jueves, 9 de octubre de 2008

En el nombre del padre

Yasmina Reza es francesa y autora de Conversaciones después de un entierro, que se estrena la semana que viene en el Teatro Broadway. Otras obras suyas que pasaron por los escenarios porteños fueron Art, Tres versiones de la vida y El hombre inesperado.

Una obra de la dramaturga francesa Yasmina Reza, la autora de "Art", se estrenó en la cartelera porteña. "Conversaciones después de un entierro" tiene la acidez y el humor necesarios para enfrentar un tema muy inquietante: la memoria de un muerto reciente. Un gran elenco que cuenta con la dirección de Luciano Suardi.

Por: María Ana Rago

La obra aborda un tema doloroso, pero con amor, con inteligencia y con humor", subraya Alejandro Awada, uno de los actores de Conversaciones después de un entierro, una pieza más de la dramaturga francesa Yasmina Reza, que por estos días se sumó a la cartelera porteña.

Los caminos de la vida llevan a los hombres por distintos recorridos. A veces, hay quienes se encuentran en algún trayecto común. Antes y después, los senderos se bifurcan. Natalia Lobo y Federico Olivera compartieron sus inicios actorales en la tele, en Son de Diez. "Somos como hermanos", dice ella. Este proyecto teatral los vuelve a reunir. Marta Bianchi y Héctor Giovine deseaban ser dirigidos por Luciano Suardi, a quien admiran y de quien habían visto muchas puestas: Conversaciones... les cumple ese anhelo. Carina Zampini nunca había hecho teatro comercial en Buenos Aires. Y aquí está, familiarizándose con un escenario de la calle Corrientes. Awada ya trabajó bajo las órdenes de Suardi y ahora se reencuentra con él.

Por el camino no sólo van los que lo transitan; también hay miradas intrusas que buscan compartir la experiencia de los otros, aunque más no sea, como espectadores. Clarín presenció un ensayo de la obra. La primera escena transcurre durante el entierro del padre, en un bosque. El hijo mayor, interpretado por Awada, lee las páginas de un cuaderno que el difunto escribió siendo joven y que revela datos de su historia. Los otros dos hijos, en la piel de Lobo y Olivera, escuchan compungidos. Más atrás, el cuñado del fallecido, junto a su mujer, también participan de ese momento, abrazados: a ellos los representan Bianchi y Giovine. Enseguida se incorpora a ese cuadro una presencia perturbadora: una mujer, compuesta por Zampini.

Conversaciones después de un entierro -que se presenta en el teatro Broadway-, relata el reencuentro familiar que se sucede tras la muerte de un ser querido. Nathan, Edith y Alex asisten al entierro de su padre junto con su tío Pierre, quien se encuentra acompañado de su mujer Julienne. La sorpresiva presencia de un personaje enigmático -Elisa, la ex mujer de Alex- durante el entierro, será el puntapié para traer a la memoria conflictos del pasado, historias que quedaron abiertas, resentimientos, secretos y demás confesiones propias del núcleo familiar, que dan cuenta de las tensiones en las relaciones humanas.

"Cuando mi madre murió, yo tenía 6 años", lee Nathan las palabras que les legó el fallecido. "Cuando mi padre desapareció, yo tenía 11 años y estábamos en guerra", continúa. Ese testimonio explica la educación rígida que dio a sus hijos ese hombre que, además, quedó viudo joven. El canto de los pájaros es la compañía que en una escena posterior les queda a los tres hermanos, en una charla que sigue al entierro.

Natalia y Carina no habían trabajado nunca juntas, no se conocían, pero enseguida surgió la afinidad entre ellas. Comparten la realidad de ser jóvenes que intentan compatibilizar el trabajo y la maternidad, sin restarles cantidad ni calidad de tiempo a sus hijos. "Te tenés que organizar", dice Natalia. "Y necesitás la ayuda de tu marido, de las abuelas", agrega Carina, quien alterna las grabaciones de Mujeres de nadie (Canal 13), con los ensayos de la obra. "Me queda un mes de este ritmo, después termino de grabar y me quedo sólo con el teatro", cuenta. El hijo de Natalia se llama Inti y tiene 6 años. El de Carina, Manuel, de 10. "Nosotras somos bastante parecidas: disfrutamos de estar en casa, de participar de las cosas de nuestros hijos, de nuestros maridos", aporta Carina. "De llevar e ir a buscar a la escuela a los chicos. El día que mi hijo empezó primer grado, fue el día que yo empezaba a grabar Epitafios y me lo perdí", se lamenta Natalia.

