lunes, 28 de julio de 2008

Daniel Veronese: "Cuando tengo tiempo libre, ensayo una obra"

Dirige cinco trabajos al mismo tiempo, ensaya otros dos y hasta armó un teatro en su propia casa. "Soy un excedido en todo", dice este hombre que se define como un obsesivo a la hora de trabajar y, también, un apegado a la periferia.

Por Sandra Comisso

Timbre B: casa del director Daniel Veronese; timbre C: teatro de Daniel Veronese. Algo lógico para alguien que no conoce el tiempo libre. Con cinco obras (entre propias y ajenas) en la cartelera porteña: Gorda, Teatro para pájaros, La noche canta sus canciones, Espía a una mujer que se mata y Open House, a los 52 años, el autor -tal vez uno de los hombres más productivos y activos de su ambiente- convirtió al teatro en su vida. Y no dudó en instalar una sala para 80 personas en su propia casa. Tan natural resulta el hecho de compartir hogar y trabajo que hasta sus dos gatos, Holanda y Negrita, se pasean orondamente entre los actores mientras dura la función.

¿Cómo se hace para repartir el trabajo de dirección entre tantas obras simultáneamente?

Bueno, todos los actores me reclaman que no voy a verlos. (Risas). Pero en realidad mi trabajo es como el de un malabarista con los platos que está atento a que no se le caiga ninguno. La que veo que empieza a girar de una manera extraña, la apuntalo. Pero en general, armo elencos que conservan la estructura de las primeras funciones y si se modifican, como sucede en todo espectáculo, en un devenir lógico, lo hacen en la manera correcta. Si el actor sabe lo que tiene que hacer y le satisface lo que hace, es probable que lo conserve. Por eso, en las puestas trato de generar un clima de consenso, que el actor esté cómodo, y crea en lo que hace. Además, algunas obras están en cartel hace algunos años y la permanencia se da porque el público la quiere ver, los actores la quieren hacer y yo quiero mostrarlas. También se acumulan porque yo trabajo mucho: cuando tengo un tiempo libre, ensayo una obra, y por lo general, ensayo dos al mismo tiempo. Hay obras que no puedo ponerlas en escena, porque los actores se repiten y por falta de tiempo. Pero el año que viene, me voy a mudar y lo que es ahora mi casa va a ser otra sala más. Así va a haber unas ocho obras en cartel, de lunes a lunes. Soy un obsesivo del trabajo: cuando tengo tiempo libre, genero; y cuando genero, después lo tengo que mostrar.

Ahora mismo, Veronese está ensayando dos clásicos de Henrik Ibsen: Casa de muñecas y Hedda Gabler (ver Sabías), con versiones propias que estrenará en agosto en su sala Fuga Cabrera, un reducto bastante escondido en el corazón del barrio de Palermo.

¿La clave es trabajar en equipo?

Yo creo firmemente en el grupo de trabajo. Tengo muy buenos asistentes, en los que confío y a veces, elijo primero a los actores y después la obra que voy a hacer con ellos: Eso me permite tener tranquilidad al saber que todo va a seguir el curso esperado.

¿Está en tus planes hacer cine?

Sí, hace mucho que lo estoy pensando. Tengo un proyecto de un director español sobre mi obra Mujeres soñaron caballos que se dio en Madrid y me propone hacer una versión cinematográfica, pero va un poco lento. La verdad, le tengo un poco de miedo al artificio cinematográfico, toda esa técnica al servicio de un producto que no se puede mover, salvo en la edición, tan distinto al teatro. En cine hay que pensar en planos, en ritmos. Pero es un desafío y creo que si me pongo, no saldría del cine con facilidad, siento que me atraparía. El problema es que estoy excedido en mi trabajo, me seduce lo que hago y no sé parar.

Evidentemente, frente a la posibilidad de hacer algo nuevo, no dudás...

No, es una necesidad creativa, indagar en lenguajes desconocidos, probar cosas nuevas. No me tomo descanso, porque para mí es un privilegio el teatro. No puedo decir trabajo de esto, yo vivo de esto, nadie me fuerza. Sólo yo puedo decir: este año paro tres meses pero después pienso, en tres meses puedo preparar dos o tres obras, surgen proyectos y si se dan las posibilidades y uno lo disfruta, ¿por qué no hacerlo? Soy excedido en todo. Además, creo que en terreno del arte decir que algo no se puede no es lógico. Justamente lo que no se puede o no se debe es lo que se tiene que investigar, ése lado oscuro es el que hay buscar.

