TEATRO EXPERIMENTAL
La experimentación parece ser un sello del teatro argentino. Y en este momento hay en cartel obras que echan mano a imágenes impactante y situaciones límite, a mitad de camino entre el experimento y el shock. Aquí, un repaso a las puestas más radicales de las últimas temporadas y diversas opiniones sobre la cuestión.
IVANA COSTA
Si hay algo por lo que se destaca el teatro argentino dentro del teatro del mundo, si hay que buscar razones para explicar su presencia en festivales internacionales como los de Aviñón, Berlín, Barcelona, Manizales, Cádiz o Madrid, es por su altísimo nivel de experimentación. A falta de un sistema de fomento que institucionalice su lugar en la cultura, los creadores argentinos agudizan su mirada en busca de expresiones nuevas, más bellas, más eficaces, más contundentes.Sólo en Buenos Aires, de un año a esta parte se presentaron obras sin escenografía ni utilería ni iluminación, piezas en las que actúan ratas o gallinas. Intérpretes con distintos impedimentos físicos. Adaptaciones de textos que no nacieron para ser representados. Actores que se balancean a 50 metros de altura, actrices que orinan a centímetros de la platea, o que simulan transfusiones sanguíneas a la vista del público. Se trata de experimentos a riesgo. A riesgo de actores, dramaturgos, directores y también a riesgo del espectador. Como ocurre en el ámbito de la ciencia, no siempre la esforzada investigación alcanza resultados positivos. O la explosiva novedad que se preveía se reduce a un fogonazo intrascendente. O sucede que pasará mucho tiempo hasta que eso que aparecía como producto oscuro e inasible se convierta en semilla de nuevos lenguajes.
EN CARTEL. Entre los espectáculos actualmente en cartel, Cuerpos Abanderados, de Beatriz Catani, resulta uno de los más provocadores por la cantidad de efectos exhibidos. Encerradas en la penumbra de una inquietante cooperativa, dos hermanas tratan de escapar de la epidemia y la persecución que amenazan desde el exterior. Una tercera actriz reproduce, mediante la manipulación de dos ratas que se apretujan en una pecera, la situación sin salida de las hermanas. Cuando esta tercera actriz ahoga una rata, el público intuye que algo trágico le espera a las protagonistas. Si bien Cuerpos Abanderados trabaja sobre las propiedades expresivas de un cierto lenguaje, Catani (autora y directora) cuenta que el espectáculo se terminó de armar durante un año de trabajo con las actrices porque el objetivo era borrar todo estilo de actuación tradicional para lograr verosimilitud: Necesito creer eso que veo, que el texto sea verdad en las actrices.Ese objetivo llevó a incluir ratas vivas y muertas en escena, un actor que está inmóvil y completamente desnudo durante toda la función y las actrices haciendo sus necesidades: Quiero que el espectador se sienta espiando un universo femenino, y la mezcla de efectos de realidad en la ficción es una forma de involucrar más al público: la idea es investigar hasta dónde se puede tirar de esa cuerda y seguir sosteniendo la ficción.
Aunque el resultado de su búsqueda es radicalmente diferente, el dramaturgo Javier Daulte y la actriz Gabriela Izcovich tenían una meta muy parecida cuando empezaron a gestar, hace casi un año, el espectáculo Faros de color. Esta pieza es interpretada por tres actores sin apoyo escenográfico, sin utilería, desprovistos incluso del amparo de la luz en escena. La investigación se concentró en la actuación -dice Izcovich-: creemos y defendemos una actuación real, verdadera, convincente. Quisimos extremar el concepto de verosímil -dice Daulte- pero deshaciendo la ilusión de conseguirlo con elementos que no fueran el solo poder convocante del actor. Un actor que tiene absoluta certeza de lo que dice vuelve verosímil lo imposible.Federico León comparte la misma preocupación por la presencia de realidad en la representación (una búsqueda heredada de la vanguardia que hizo pie en el mítico Di Tella en los 60). En su última obra, Mil quinientos metros sobre el nivel de Jack, hay una actriz que se la pasa sumergida en una bañera, hay un actor de 11 años que dice un monólogo clave, hay agua que rebalsa hasta tocar los pies del público: Son elementos que encierran riesgo en la repetición -dice León-, y son en cierta forma incontrolables. Esos estados que uno supone irrepetibles crean un presente escénico, construyen realidad.
EXPERIMENTOS POR DOQUIER. La diosa, performance que lleva dirección de Leonor Manso, se concretó atendiendo a otra realidad: la social y la surgida del producto de una singular investigación sobre lo femenino. De La diosa participan doce actrices que se acercaron a Manso, más una veintena de actores invitados, incluyendo adolescentes que tocan rock en vivo y hasta un bebé, el pequeño Rocco Campochiaro, hijo de actores, que interpreta su propio nacimiento. No tenía el rigor profesional de una obra convencional -cuenta Manso-, pero necesitábamos plasmarlo en un producto comunitario. Atendiendo a esa vocación, La diosa no cobra entrada: trueca localidades por alimentos destinados a comedores barriales.Hay muchos otros artistas que hoy pueden encuadrarse en lo que llamamos teatro experimental. La recreación que hace La Pista 4 de la poesía de Perlongher, la huella trágica que deja el humor corrosivo del dúo Urdapilleta y Tortonese, el incesante trabajo que hace Rafael Spregelburd sobre las estructuras del texto dramático, los intentos de Miguel Guerberoff por reunir a Beckett con la música contemporánea o los hallazgos de Eva Halac en la mezcla de actores con marionetas son ejemplos de esta fecunda tarea de laboratorio. Como lo son también la sátira desmesurada y polifónica de Pornografía emocional, de José María Muscari, la particular atención al lenguaje que muestran algunas piezas de Marcelo Bertuccio e Ignacio Apolo o la mecánica simple y certera de obras como Venecia, de Jorge Accame (nacida de un experimento al cabo de un taller de dramaturgia). por suerte, compañías como El Periférico de Objetos (que trabajó con excelentes resultados el uso expresivo de muñecos y otros objetos) y De la Guarda (que les dio una vuelta de tuerca lúdica y onírica a las técnicas de teatro físico) siguen probando a pesar de haber alcanzado una fama internacional que les permitiría descansar sobre sus trabajos anteriores.
EFECTOS COLATERALES. Los intentos de construir realidad en la representación por medio de efectos esconden peligros y contraindicaciones. Sobre todo cuando se involucra al espectador en situaciones que comprometen pudor, espanto, asco, conmoción o temor por su propia seguridad. Cuando se lo participa de experiencias que lo dejan afuera de todo debate. O cuando se lo pone frente a animales: las ratas de Cuerpos abanderados, la gallina degollada en Zooedipous de El Periférico de Objetos, o los cerditos que usaba La Organización Negra en su legendario La tirolesa.La atención a estos efectos, que tienen naturalmente una intención provocadora, puede capturar definitivamente la atención del espectador, desviarlo de la ficción e inclusive perderlo. Y algunos creadores corren el peligro de cifrar altas expectativas en el resultado del proceso y perder perspectiva crítica acerca de sus logros.¿Puede un espectador discernir de antemano si lo que va a ver es parte de una legítima experimentación o una provocación destinada a morir en los pliegues de una memoria piadosa? En parte, la respuesta la dará un modesto sentido del gusto. Pero el veredicto definitivo lo dará el tiempo. Paciencia, entonces: algunos de estos ensayos están llamados a germinar el teatro de los días por venir.
Fuente: Clarín
La experimentación parece ser un sello del teatro argentino. Y en este momento hay en cartel obras que echan mano a imágenes impactante y situaciones límite, a mitad de camino entre el experimento y el shock. Aquí, un repaso a las puestas más radicales de las últimas temporadas y diversas opiniones sobre la cuestión.
IVANA COSTA
Si hay algo por lo que se destaca el teatro argentino dentro del teatro del mundo, si hay que buscar razones para explicar su presencia en festivales internacionales como los de Aviñón, Berlín, Barcelona, Manizales, Cádiz o Madrid, es por su altísimo nivel de experimentación. A falta de un sistema de fomento que institucionalice su lugar en la cultura, los creadores argentinos agudizan su mirada en busca de expresiones nuevas, más bellas, más eficaces, más contundentes.Sólo en Buenos Aires, de un año a esta parte se presentaron obras sin escenografía ni utilería ni iluminación, piezas en las que actúan ratas o gallinas. Intérpretes con distintos impedimentos físicos. Adaptaciones de textos que no nacieron para ser representados. Actores que se balancean a 50 metros de altura, actrices que orinan a centímetros de la platea, o que simulan transfusiones sanguíneas a la vista del público. Se trata de experimentos a riesgo. A riesgo de actores, dramaturgos, directores y también a riesgo del espectador. Como ocurre en el ámbito de la ciencia, no siempre la esforzada investigación alcanza resultados positivos. O la explosiva novedad que se preveía se reduce a un fogonazo intrascendente. O sucede que pasará mucho tiempo hasta que eso que aparecía como producto oscuro e inasible se convierta en semilla de nuevos lenguajes.
EN CARTEL. Entre los espectáculos actualmente en cartel, Cuerpos Abanderados, de Beatriz Catani, resulta uno de los más provocadores por la cantidad de efectos exhibidos. Encerradas en la penumbra de una inquietante cooperativa, dos hermanas tratan de escapar de la epidemia y la persecución que amenazan desde el exterior. Una tercera actriz reproduce, mediante la manipulación de dos ratas que se apretujan en una pecera, la situación sin salida de las hermanas. Cuando esta tercera actriz ahoga una rata, el público intuye que algo trágico le espera a las protagonistas. Si bien Cuerpos Abanderados trabaja sobre las propiedades expresivas de un cierto lenguaje, Catani (autora y directora) cuenta que el espectáculo se terminó de armar durante un año de trabajo con las actrices porque el objetivo era borrar todo estilo de actuación tradicional para lograr verosimilitud: Necesito creer eso que veo, que el texto sea verdad en las actrices.Ese objetivo llevó a incluir ratas vivas y muertas en escena, un actor que está inmóvil y completamente desnudo durante toda la función y las actrices haciendo sus necesidades: Quiero que el espectador se sienta espiando un universo femenino, y la mezcla de efectos de realidad en la ficción es una forma de involucrar más al público: la idea es investigar hasta dónde se puede tirar de esa cuerda y seguir sosteniendo la ficción.
