lunes, 30 de marzo de 2009

Luego de ocho años vuelve Tito Cossa con una obra

Se trata de "Cuestión de principios" y se podrá ver en el Teatro del Pueblo.

Ana María Rago

El mismo describe la imagen visual y poética: en una mano, la pipa; en la otra, un vaso de vino. Con esa imagen sueña, sentado en su despacho de Argentores y se le dibuja una sonrisa cuando la enuncia. Esa imagen lo espera, al final de la jornada, en su casa. La desea. Es ese pequeño gusto que se permite a diario, para distenderse, para distraerse. Si le dicen Roberto, no se da por aludido, porque nadie lo llama por su nombre. Pide que no salga la botella de agua en la foto, para no derribar el mito. Ese es "Tito" Cossa, el autor de La Nona, el presidente de Argentores, uno de los fundadores de Teatro Abierto. Un emblema de la dramaturgia nacional.

Cuestión de principios es su obra más reciente; se estrenará el viernes en el Teatro del Pueblo (Av. Roque Sáenz Peña 943), protagonizada por Víctor Hugo Vieyra y Adriana Salonia, bajo la dirección de Hugo Urquijo. Aunque la gacetilla de prensa expresa que el autor, con esta pieza, vuelve a escribir después de ocho años -tiempo transcurrido desde que estrenó Pingüinos-, ha escrito en este período algunas cosas. "Adapté La novia de los forasteros, también María Estuardo. Además estrené Historia de varieté, que protagonizó Gogó Andreu, una obra basada en el histrionismo de un actor. También escribí, junto a otros dos autores, De cirujas, putas y suicidas. Y un monólogo para el Festival Internacional de Teatro de 2003", repasa.

¿Suele pasar mucho tiempo entre la escritura de una obra y otra?

Sí. Entre El avión negro y La Nona pasaron varios años. Me agarran cada tanto los pozos de aire. Lo que pasa es que soy vago, me cuesta sentarme a escribir. Me cuesta arrancar, después me cuesta seguir... Los primeros apuntes de esta obra los empecé en 2004. La tenía medio demorada, me faltaba un desenlace. Hasta que decidí terminarla.

Cuestión de principios enfrenta a un padre y a una hija: un hombre de 70 años y una mujer de 40, que atravesaron veinte años de peleas, silencios y fuertes conflictos. El es un sindicalista que ha tenido una larga militancia política. Ella, una exitosa autora de una importante editorial. El padre la manda llamar porque la necesita para dar forma a sus memorias, que acaba de terminar de escribir. Los principios de padre e hija se verán confrontados muy fuertemente a lo largo del desarrollo de la obra a medida que ellos se pongan a trabajar con el libro.

"En Argentores las cosas están tranquilas. Aunque nunca se está del todo tranquilo manejando una entidad, que implica ocuparse de lo administrativo, del vínculo con el personal y los socios, la junta, los juicios... Esta entidad atravesó una crisis institucional muy grave en enero de 2004 y todavía estamos pagando las consecuencias de eso", expresa Cossa, que asumió la presidencia en 2007. El va todos los días a Argentores, a cumplir con su deber. "Hay que estar", dice.

De "Pingüinos", ¿qué recuerdo tiene?

Fue un fracaso, así que es un recuerdo amargo. Es una obra en la que salí de mi estética, de mis personajes y me metí con los jóvenes. En el resto de mis obras, los personajes centrales crecen conmigo, siempre tienen mi misma edad.

¿Cada vez se vuelven más autobiográficas sus piezas?

No, no son autobiográficas. Eso lo tengo bastante claro. Nunca soy yo el personaje. El más cercano es Yepeto, porque es un escritor que tenía mi edad cuando la escribí. Pero tengo una estrategia, que es alejar al personaje. Por eso Yepeto no era dramaturgo, sino un narrador y su ideología no era la mía.

¿No hay parentesco entre usted y el protagonista de "Cuestión de principios"?

No, yo no soy tan rígido, no soy un moralista como él, ni soy sectario. Hay cosas que dice el personaje que sí tienen que ver con mi pensamiento ideológico. Pero él no actualiza su ideología, todavía tiene los viejos códigos del comunismo que falló, que fracasó.

Pero en su juventud, este personaje, ¿no se parece a "Tito" Cossa joven?

No, insisto: yo nunca me afilié a ningún partido, porque es inevitable ese sectarismo, esa rigidez. Nunca entendí por qué el mayor enemigo de un comunista era un trotskista. No soy sectario, porque tampoco soy tan militante. Si me tuviera que definir, soy más un humanista. A veces me he dicho marxista, pero no leí a Marx, debo haber leído dos páginas...

Entonces, ¿por qué se definió alguna vez como marxista?

Por ser simpatizante de la Unión Soviética, de la Revolución Cubana. De Marx conozco los títulos y son muy actuales. Yo creo que no puede haber un mundo de explotados, no se puede acumular riqueza con el trabajo del otro. En eso creo y eso deriva en el concepto de un mundo más igual, más solidario. El socialismo es la expresión de eso. Pero uno dice socialismo y no sabe qué está diciendo. Es como decir peronismo, cristianismo. Creo en la libertad, sin fanatismos, salvo por Boca...

¿Cuál es el disparador de este texto?

Un tema que me preocupa es el fracaso del socialismo. Creo que la ideología socialista está viva, en cuanto a que el capitalismo al no dar respuestas, propicia que quede sólo otro modelo que es el socialismo. Pero la Unión Soviética estuvo 70 años; hasta que cayó, todos sus habitantes nacieron o se educaron en el socialismo, y ¿cómo generó una sociedad como ésa? ¿Dónde está el hombre nuevo? Como yo no soy filósofo, ni siquiera politicólogo, opino desde el teatro. Echo una mirada sesgada, porque no estoy capacitado para una interpretación ideológica. Sí soy un observador.

Cossa estuvo cerca de personas como "PAPA", criatura de Cuestión de principios. "Sin ser un militante incorporado a un partido, en mi juventud estuve cerca de militantes comunistas, socialistas, de personas que se parecen al personaje. He conocido a militantes que odiaban a la gente, cosa que no entendía. Amaban al mundo, pero odiaban al vecino. O eso de ser comunista y maltratar a la sirvienta o pagarle poco a los obreros, porque había comunistas empresarios. Siempre me pareció incomprensible. Si se es comunista o socialista, lo primero que se es es solidario, hay amor a la gente, si no, no lo entiendo.

De todos modos, al personaje lo trata con bastante cariño.

Lo trato mal al comienzo, pero después me parece que lo recupero. Porque creo que este personaje, a diferencia de gente que conocí, era muy ético y eso hay que respetarlo.

En sus palabras, hay añoranza. "Yo soy antiguo. A mí me gusta que me cuenten una historia. Y cuando no me la cuentan o me la cuentan fracturada, siento una distancia. Me gustaría recuperar lo que me producía ver La muerte de un viajante, El zoo de cristal. Pero eso no es posible, por mi edad y porque ya tengo el paladar negro. Ya no hay nada que me produzca sorpresa", dice. Pero él sí, todavía, puede seguir sorprendiendo. Aunque: "Estoy seguro de que esta obra, a los jóvenes realizadores no les va a gustar, porque ellos no escriben así", arriesga.

Fuente: Clarín

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