lunes, 16 de enero de 2006

Fernando Arrabal: ¿genio o santo?

En el cincuenta aniversario de su estancia en París

Marie-L. Gazarian-Gautier

St. John’s University, Nueva York

Fernando Arrabal cumplió el 11 de agosto 73 años. De esos años la mayor parte la pasó en Francia donde se celebra este año el cincuenta aniversario de su larga estadía en París, su segunda patria. Forma con otros escritores y artistas lo que se puede llamar "la escuela de París". Pero se siente como si estuviera de paso, con las maletas hechas, sin horario fijo para viajar. En realidad ha creado un puente entre Francia y España, entre ambas culturas.

Escritor polifacético, humanista inclasificable, tiene una visión amplia del mundo. Al mismo tiempo, sin embargo, se considera como "un modesto embajador de España". Visitarle en su piso de la capital francesa es hacer un viaje a España, pisar el suelo de Ciudad Rodrigo o el de Melilla. Es también hacer un viaje hacia la infancia, sentir la presencia de su madre y de aquel padre desaparecido al que tanto ha querido y quiere y que parece estar en cada rincón de su casa, en cada uno de sus libros, en cada una de sus obras de teatro, en cada una de sus palabras. Incluso, me atrevería a decir en cada uno de los cuadros que adornan las paredes de su apartamento y que representan la figura de Fernando Arrabal, el escritor, bajo todas las formas imaginables y a todas las edades. Esta obsesión con su propia imagen es tal vez un juego que nuestro autor emprende con las múltiples facetas de su personalidad y de su obra, pero también podría ser una manera subconsciente o no de alcanzar a entrever en ellas el reflejo de su propio padre cuyas fotos su madre había eliminado del álbum de familia. Escribió en su novela Ceremonia por un teniente abandonado una frase reveladora dirigida a su madre: "Para negarte inventé subterfugios: Juego a ser mi propio padre y a veces creo conseguirlo".

Investigador infatigable, Arrabal ha querido a toda costa dar con la verdad última: ¿murió su padre, Fernando Arrabal Ruiz, al escaparse del hospital militar donde estaba encarcelado, con el pijama que llevaba puesto, un día de nieve y de frío de enero de 1942, o lo mataron cobardemente sin dejar huellas del crimen? Tiene de ese padre, joven teniente en la armada republicana y pintor de afición, retratista de gran talento, dos recuerdos conmovedores: El primero cuando tenía tres años y le tapaba los pies en la arena en la playa de Melilla: "Recuerdo sus manos sobre mis piernas, tenía tres años, mientras el sol brillaba, el corazón y el diamante estallaban en infinitas gotas de agua". El segundo es de una máquina de tren de madera, regalo de Reyes que le confeccionó con ternura mientras estuvo en la cárcel. Llevaba de letrero: "Recuerda a tu papá". Recuerdos que mantiene glorificados en la memoria hasta el presente. Ha dicho Arrabal en cierta ocasión: "La inteligencia es el arte de servirse de la memoria. Y la imaginación es el arte de combinar los recuerdos". También ha dicho recientemente al evocar la época bárbara y a la vez sentimental e inocente de su infancia: "La imaginación se presentaba como una mujer capaz de combinar mis recuerdos".

Arrabal, producto doloroso de la guerra civil española, a la que llama "madrastra historia", ha vivido la mayor parte de su vida marcado por el trauma de la desaparición del padre, frente a la incertidumbre de su muerte y a su posible existencia, aunque fuese mínima. No hay piedra ni documentos que testimonien de su fallecimiento, como tampoco hay testimonio de su vida después de aquella fecha fatídica. El silencio que mantuvo su propia madre, Carmen Terán González, sobre el drama personal, haciéndole creer a su familia que era viuda cuando no lo era, apartó al hijo de una madre a quien adoraba, cuando se enteró de la verdad. Sólo poco antes de la muerte de doña Carmen, acontecida el 25 de diciembre de 2000, en Madrid, a la edad de 94 años, vino el perdón y la reconciliación entre madre e hijo. Carta de amor (como un suplicio chino) representa una de las páginas más líricas, tiernas y, a la vez, desgarradoras, dedicadas a su madre, en las que por fin se rompe el silencio. Es un canto de amor que me trae al recuerdo las amapolas que solía Arrabal regalar a su madre de pequeño:

A ti y a mí

La guerra civil,

Madrastra historia,

Nos infligió este martirio chino.

A punto estuvimos de devorarnos.

Pero incluso prisionero de la fatalidad

Soñaba con la esperanza.

Aquella que alimentó mi infancia

Y mi adolescencia

... contigo.

