viernes, 1 de octubre de 1999

Festival de teatro y política cultural

En su origen, la palabra persona se refería a la máscara que utilizaban los actores en las representaciones teatrales. Este significado no parece casual, ya que a través del teatro, de las tragedias y de las comedias los griegos reflexionaban, por ejemplo, sobre las tensiones entre el individuo y el poder estatal, y los romanos concibieron el teatro como la imagen del mundo. A través del teatro, se podría decir entonces, las mujeres y hombres nos hemos ido haciendo personas.La inmensa fascinación que despierta el teatro sigue en pie, y es que, como decía Aristóteles, el teatro permite purificar nuestras emociones.No debería, entonces, resultar extraño que se organizara un festival internacional que tuviera como centro el teatro. Sin embargo, sorprende gratamente que durante 18 días más de sesenta mil personas concurrieron al II Festival Internacional de Buenos Aires, atraídas por la música, la danza y, fundamentalmente, el teatro. En el festival se ofrecieron más de 120 funciones y fueron seguidas por un público interesado y ávido por ver obras de autores consagrados que jamás habían sido ofrecidas en el país.El festival fue organizado por la Secretaría de Cultura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que dispuso de un presupuesto cercano al medio millón de dólares y contó con una correcta selección de las obras a representar. A juzgar por la cantidad de espectadores, el festival también se puede calificar como una experiencia exitosa, que debe continuar.Facilitó la asistencia del público el hecho de que los espectáculos nacionales fueran de acceso gratuito. Por otro lado, la presencia de obras de personalidades innovadoras como Peter Brook y Robert Wilson, junto con otras propuestas audaces y arriesgadas, hicieron posible que el público pudiera conocer y juzgar las fronteras de un arte fundamental.El festival permitió, también, observar lo bien que pueden funcionar algunas salas teatrales con el equipamiento técnico indispensable. En este sentido, es de esperar que los recursos utilizados durante la programación del festival se incorporen definitivamente a las distintas salas.Además, para una próxima edición se deberá tener cuidado, también, en que una actividad de estas dimensiones no deteriore el esfuerzo con que se llevan adelante los espectáculos teatrales programados en la cartelera porteña. Tampoco se debe caer en la tentación de reducir la política cultural a la organización de festivales que, además de su función artística y social, pueden operar como propaganda de la gestión oficial.

Fuente: Clarín

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