martes, 28 de noviembre de 2000

POR LA REHABILITACION DE ALBERTO URE El cine, en solidaridad con el teatro

El lunes en el Lorange se estrenará Voyages, el filme de Emmanuel Finkiel premiado en Cannes. Las tres funciones del día serán a beneficio del director teatral, que ya ensaya su próxima puesta en escena.

IVANA COST

Hace tres años, Alberto Ure sufrió un accidente cerebrovascular. Desde entonces, no pudo actuar, dirigir ni enseñar a hacer teatro. La larga tarea de rehabilitación que inició poco después requiere mucho empeño —que a Ure le sobra— y mucho más dinero —que nunca alcanza—. Sus colegas, discípulos y amigos abrieron una cuenta en el banco Río, organizaron funciones a beneficio, donaron obras. El próximo estreno en la Argentina del filme Voyages, premiado como mejor ópera prima en el último festival de Cannes, ofrece otra ocasión para la solidaridad.

El encuentro de Ure con Emmanuel Finkiel, director de la muy valiosa Voyages (literalmente: viajes, pero traducida no en vano como Memoria), dio pie a una charla extensa y disfrutable. Allí se acordaron aspectos organizativos, se escucharon agradecimientos y se hizo pública una gran noticia: Ure vuelve a dirigir.

- ¿Vio la película Voyages?

- Sí, es una película triste. Me gustó.

- Un eje del filme es la búsqueda de una identidad perdida o fragmentada. ¿Siente que debe recuperar su identidad?

- No, ¿por qué?

- Porque supongo que la identidad es, en buena parte, el oficio, lo que uno hace todos los días. Y estar forzosamente alejado de ese oficio puede llevar a una crisis.

- Es cierto, sí. Bueno, si la perdí ya la encontraré de nuevo a la identidad. Pero me parece que ya apareció.

- ¿Cómo es eso?

- Que estoy ensayando. Un texto mío, La familia argentina. Antonio Grimau será un psicoanalista que se casa con Cristina Banegas, una arquitecta. Banegas tiene una hija, Belén Blanco. Y el tipo se calienta y se acuesta con la adolescente. Me gusta ese argumento. Me pregunto cuál es el efecto de la seducción de una chica de 20 sobre un tipo de mi edad. Ensayamos dos veces por semana en El Excéntrico. Hay otro proyecto que me trajo Humberto Tortonese: hacer El sirviente, con él en el papel que hizo Dick Bogarde en cine y Urdapilleta en el de James Fox. Mi papel es doble: Joseph Losey y Harold Pinter.

- ¿Tiene pensado mostrar La familia argentina al público?

- Claro, queremos estrenarla en marzo.

- ¿Por qué es la familia "argentina"? ¿Qué define su argentinidad?

- Que se arma en contra de todo.

- En una nota reciente, Banegas contaba que cuando lo vio trabajar a Tadeusz Kantor se dio cuenta de que hacía lo mismo que usted al dirigir: les hablaba a los actores al oído. ¿Cambió ahora su método?

- Bueno, tengo dificultad para moverme, pero hablo mucho con los actores... La historia me mandó ésta (echa una mirada a la silla de ruedas) y aprenderé a dirigir así.

- Una de sus batallas con el medio teatral empezó cuando mezcló actores de TV, algunos sin formación dramática, con grandes obras del teatro considerado culto. ¿Se mantiene fiel a esa idea?

- Sí, me sigue gustando mucho la mezcla de textos clásicos con los actores comerciales, porque creo que ellos producen una comunicación muy directa con el público. La imagen del actor es la mitad de lo que actúa. Uno que me interesa es Rodolfo Ranni: una muy buena mezcla de actor popular con el llamado culto.

- Desde el punto de vista de la actuación, más allá de la relación con el público, ¿qué es lo que le gusta de los actores de TV?

- Me gusta ver cómo rompen la tradición que arrastran. Y no sólo los de la TV. Los actores del método Stanislavsky también tienen una tradición. Me gusta ver el efecto que produce el texto en esas personas.

- ¿Cómo son sus ensayos ahora? ¿Sigue privilegiando las improvisaciones?

- Sí, improvisaciones muy disparatadas, porque la risa tiene un potencial de energía impresionante. Es una de las cosas que más disfrutábamos los actores y yo. Hay una buena anécdota al respecto. Habíamos hecho un recreo durante un ensayo de Los invertidos y Pablo Novak, que en ese momento era muy joven, le pregunta a Jorge Mayor: Decime, che ¿Ure nunca ensaya en serio?

- ¿Va al teatro?

- No, muy poco. Lo que vi fue Edipo por el Teatro Nacional de Grecia.

- ¿Qué le pareció?

- Nada. Aburrido. ¿No pudieron sacar ni una sola idea de Edipo? Sé que Villanueva estrenó algo de Thomas Bernhard ¿qué tal? Muy para intelectuales, ¿no?

- Me parece que la dificultad no es la oscuridad de Bernhard sino encontrar la manera de que los actores vuelvan ese texto creíble.

- Cuando un actor le decía a Elia Kazan que no sabía cómo hacer su papel, él contestaba: Usted lo va a hacer bien. ¿Por qué? Por la cantidad de plata que le están pagando, idiota. Y es cierto: la de actor es la profesión mejor paga del mundo. No vi lo nuevo de Tato Pavlovsky, ¿qué tal es?

- Hay un pequeño cuadro con el tema de La familia argentina. Pavlovsky también se pregunta ahí por el efecto de la seducción adolescente sobre un hombre de su edad.

- Entonces debe ser divertida la obra.

- ¿Le gusta volver a ver sus espectáculos una vez estrenados?

- Sí, me gusta ver los cambios que hicieron los actores. A veces son hallazgos. Después de estrenar El padre, de Strindberg —con un elenco de mujeres— fui a ver un ensayo y me dije: el que dirigió esto está loco. Pero me resultaba divertido ver a una mujer sexy haciendo de hombre.

- ¿Nunca sintió que no tenía ganas ni necesidad de decir nada en teatro?

- Sí, muchas veces. Pero para eso están los textos. Es imposible no tener nada que decir sobre un texto de Strindberg.

- Por lo que cuenta de sus proyectos, sus obsesiones siguen siendo las mismas...
- De Sófocles a esta parte han sido siempre las mismas.

Fuente: Clarín

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