Su padre, figura anhelada a la que ha buscado toda su vida a través de programas de televisión y encuestas, entrevistando a personas que hubieran podido dar señales de él, se fue poco a poco convirtiendo en un mito creador, superior a cualquier ser de carne y hueso. Su padre encarnaba la libertad. Detenido el 17 de julio de 1936 por sus convicciones republicanas, declaró "Soy partidiario de la República y de la libertad" cuando quisieron sus amigos que, al estallar la guerra civil en Melilla, cambiara de opinión. Y el poeta dramaturgo clama: "Escribo empujado por el ala de la libertad". Lo que explica por qué su obra es un grito en contra de toda violación de libertad, y la razón por la cual es una larga ceremonia de la confusión y de lo que podría interpretarse como provocación, rebeldía e inconformismo. El narrador/autor usa la estrategia de la ambivalencia donde opone el amor al odio. Al lado del verdugo va la víctima, al lado de la tortura va la ternura, al lado de las lágrimas va la risa. Pero su obra es por encima de todo una obra de amor y seducción.

El propósito de Fernando Arrabal ha sido, más que enseñar y confundir por medio de la ceremonia y de los rituales, llegar a entender e interpretar la sorpresa de la existencia. Su obra, a veces exhibicionista, a veces de una gran delicadeza espiritual, en forma espiral, en un ascenso hacia el cielo, nos sacude y nos conmueve. Nos acerca a unas respuestas frente a la angustia existencial. A mi pregunta, "¿Te consideras como un hermano menor de Cervantes o como su alma gemela?", me contesta: "Creo que hay que tomar en cuenta que todo está perfumado, habitado y herido por la confusión. Lo que Cervantes y Shakespeare llamaban la ambigüedad. Los dos se refieren a ella. ...Y Dios los hace morir el mismo día, del mismo mes, del mismo año. Pero a causa de los calendarios gregoriano y anglicano, con una semana de diferencia. ¿Por motivos obvios? ¿Para que comprendamos que el mundo es incontrolable? ¿Dios se refiere a la mecánica cuántica y al último avatar de las matemáticas, que ya no son las fractales, ni la teoría de conjuntos, sino que es la teoría de motivos? ¿Nos está hablando Dios en el siglo XVII a través de los dos?"

La escritura ha sido para Fernando Arrabal su catarsis, su salvación, su salvavidas para no naufragar en un mar de lágrimas. Lo más probable, me comenta el gran autor y "oráculo de nuestro tiempo", como lo califica su hija Lélia en el prólogo del libro que estoy hilvanando sobre él, es que si no hubiera habido una guerra civil y no hubiera desaparecido su padre, hubiera sido "matemático" y "feliz". Su hijo Samuel es doctor en biología molecular, investigador del prión. En particular de la llamada vaca loca.

Autor de espaldas a las modas y una de las personalidades más controvertidas de su tiempo, ha recibido el reconocimiento internacional tanto por su teatro como por sus novelas y su prosa periodística. Pero tal vez la niña de sus ojos, como lo fue también para Cervantes, es la poesía. Ha escrito más de setecientos libros de bibliofilia. Vive la obra y juega con la vida como si se tratara de una partida de ajedrez, una de sus grandes pasiones y arte y ciencia en que se esmera. Experto en el arte del ajedrez, escribe una crónica sobre ese tema para la revista francesa L’Express desde hace treinta años.

Es cierto que si tiene una pasión por las artes, también tiene una fascinación por todas las ciencias. Desde el 20 de abril de 2000 Arrabal es uno de los cinco Trascendentes Sátrapas (con Baudillard, Darío Fo, Humberto Eco y Sanguinetti) del Colegio de Patafísica, donde lo canonizaron con el nombre de San Fando. Esta ciencia debe su origen a Alfred Jarry, el autor de Ubú rey. Consiste en ser una disciplina que, sin ninguna disciplina, propone soluciones imaginarias. Sirve de máquina para explorar el mundo, lo que para él representa una fuerza motriz esencial. Luce Moreau-Arrabal, su mujer y colaboradora, traductora de su obra desde hace cincuenta años, fue alzada a la dignidad de Santa Lis en la puerta principal de la Catedral de Notre-Dame de París, el 15 de diciembre de 2002, en presencia de dos mil personas. En su discurso dijo ella: "... Hace cincuenta años, Fernando y yo en Segovia nos sentamos en el trono de los Reyes Católicos, cuyo lema era: ‘Tanto monta monta tanto Isabel como Fernando’. Hoy diré, para concluir, ‘Tanto monta monta tanto Santa Lis como San Fando’...". Con la humildad que la caracteriza, Luce exclama: "Llevo su nombre pero no su aureola". El mismo Arrabal declara que su mujer es su primera lectora y el gran amor de su vida. La última entrevista que le hice se transformó en un canto a su mujer, en celebración de las bodas de oro. San Fando/Fernando y Santa Lis/Luce son la fuente de inspiración de Fando y Lis, su obra de teatro que ha tenido un éxito mundial. "Yo no puedo escribir nada más que mi biografía, la propia biografía, la biografía de la gente que me rodea", me cuenta el autor. El yo y mi entorno, el yo y mis circunstancias.

