Se nuclean para buscar adrenalina en el cielo y repetir la experiencia liberadora de volar entre nubes. Ellos dicen: "Es como juntarse con amigos a jugar al fútbol en la plaza", y minimizan el vértigo de saltar desde 10 mil metros de altura.
El Club Escuela de Paracaidismo de La Plata funciona en las instalaciones del Aeroclub Tolosa desde hace más de 25 años y es una de las instituciones más antiguas del país. Cuenta con instructores habilitados por la Fuerza Aérea argentina, alumnos que se capacitan de manera regular para obtener su licencia de paracaidista deportivo, y público circunstancial atraído por la idea de hacer el salto de baustismo acompañado por un profesional.
Carlos Calafel, empresario de la industria gráfica y paracaidista desde hace 32 años, contó a Hoy que “hay cada vez mas gente haciendo los cursos y realizando los saltos de bautismo año a año”.
En general, dijo que “se trata de gente joven de entre 20 a 24 años que no tiene un perfil muy determinado” que “debe rendir todos los años un examen psicofísico en la Fuerza Aérea, al igual que lo hace un piloto, para poder obtener la licencia que los habilita para hacer los saltos”.
Por otra parte, Calafel contó que en el Club de Paracaidismo de Tolosa practican distintos abordajes como “saltos de competencia, saltos de bautismo con un paracaídas especial enganchado con un arnés a un instructor y salto libre, entre otros”.
Además se refirió a sus inicios y contó: “Cuando empezás es todo curiosidad por volar, pero, a medida que te vas metiendo, empezás a conocer las distintas variantes y te das cuenta que el paracaidismo es algo interminable y que nunca terminás de aprender”.
Ignacio Colado es ingeniero y paracaidista desde hace 9 años. Además de realizar saltos, Ignacio es el piloto de avión encargado de elevar por el aire a los miembros del Club de Paracaidismo de Tolosa.
En diálogo con Hoy, contó que “el paracaidismo es algo poco rutinario, te salís de lo cotidiano y te metés en otra realidad”.
Además detalló que “en invierno se salta un poco menos que en verano, que es cuando intentamos saltar todos los días. Lo que pasa es que en invierno a veces tenés una temperatura de 0 grados a 10.000 metros de altura y a eso se suma además, que caemos a una velocidad de 200 kilómetros por hora”.
Y agregó: “Saltar en paracaídas es como juntarte a jugar al fútbol en la plaza y pasar un buen momento con tus amigos”.
Seguridad y precaución
En diálogo con este medio, Carlos Calafel, paracaidista desde hace 32 años, empresario gráfico e instructor en el Club de Paracaidismo de Tolosa, dijo: “Tengo mas de 2.000 saltos” y aseguró que “cada salto es diferente”.
Además remarcó que “en paracaidismo, lo principal es la seguridad. Hay que prestar mucha atención al equipo, a los chequeos previos a la salida, estudiar bien el salto, la situación y tener en cuenta que, en muchos casos, estás saltado en caída libre con otra gente”.
Por otra parte, el experimentado paracaidista remarcó que “hoy en día tenemos la posibilidad de chequear las condiciones del clima con mucha anticipación. De esta manera, cuando hay nubes o viento sabemos cómo manejarnos y cómo tenemos que actuar”.
Y agregó que “hoy si sabemos que va a haber un día de mal tiempo, en el que pueden haber tormentas o lluvias fuertes, directamente suspendemos los encuentros”.
Por último, Calafel destacó que en paracaidismo “la cantidad de accidentes está en relación a la cantidad de saltos que haya por año. En Argentina no ocurren muchos accidentes y, por suerte, en nuestro club nunca se ha registrado ninguno”.
Genio y figura
Además de un gran artista del Renacimiento, el maestro Leonardo Da Vinci también pasó a la historia gracias a sus increíbles inventos. Entre algunos de ellos destacan los diseños de máquinas voladoras, trajes de buzo, tanques o armas de fuego mucho antes de que existiesen. Ahora, en pleno siglo XXI, se ha comprobado que uno de sus inventos funcionaba a la perfección: el paracaídas.
Después de 500 años, un paracaidista aficionado suizo, llamado Olivier Vietti-Teppa, se arrojó desde un helicóptero equipado con este peculiar paracaídas y, por suerte, comprobó que el genial Leonardo tenía razón.
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