Veronese, curiosamente, no trasmite un estado de exacerbada actividad. Al contrario, se sienta a conversar con toda paciencia. Y a pesar de su cargada agenda sabe hacerse tiempo para dedicarles a sus hijas: Valentina, de 11 años, y Juana, de dos meses, (bautizada así en honor a una de las abuelas del autor, de 93 años). "Las nenas están en dos momentos tan distintos, pero se llevan maravillosamente", dice.

El hombre no necesita hilo conductor para dar a conocer sus ideas: está acostumbrado a hacerlo. "Soy muy hedonista y no quiero hacer cosas que no me den placer. Así fue desde el principio. Empecé a trabajar de muy chico en la carpintería de mi padre y de mi abuelo, por necesidad, y estudiaba a la noche. Me crié en un ambiente que no tenía nada que ver con el arte. A los 25 años ya tenía 10 de oficio, de un oficio que me encanta, pero no para vivir de eso. Hago muebles porque tengo ganas, pero yo sabía desde chico que quería hacer otra cosa que me diera placer. Vengo de una familia en la que la cultura del trabajo no está asociada con lo placentero. Me costó encontrar qué era lo que yo quería. Busqué muchas cosas hasta que encontré los títeres, después pasé al teatro, la dramaturgia, la dirección y todo lo que vino después. Y ahora tal vez, el cine. Pienso que en un par de años, puedo estar haciendo algo completamente distinto y no me asusta pensar en eso.

Fue como un camino lógico pasar de la carpintería a las marionetas de madera y después a los actores de carne y hueso, casi como si fueras un Gepetto con muchos Pinochos.

Sí, fue natural pasar de las marionetas que fabricaba en esa carpintería que heredé y fundí para poder irme, fue como quemar las naves para no poder volver, al elenco de titiriteros del San Martín. Y luego a la escritura. Ir de los muñecos a los actores marca un arco coherente en la expresividad. Lo que sí me quedó es un gusto por la madera: su olor, su textura. Ahora junto vigas o pedazos de madera por la calle, o que traigo de los viajes.

Si no había antecedentes artísticos en tu familia, ¿de dónde viene tu inclinación por el arte?

Mi primer maestro, Ariel Bufano, cuando le preguntaban si de chico había tenido inclinación artística, respondía: Si, me encantaba treparme a los árboles. Y creo que el arte tiene que ver con una mirada distinta, con algún permiso. La creatividad puede estar en cualquier lugar y momento: tiene que ver con desarraigarse de la masividad, salir de un pensamiento común, de la manada que tiende a superficializar. Eso sí, ahí es donde uno se topa con sus contradicciones, sus grietas, sus fantasmas. No es fácil pero una vez que vas por ahí no podés volver atrás.



¿Qué temas te interesan tratar?

Antes escribía más sobre formas y procedimientos. Pero desde que nació mi primera hija, empecé a necesitar otra respuesta del público, empecé a buscar una emotividad que no buscaba antes. Yo quiero que en mis obras, el espectador entre de una manera y salga de otra, modificado, tocado. Antes todo pasaba por un proceso más racional y ahora prefiero que el pensamiento racional venga, en todo caso, después de la emoción. Todo lo contrario del distanciamiento. Es que ser padre me radicalizó: me hace ser más valiente y más temeroso a la vez.

Dispuesto a mostrarse transparente, Daniel Veronese cuenta que el nombre de su sala teatral, Fuga Cabrera, está asociado con la posibilidad de escapar. "Es un lugar que sale del centro, me gusta la periferia", dice él que alguna vez formó parte del grupo El Periférico de los Objetos. "Lo asocio con una definición que oí alguna vez y me parece exacta: El arte es un dardo arrojado en la oscuridad. Es confiar en tu intuición, desconocer el itinerario pero sí conocer el efecto. Es algo desconocido que te pone en crisis; una crisis te va a llevar a algún lado. Y yo, seguro, funciono mejor en el desconcierto que en la comodidad".
Fuente: Clarín

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