Autor de más de 200 obras de teatro, Arrabal es la figura máxima del teatro de vanguardia. Su obra forma parte de la literatura tanto francesa como española y universal. En 1961 conoce a André Breton y se acerca al movimiento surrealista, participando en las reuniones del Café La Promenade de Vénus, y en 1963 funda el teatro Pánico con Alejandro Jodorowsky y Roland Topor. Así explica en una entrevista llevada a cabo por Javier Esteban en qué consiste esa etapa literaria: "El ‘Pánico’ es la crítica de la razón pura, es la pan-dilla sin leyes y sin mando, es la explosión de ‘Pan’ (todo), es el respeto irrespetuoso al dios Pan, es el himno al talento... loco, es el antimovimiento, es el rechazo a la ‘seriedad’, es el canto a la fatal ambigüedad...". Como dijo el 11 de noviembre de este año, en mi clase de creación literaria, el dios Pan evoca la confusión al provocar alternativamente la risa o el pavor.

¿No será un ejemplo del dios Pan bailar ante el Rey, en vez de dar una conferencia? ¿O no contestar a las preguntas en una entrevista sino seguir con la conferencia que tiene en mente y hablar sobre lo que él pretendía hablar y luego llamar a la entrevista una conferencia? Escribe el autor en El Mundo del 13 de febrero de 2005: "He bailado una conferencia ante el Rey y el ‘Mariano de Cavia’... A veces he pronunciado conferencias en dos andanzas: El último 8 de noviembre comencé la primera parte en el Cervantes de NY. Y al día siguiente concluí el segundo acto en ‘Sigma Delta Pi’ [en St. John’s University]. Marie-Lise Gazarian filmó los dos episodios y los montó, animada por la inspiración, con fundido-encadenados. Toda mi vida ¿está encerrada en mis conferencias?"

Se le cataloga a Arrabal como escritor surrealista y se asemeja también a los beatniks, pero su obra es única y no se puede ni se debe encasillar. Dijo de él Camilo José Cela: "Fernando Arrabal posee el incalculable tesoro de tener voz propia". Y Juan Goytisolo agrega: "Si no existiese Arrabal, ¡habría que inventarlo!" En uno de sus poemas pánicos, "El teatro... ¡Qué ilusión!", Arrabal describe su convivencia constante con el teatro, presencia llena de contrastes más opuestos, lo divino con lo satánico, obra que abarca todas las artes y todas las ciencias y reside entre cielo y tierra, o, según uno de los títulos de su obra, entre "el cielo y mierda", de lo más elevado a lo más bajo y obsceno:

Casi todas las noches me visita, sin cita,

El teatro.

Espero su llegada tiritando de susto y

[gusto.

¡Qué ocurrencias tiene,

y qué sorpresas tan obscenas me pone en

escena tras la cena!

Una noche llegó desnudo,

Como la "primavera" de Bottticelli

Con una conejilla entre las piernas.

¡Qué senos y qué sino!

Sus ojos trasplantados en el pubis

me guiñaban descarada y

[descarnadamente.

Cuando no me visita es porque estoy de

[viaje

Para verle presentado o representado.

Nadie sabe tanto como él

De Poesía y de Filosofía,

de Astrofísica y de Alquimia,

de Dios y del Diablo,

de Muerte y de Amor.

¡Qué ilusión!

Cómo temo

(cuando estoy solo viendo mi teatro)

que caiga el telón.

A los diez años en 1942 sale premiado en el concurso nacional para niños superdotados, de adulto con su incesante curiosidad y desbordante capacidad de asombrarse y asombrar, nunca deja de explorar territorios nuevos. Creador único, su obra lo abarca todo, desde la literatura en sus formas más múltiples hasta las artes, la filosofía, la religión y las ciencias tanto naturales como la patafísica. Nuestro dramaturgo y cineasta comunica con su público y lo sorprende y lo subyuga por medio de cartas, conferencias, teatro, novelas, ensayos, artículos, películas, fotografía, poesía, dibujos, collage, partidas de ajedrez. Además, ha inventado un nuevo género al que llama: "Definiciones, jaculatorias y arrabalescos". Su teatro completo, en dos volúmenes de más de dos mil páginas, hace de él un dramaturgo que, como Lope de Vega, podría llevar el título de "Monstruo de la naturaleza" por la magnitud de su obra. Mira el porvenir del teatro en el siglo XXI de una manera optimista: Con la voz de un profeta, declara: "Estamos en un momento de gran creatividad donde se está escribiendo el mejor teatro".

Hombre de teatro, no se le entrevista, se le escucha. