domingo, 3 de agosto de 2008

Falleció Pérez Celis

LO VELAN EN BOCA JUNIORS

El muralista, pintor y escultor murió ayer a la tarde en el sanatorio Otamendi porteño. Tenía 69 años y padecía una enfermedad en la sangre.

El reconocido artista plástico Pérez Celis falleció ayer a la tarde en la Ciudad de Buenos Aires, tras padecer una larga enfermedad que lo había obligado a permanecer internado en la Sanatorio Otamendi, confirmaron a DyN desde el centro asistencial.

El muralista, pintor y escultor nacido en Buenos Aires en 1939 fue autor de numerosas exhibiciones individuales y colectivas que fueron expuestas en diferentes lugares del mundo como Canadá, Europa y Japón.

Según indicó la familia tras el deceso, que se habría producido poco antes de las 17, los restos del reconocido artista serán velados a partir de las 9,30 en el hall central de la cancha de Boca Juniors, club del cual era hincha y donde realizó un mural.

Entre otros murales y esculturas públicos, donde Pérez Celis expresó su estética multifacética, están las de la Universidad de Morón, la Universidad de Belgrano, en la sede de Mercedes Benz en Japón, en el Patio de Madera en Rosario y en el porteño Edificio Fortabat.

Sus trabajos también pueden ser admirados en importantes colecciones privadas en Museos Nacionales e Internacionales y galerías como el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires y Nueva York, entre otros.

Además, obtuvo durante su larga vida premios y distinciones como del Jurado de Montecarlo y el premio a la trayectoria en Buenos Aires.

Según un perfil publicado por la agencia Télam, Pérez Celiz no eligió deliberadamente Buenos Aires para morir. Pero la enfermedad lo tomó -literalmente- cuando ya había decidido dejar Miami con su tercera mujer, Tamara, y radicarse definitivamente en la ciudad que lo vio nacer.

"No sé cuál es el detalle que la hace diferente. Pero es distinta de todas. No es una ciudad europea como dicen, porque si estuviera en Europa también sería distinta", decía de Buenos Aires. Y eso que vivió en varias ciudades del mundo.

Arrancó muy temprano con el pincel. Desde la adolescencia se atrevió a desafiar a su familia obrera, que vivía en el barrio de Liniers, y "que estaba convencida de que la pintura no era un trabajo", le contó a esta cronista.

"La primera exposición la hice a los 17 años en una vieja galería que se llamaba La Fantasma, en San Telmo. No sé cómo llegué con las telas y cartones, pero recuerdo que salió la primera nota periodística en el diario Democracia. Ese día me trajeron el desayuno a la cama", recordaba el artista con una sonrisa.

Pérez Celis era en realidad Celis Pérez. Un enroque divertido que eligió para firmar sus producciones y que inevitablemente tenía que explicar a todo periodista joven que lo entrevistaba por primera vez.

Solía decir que ni la mayor imaginación lo habría llevado a pensar que haciendo algo que le gustara tanto como pintar podía haberlo hecho vivir como vivió. "Soy un inconsciente que me dejé llevar", confesó.

Pérez Celis era un hombre apasionado. Entrar a su taller de Barracas - un gigantesco loft en el edificio "Central Park" era entrar a la dimensión de un torbellino que se fascinaba haciendo fascinar a sus invitados.

Era un obsesivo y disciplinado de su trabajo -pintaba desde muy temprano a la mañana, todos los días-; era un maniático divertido con algunos gustos culinarios -prohibido ponerle crema a una comida "porque no hay ningún animal adulto que tome leche"-, un gran amigo y un hombre encantador, como casi todos los artistas.

En vida no se animó a decir si su arte podría trascender. "¿Quién puede saber eso?", repreguntaba. De lo único que estaba seguro era de que "los cuadros son como los hijos: una vez que nacen tienen vida propia".

Por eso no tenía lo que él llamaba el "sentido de la propiedad", porque si a alguien le gusta un cuadro y se lo lleva está bien, porque el cuadro tiene su propio destino", decía.

Fuente: CríticaJustificar a ambos lados

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