A los 85, habla de la nueva puesta de "El pan de la locura", que estrenó en 1958. Una excusa para repasar su vida: un relato signado por notables como Margarita Xirgu, Javier Villafañe y Armando Discépolo.
Susana Villalba. ESPECIAL PARA CLARINTan emblemática como el pan y como la obra puede ser el recorrido de El pan de la locura. Hoy, los autores jóvenes pueden prejuzgarla un poco militante o didáctica pero en 1958, cuando Carlos Gorostiza la escribió y luego dirigió en el Teatro Cervantes, generó una polémica precisamente por lo contrario.
Era una época en que por ejemplo en el Teatro La Máscara le rechazaron a Gorostiza su propuesta de dirigir Las manos sucias, de Sartre, porque plantea las contradicciones de un militante. En cuanto a sus propias obras, ante El pan..., el teatro independiente del que Gorostiza provenía y la consideraron, como antes con El puente, que nuestro autor "no se jugaba a fondo". Lo cierto es que aún hoy, reestrenada en Buenos Aires en el Teatro Regio bajo la dirección de Luciano Suardi, El pan de la locura —Ana María Picchio, Alejandro Awada, Enrique Liporace, Osmar Núñez, Gabo Correa, entre otros— muestra la innegable vigencia de su tema. ¿Es que nada cambió en el país desde 1958?
Gorostiza recuerda, ahora, a los 85 impecables, cuando leyó la anécdota en una revista europea: en un pueblo francés la gente había enloquecido a raíz de algún componente o reacción química de un pan en mal estado o adulterado. Ese fue el disparador para escribir El pan de la locura, que terminó llevando el mismo título del artículo periodístico, aunque al principio se resistía a aceptar un título ya dado. Hasta que comprendió que ser autor también es saber "ver" ese título. Y ver la obra que esa frase contenía.
Cuenta también cuando Orestes Caviglia, entonces ya director del Teatro Cervantes, le solicitó que pusiera la obra a consideración del comité de selección de esa institución. Y ya elegida, mientras ensayaban en un patio que hoy es la sala chica del Teatro Cervantes, Margarita Xirgu, que ensayaba en la sala principal, lo dejó temblando de responsabilidad al señalarle el escenario grande con un teatral: "Aquí se lo dejo". Esa primera versión, que dirigió el mismo autor, fue interpretada por Carlos Carella y Oscar Robito.
Fue uno de los hitos fundamentales en el camino de Carlos Gorostiza, quien comenzó adolescente interpretando obras para el Patronato de la Resistencia Republicana Española en Buenos Aires. También escribió entonces obras de títeres para interpretar en hospitales, según las enseñanzas del mítico Javier Villafañe.
De ahí en más fue combinando, sin unirlas al principio, sus vocaciones: como escritor publicaba poemas en revistas literarias y como actor ingresó en 1942 al teatro La máscara bajo la dirección de Ricardo Passano. Allí se fue fogueando también como director hasta que, ante sus protestas porque se hacía un teatro calcado del extranjero, alguien le sugirió que entonces se ocupara de escribir otro. Ante este desafío surgió en 1949 El puente, novedosa entonces por su estructura de planos alternativos y por un naturalismo no esquemático.
No sólo fue un éxito en el ámbito independiente, Armando Discépolo ya se distinguía en un teatro comercial y le pidió la obra para realizarla paralelamente. "Se dio durante dos años y aún a sala llena se bajó por cansancio de los actores, no del público", recuerda Gorostiza.
En el 99 se celebraron los 50 años de esa obra con una puesta en el Teatro Cervantes que tuvo una excelente recepción. A ese primer texto dramático siguió un período de búsqueda del cual no todas sus obras conforman a Gorostiza hoy. Sí en cambio defiende El pan de la locura, al punto que la eligió para llevar el próximo noviembre a Madrid, al homenaje en que la Asociación de Autores Teatrales Españoles lo nombrará Socio de Honor.
Al reflexionar sobre los cambios de épocas que podrían ir dejando atrás la vigencia de las obras, además de considerar que "ahora hay más síntesis", Gorostiza recuerda cuando leyó El pan... ante Discépolo, Caviglia, Camilo Da Passano y todos coincidieron en que eran chocantes las "malas palabras". Y las sacó.
Gorostiza se ríe pensando en lo ingenuo que eso suena hoy ante el desboque de la TV. En la televisión también incursionó, justamente convocado a raíz del éxito de una puesta televisiva de El pan de la locura, por María Herminia Avellaneda; así, en el 63 fue el autor de una tira muy exitosa: Los otros, y aunque le valió un Martín Fierro, la levantaron "por mostrar que había pobres", dice. El pan de la locura también lo llevó a Venezuela invitado por la argentina impulsora del teatro venezolano, Juana Sujo; de hecho esta obra inauguró en 1960 el primer Teatro de Caracas, donde él fue director durante algunos años.
Miles de anécdotas y con los personajes claves de distintas épocas van marcando otros hitos en un camino siempre en movimiento. "La primera reunión de Teatro abierto la hicimos sentados en este mismo sillón", cuenta Carlos Gorostiza en un living que entonces se vuelve también emblema. Tanto las funciones de El pan de la locura como de La nona, de Tito Cossa, y tantas otras que intentaban sostener los que se reunían en el Teatro Lasalle, desde el 76, eran interrumpidas con amenazas de bomba o con clausuras. Hasta que el grupo se dispersó.
Sin embargo, sus integrantes volvieron luego a reunirse, al principio para no cumplir el objetivo buscado de separarlos, pero luego para reaccionar ante la eliminación de la materia Autor teatral argentino en la Escuela Nacional de Arte Dramático. "Además, a las preguntas sobre por qué no se interpretaban autores argentinos se respondía conveniente y oficialmente que no existían, que no se los podía inventar", agrega Gorostiza. La reacción: Teatro Abierto. 21 autores, 21 obras y cuadras de colas de un público ávido y que no se detuvo ni con la bomba que destruyó el teatro El Picadero.
Ya sin tanta densidad el camino pudo avanzar de otro modo: fue Secretario de Cultura en el 1983, ejerció la docencia en varias universidades del Exterior, ganó un Premio Planeta en el 99 por su novela Vuelan las palomas, así como el Premio Nacional de Literatura por Los cuartos oscuros y el de Teatro por Los prójimos. Y logró, además, numerosos reconocimientos internacionales y obras traducidas a varios idiomas, así como premios a la trayectoria y por sus aportes a la cultura otorgados, entre otros, por la Asociación de Actores, Argentores, el Gobierno de la Ciudad.
Sus memorias, El merodeador enmascarado, editadas por Planeta, son otro emblema de muestra cultura. También la revista del Teatro San Martín, acompañando el estreno de su obra, publica un artículo de memorias de este autor que ahora prefiere concentrar sus energías más en escribir que en dirigir: "estoy terminando El alma de papá, que se sumará a mis 30 obras escritas".
En cuanto al teatro actual, al que asiste a menudo, considera que los cambios que se fueron dando son la renovación constante. "El arte, el teatro, no debe detenerse a los cambios que da el camino, así como un día hubo luz eléctrica y dejó de haber velas".
Fuente: Clarín
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