituto Di Tella en 1970, por presión de las autoridades del gobierno militar, dio lugar al Centro de Arte y Comunicación, donde nacería el Grupo de los 13 (luego Grupo CAYC, a partir de 1975). Integrado por Jaques Bedel, Jorge Glusberg, Víctor Grippo y Clorindo Testa, entre otros, propiciaba exposiciones de arte conceptual, arte ecológico, arte pobre, arte de proposiciones y arte cibernético. Sin integrarse en propuestas colectivas, coincidieron desde distintas miradas sobre el concepto, Lea Lublin y Liliana Porter, quienes prefigurarían el neococeptualismo, encarnado posteriormente en Jorge Macchi y Juan Paparella.
Contrariamente, otros artistas mantenían el acento en las injusticias sociales, entre ellos Antonio Seguí, Carlos Gorriarena, Alberto Heredia y Jorge Demirjian. El realismo optó por una representación mimética del mundo, exacerbada a veces hasta un hiperrealismo preciosista como el que cultivaron Hugo Laurencena, Carlos Arnaiz o Héctor Giuffré. En esta línea y protagonizando experiencias vinculadas a la política, se destacó el grupo Tucumán arde, de Juan Pablo Renzi. Oscar Bony, Pablo Suárez y Diana Dowek pueden ser considerados parte de esta fusión entre arte y compromiso militante. Esta postura implicó retomar la senda del arte concreto basado en los principios de la percepción visual y la reivindicación de géneros tradicionales, como se ve en las obras de Víctor Magariños, María Martorell, Rogelio Polesello y los integrantes del Grupo de Arte Generativo, como Eduardo Mac Entyre y Miguel Ángel Vidal.
También por esos años se acentuó la expresión de la identidad latinoamericana, a través de técnicas y motivos propios del arte precolombino. En ese camino, Marcelo Bonevardi, Alejandro Puente y Pérez Celis alimentaron el denominado constructivismo rioplatense.
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