lunes, 2 de marzo de 2009

Heiner Müller

Máquina Hamlet, Cuarteto y Medeamaterial

La catástrofe como drama

La reunión en un único volumen de Máquina Hamlet, Cuarteto y Medeamaterial, tres de las piezas centrales del alemán Heiner Müller, permite acceder, en traducciones argentinas, a la obra de un dramaturgo clave de la segunda mitad del siglo XX

Máquina Hamlet. Cuarteto. Medeamaterial
Por Heiner MüllerLosada/Trad.: Gabriela Massuh y Claudia Baricco/102 páginas/$ 29

Un día después de la llegada de Hitler al poder, en 1933, el niño Heiner Müller vivió esta escena: su padre, funcionario del Partido Socialdemócrata, fue detenido en su casa una oscura madrugada de invierno. Al niño lo despertaron ruidos, voces extrañas, pasos, libros arrojados. Al asomarse, vio que un hombre golpeaba a su padre en la cara. Se acostó de nuevo, aterrorizado, tapado hasta los ojos. Al abrirse la puerta de su cuarto, vio a su padre parado allí: la luz caía sobre su espalda y no podía distinguir sus rasgos; estaba rodeado por tres hombres con uniformes marrones. Su papá lo llamó suavemente pero él permaneció inmóvil. Antes de que cerraran la puerta, oyó que decía: "Está dormido". Así vivió Müller (Eppendorf, 1929-Berlín, 1995) las circunstancias más trágicas de la historia del siglo XX: con la sensación de "estar representando teatro". Para él, la catástrofe y el teatro siempre estuvieron unidos.

En el prólogo de este libro imprescindible, que reúne tres piezas, Federico Irazábal rinde cuenta de la presencia del dramaturgo alemán en el nuevo teatro argentino. Autora de un iluminador posfacio, Gabriela Massuh tradujo Máquina Hamlet y Cuarteto . La versión de Medeamaterial es de Claudia Baricco.

Müller fue comunista, pero vivió en la tensión del nazismo y luego en la República Democrática Alemana (RDA), donde fue prohibido y perseguido varias veces, a pesar de su afinidad ideológica, mientras era sospechado y criticado del otro lado del Muro. Asistió a la desaparición del comunismo, pero aguardaba con impaciencia la crisis del capitalismo occidental y tenía fe en América latina y el "tercer mundo". Creía que la sociedad industrial moderna tiende "a reprimir la fantasía, a instrumentalizarla, a yugularla en todo caso" y el teatro era, en cambio, el "laboratorio de la fantasía social". Mientras se decepcionaba del socialismo real, vivió en la contradicción entre el ideal utópico y su menesterosa caricatura; el desgarramiento y la esquizofrenia de Alemania entre dos modelos, "con un pie a cada lado del Muro". Su autobiografía dialogada, de 1992, se llamó Guerra sin batalla. Vida bajo dos dictaduras . Así, el verdadero tema de su teatro fue la derrota del humanismo occidental cuyo centro era Alemania. Para Müller, Stalingrado y la caída del Muro de Berlín eran dos acontecimientos históricos que había que pensar juntos.

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