martes, 26 de junio de 2007

Intimidades de un ensayo

Una de las muchas escenas en las que la experiencia previa y la puesta final terminan fundiéndose Foto: Grupo Suar

Final de obra (Argentina/2006). Guión y dirección: José Glusman. Fotografía: Daniel Roiz. Montaje: Emiliano Serra. Música: Carmen Baliero. Producción ejecutiva: José Glusman. Presentada por Grupo Suar y Hardbar. Hablada en español. Duración: 65 minutos (presentada en video) Calificación: para todo público.
Nuestra opinión: Muy buena

Al menos en la Argentina, no son frecuentes los documentales que tengan como protagonista un espectáculo teatral y menos todavía, como en el caso de esta propuesta del actor y también director José Glusman, cuya meta era dejar registro del ejercicio que, con un grupo numeroso de actores, precedió la puesta en escena de la pieza De mal en peor, en el Sportivo Teatral, a las órdenes del actor y el mismo formador de actores, además de director, Ricardo Bartís.

No es tarea sencilla, porque no se trata simplemente de poner imágenes a las confesiones de un autor que viene dando sobradas muestras, en diversos ámbitos, de su talento en una y otra disciplina tan vinculadas entre sí. En este caso, el desafío de Bartís era dar forma a una historia que, él mismo confiesa, abrevaría en los sainetes de ese gran dramaturgo y periodista uruguayo que fue Florencio Sánchez, esta vez a propósito de dos familias de clase alta porteña devaluada de fines del siglo XIX y principios del XX, unidas por una necesidad de sobrevivir a pesar de sus miserias, a cualquier precio, y relacionándose entre ellos en forma tortuosa y confusa, tan apasionada como despiadada. A fin de cuentas, arquetipos precursores de la clase media alta o viceversa, de una sociedad porteña que comenzaba a dar signos cada vez más acabados de sus profundas y múltiples contradicciones.

A la manera de director técnico de un equipo de fútbol, Bartís instruye a los numerosos integrantes de su plantel acerca de cómo desenvolverse, en principio sin recurrir a las palabras: guía su libertad de interpretar cada papel a partir de sus propias evoluciones dramáticas, para narrar una historia y, en la medida en que encuentran la forma de hacerlo, les apunta un texto que, si bien es respetado, termina puliéndose en la boca de cada uno de ellos. Así, una y otra vez, desplazándose por diferentes lugares de la vieja casa de la calle Thames, en Palermo Viejo, que sirve de sede al lugar donde Bartís enseña su arte y lo pone en funcionamiento, a la manera de un club en el que el teatro funciona como expresión genuina, con la que mente y cuerpo se unen para terminar ofreciendo un espectáculo trascendente.

Acertadas reflexiones

Si bien la idea es sacar partido de la propuesta de Bartís, Glusman construye una obra independiente, es decir que no requiere la visión de la pieza para su mejor comprensión. En ese sentido, consigue que el testimonio del autor y cada situación de ensayo completen un cuadro que permite al espectador una absoluta comprensión de la puesta que va por su tercera temporada consecutiva, entre otras cualidades, por su originalidad. La idea de crear dramaturgia en los ensayos queda expuesta a partir de las acertadas reflexiones de Bartís, subrayadas en cada caso por una selección de momentos culminantes en los que la cámara se inmiscuye entre actores y director, logrando encuadres de esos a los que solamente podrían acceder los espectadores ubicados en el ringside del Sportivo, una apropiada definición para una zona de la platea que rodea el lugar donde los personajes se enfrentan, la mayoría de las veces, con la idea de noquear con una mirada, un gesto o la expresión de su cuerpo a cualquiera que se atreva a desafiarlo.

Asegura Bartís que al no trabajar con textos ni aceptar su dominio, el ensayo se va abriendo cada vez más y hay momentos en que da la sensación de tratar de contener arena con las manos. La cuestión es que, incluso de diferentes formas, lo lograba con cada nueva función, igual que ahora Glusman, al retratarlo en la intimidad -y la permisividad- que da la media luz de un ensayo como éste.

Así, de manera clara y efectiva, Final de obra , la primera experiencia en el campo del documental de Glusman, consigue entusiasmar tanto a quienes no conocieron la puesta de Bartís como enriquecerla (a la manera de los buenos extras de DVD) para quienes sí la disfrutaron; aciertos para tener en cuenta, dignos de aplausos.

Claudio D. Minghetti

Fuente: La Nación

No hay comentarios: