lunes, 10 de diciembre de 2007

Brisky y Quinteros en una película platense

Estrenan "Los chicos desaparecen" basada en una novela de Gabriel Bañez y dirigida por Marcos Rodríguez

Hoy a las 19, en el Cinema Rocha de nuestra ciudad se realizará una avant premiere del filme "Los chicos desaparecen", ópera prima de Marcos Rodríguez basada en el libro del escritor platense Gabriel Bañez y protagonizada por Norman Brisky, Lorenzo Quinteros y Ricardo Ibarlín.

Con la presencia del realizador, el productor Gustavo Alonso, y los actores se estrenará esta película que fue rodada en escenarios de nuestra ciudad y que cuenta la historia de Macías Moll (Norman Brisky), un viejo relojero de barrio que pasa sus días envuelto en cálculos sobre el tiempo.


Guiado por un profundos deseos, todas las tardes, a las seis en punto, intenta obstinadamente bajar tiempos y se lanza por las rampas de la plaza en su silla de ruedas. Allí es feliz, rodeado por los niños que lo vitorean.

"Mi personaje está en silla de ruedas y cada tarde busca la velocidad y el perfeccionamiento del rodamiento que realiza en las rampas de la plaza. Pero a partir de esta actividad se suceden cosas imprevisibles que determinan un giro policial y que permite que cada espectador le dé una interpretación a este cuento oscuro", cuenta Norman Brisky quien se mostró feliz de participar de esta ópera prima de un realizador que estudió en la Universidad de Cine de La Plata.

"Me gusta la idea de trabajar con gente joven de la Universidad de La Plata y de ayudar al resurgimiento del cine para que vuelva tener la importancia que la filmografía platense adquirió en su momento. Es que esta ciudad fue muy golpeada por la dictadura militar porque aquí siempre hubo muchos jóvenes pensantes y cuando regresé del exilio volví a encontrar en La Plata jóvenes con inquietudes", argumenta el actor ligado a nuestra ciudad ya que dictó aquí varios talleres de actuación y protagonizó obras como "El pan de la locura".

Sobre su personaje en "Los chicos desaparecen" sostuvo que "yo interpreto los roles pero no los inconscientes. En este caso se trata de un hombre que tiene un alto grado de obsesión y de orfandad, ligados a la mecánica (arregla relojes) y, me parece, que a la orfandad al no tener hijos. Además tiene un accionar muy singular porque nadie sabe mucho sobre su privacidad; el mutilado tiene algo muy fuerte con lo privado, y el afuera no sabe mucho de qué se trata".

En esta película la equilibrada balanza entre los deseos de este personaje (retornar a la niñez) y su presente de invalidez se ve amenazada por la sorpresiva desaparición de unos niños en la plaza y lo sitúa como único sospechoso de un hecho que toma estado público. Un inspector de policía a punto de jubilarse, un juez, un obispo, una bella y joven oficial, un ex diplomático irlandés y un placero forman parte de la galería de personajes que toman partido en esta trama que privilegia el relato policial y es, según los realizadores "una clara alegoría sobre el tiempo que no excluye lo fantástico ni los destellos de un humor casi siempre duro".

El filme se rodó íntegramente en la ciudad; en escenarios como la plaza Belgrano (de 13 entre 39 y 40), el club Meridiano V (67 entre 16 y 17), el Instituto Médico Platense (1 y 50), la Casa de Gobierno y el Rectorado (en este caso, los interiores: pasillo y Presidencia), entre algunos otros, como la avenida Antártida, la avenida 1 a la altura de calle 47, y algunas calles de Tolosa.

La música original de la película fue compuesta por el artista -también platense- Gustavo Astarita, y está interpretada por el grupo Mister America.

EL DIRECTOR

"El punto de vista de este relato es caprichoso y se corresponde con la silla de ruedas y la altura desde la que Macías ve el mundo" explica Marcos Rodríguez sobre la propuesta estética de su filme.

"La cámara especta la historia, salvo excepciones, como un voyeur de privilegio. Situada entonces a 1 metro de altura y provista de grandes angulares propone un espacio siempre distorsionado, caótico, que, sin embargo, encuentra su sistema en la lógica de composición de cada cuadro: forzados en su encuadre y en constante tensión desde la puesta en escena. Los angulares, cuando muestran algo tienden a mostrar todo; en cambio, los teleobjetivos se usan como signos de puntuación: rostros, detalles, etc. También se usan para los traslados de Macías por las calles de la ciudad. Los encuadres en fuga, levemente contrapicados se mantienen como una constante a lo largo del filme, al menos, cuando Macías domina la escena", agrega el realizador.

"La banda sonora que acompaña este relato tiene como pulsión básica un insistente y asincopado repiqueteo de relojes (leitmotiv). En cuanto se necesitan climas abruptos y sorpresivos se utiliza una doble orquestación; pudiendo reforzar, en el caso de la plaza, con texturas circenses; mientras que para los climas serenos el motivo 'tiempo' es oscuro y recurrente permaneciendo como efecto residual en aquellas escenas en las que predominan los diálogos" puntualiza.

"La suspensión del tiempo histórico es una constante que apuntala el relato en su universo fantástico. En los espacios cerrados la puesta en escena es deliberadamente abstracta impidiendo identificar la época. Los detalles de decorados (espejos, cuadros, escaleras, libros, etc) solo aparecen como extensiones de la psicología de los personajes. Elementos como el gran cuadro del prócer en el despacho del juez, la balanza de precisión en la casa de Mcornick; la relojería completa en el universo -Macías, dan clara cuenta de ello", finaliza.

Fuente: El Día

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