Aunque el resultado de su búsqueda es radicalmente diferente, el dramaturgo Javier Daulte y la actriz Gabriela Izcovich tenían una meta muy parecida cuando empezaron a gestar, hace casi un año, el espectáculo Faros de color. Esta pieza es interpretada por tres actores sin apoyo escenográfico, sin utilería, desprovistos incluso del amparo de la luz en escena. La investigación se concentró en la actuación -dice Izcovich-: creemos y defendemos una actuación real, verdadera, convincente. Quisimos extremar el concepto de verosímil -dice Daulte- pero deshaciendo la ilusión de conseguirlo con elementos que no fueran el solo poder convocante del actor. Un actor que tiene absoluta certeza de lo que dice vuelve verosímil lo imposible.Federico León comparte la misma preocupación por la presencia de realidad en la representación (una búsqueda heredada de la vanguardia que hizo pie en el mítico Di Tella en los 60). En su última obra, Mil quinientos metros sobre el nivel de Jack, hay una actriz que se la pasa sumergida en una bañera, hay un actor de 11 años que dice un monólogo clave, hay agua que rebalsa hasta tocar los pies del público: Son elementos que encierran riesgo en la repetición -dice León-, y son en cierta forma incontrolables. Esos estados que uno supone irrepetibles crean un presente escénico, construyen realidad.
EXPERIMENTOS POR DOQUIER. La diosa, performance que lleva dirección de Leonor Manso, se concretó atendiendo a otra realidad: la social y la surgida del producto de una singular investigación sobre lo femenino. De La diosa participan doce actrices que se acercaron a Manso, más una veintena de actores invitados, incluyendo adolescentes que tocan rock en vivo y hasta un bebé, el pequeño Rocco Campochiaro, hijo de actores, que interpreta su propio nacimiento. No tenía el rigor profesional de una obra convencional -cuenta Manso-, pero necesitábamos plasmarlo en un producto comunitario. Atendiendo a esa vocación, La diosa no cobra entrada: trueca localidades por alimentos destinados a comedores barriales.Hay muchos otros artistas que hoy pueden encuadrarse en lo que llamamos teatro experimental. La recreación que hace La Pista 4 de la poesía de Perlongher, la huella trágica que deja el humor corrosivo del dúo Urdapilleta y Tortonese, el incesante trabajo que hace Rafael Spregelburd sobre las estructuras del texto dramático, los intentos de Miguel Guerberoff por reunir a Beckett con la música contemporánea o los hallazgos de Eva Halac en la mezcla de actores con marionetas son ejemplos de esta fecunda tarea de laboratorio. Como lo son también la sátira desmesurada y polifónica de Pornografía emocional, de José María Muscari, la particular atención al lenguaje que muestran algunas piezas de Marcelo Bertuccio e Ignacio Apolo o la mecánica simple y certera de obras como Venecia, de Jorge Accame (nacida de un experimento al cabo de un taller de dramaturgia). por suerte, compañías como El Periférico de Objetos (que trabajó con excelentes resultados el uso expresivo de muñecos y otros objetos) y De la Guarda (que les dio una vuelta de tuerca lúdica y onírica a las técnicas de teatro físico) siguen probando a pesar de haber alcanzado una fama internacional que les permitiría descansar sobre sus trabajos anteriores.
EFECTOS COLATERALES. Los intentos de construir realidad en la representación por medio de efectos esconden peligros y contraindicaciones. Sobre todo cuando se involucra al espectador en situaciones que comprometen pudor, espanto, asco, conmoción o temor por su propia seguridad. Cuando se lo participa de experiencias que lo dejan afuera de todo debate. O cuando se lo pone frente a animales: las ratas de Cuerpos abanderados, la gallina degollada en Zooedipous de El Periférico de Objetos, o los cerditos que usaba La Organización Negra en su legendario La tirolesa.La atención a estos efectos, que tienen naturalmente una intención provocadora, puede capturar definitivamente la atención del espectador, desviarlo de la ficción e inclusive perderlo. Y algunos creadores corren el peligro de cifrar altas expectativas en el resultado del proceso y perder perspectiva crítica acerca de sus logros.¿Puede un espectador discernir de antemano si lo que va a ver es parte de una legítima experimentación o una provocación destinada a morir en los pliegues de una memoria piadosa? En parte, la respuesta la dará un modesto sentido del gusto. Pero el veredicto definitivo lo dará el tiempo. Paciencia, entonces: algunos de estos ensayos están llamados a germinar el teatro de los días por venir.
Fuente: Clarín
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