"Es una autora que me encanta", desliza Natalia a propósito de Yasmina Reza. Para Carina, esta puesta es su debut en el teatro comercial en Buenos Aires. "Lo primero que hice en este circuito fue Flores de acero, pero en gira", dice. "Hice teatro independiente de los 9 años a los 19, después empecé con la tele y al poco tiempo nació mi hijo. Y el teatro quedó relegado", relata Zampini.

"Me llegó el proyecto por Luciano, el director. Leí el texto y enseguida me sentí muy motivado por la obra, es muy interesante. La autora trabaja con varios planos, con cortes. Su forma de escribir, caprichosa, obliga al actor a buscar una conexión con lo que está diciendo", explica Olivera. Awada expresa que tenía muchas ganas de volver a ser dirigido por Suardi, bajo cuyas órdenes actuó en El pan de la locura. "Me gusta cómo dirige. Tiene una cercanía profunda con el actor: conoce el mundo del actor", dice Alejandro. "Además, me parece atractivo el tema que elige la autora como disparador: qué nos sucede como individuos a partir de una pérdida trascendental como es la muerte del padre", dice. "La idea de enterrar al padre funciona de algún modo como metáfora. Aparece la pregunta de quién es uno, si uno es en cuanto individuo o en relación al mandato familiar", reflexiona Federico.

La pieza, como tantas otras de la literatura universal, pone en primer plano a las relaciones humanas. "Habla de las dificultades en las relaciones. Toma el tema con mucha frescura, sin solemnidad. No enjuicia. Me gusta su mirada sobre las dificultades que tenemos como personas", dice Awada.

"Cuando me convocaron para este proyecto, yo ya conocía a la autora por otras obras. Algunas las vi acá y otras, en París", cuenta Marta Bianchi. "Me parece una autora inteligente, que tiene una manera de dialogar muy particu lar. Esta obra es entrañable, tiene un clima chejoviano, donde todo transcurre como transcurre la vida, 'no? Con alegría, con melancolía, con tristeza, con placeres. Los personajes están muy bien trazados, muy bien definidos. Es una obra coral", explica Marta. "Los diálogos son muy sintéticos, no son explicativos, pero por debajo, hay mucho contenido. Y el actor tiene que investigar", completa la actriz que el 20 de octubre, en un acto, será declarada Personalidad Ilustre de la Cultura, en la Legislatura de la Ciudad.

Giovine participó del rodaje de la película El ángel Lito, de Julio Ludueña, que acaba de terminar de filmarse, donde compone a un calesitero. Ahora lo encuentra muy entusiasmado el proyecto de Conversaciones después de un entierro. "Es una obra muy delicada, fina, con personajes riquísimos, con muchas historias cada uno", explica Héctor. "La muerte de un familiar provoca en los personajes un reordenamiento de sus vidas y los obliga a repensar lo que pasó. Y hay situaciones del pasado que aparecen en este presente de los protagonistas", cuenta el actor.

'Qué puntos de contacto encuentran entre este texto y otras obras de Yasmina Reza?

Alejandro: Estamos hablando de una de las autoras más renombradas de este momento. Se estrenan espectáculos de ella en todo el mundo. Es una autora muy valiosa. En cuanto al modo de narrar, le encuentro similitudes con El hombre inesperado.

Natalia: Me parece que ella es súper inteligente, sutil y muy moderna. Es una obra en la que aparentemente no pasa nada, pero pasa de todo. Es una puesta de climas. Tiene en común con las demás que no va al efecto.

Carina: Yasmina cuenta sensaciones, estados. No cuenta todo desde la palabra. Y eso está buenísimo. Como actores, nos exige un trabajo de búsqueda.

Héctor: De todas las obras que vi de la autora, ésta es la que más me gusta. Entre todas, hay un estilo común, pero me parece que ésta es diferente. Es una obra delicada, fina, con personajes muy entrañables. Uno le ve la humanidad a cada uno de los personajes, cree que son posibles. Además, son tratados con una enorme ternura por Yasmina, quien acaricia a los personajes, no los enjuicia, tiene piedad por ellos. Entiende que en la vida, cada uno resuelve las cosas como puede, no como quiere.

Y así están ellos, queriendo y pudiendo concretar, con entusiasmo y muchas horas de trabajo, este proyecto teatral que los reúne para contar una historia sobre la muerte y la vida.

Fuente: Clarín

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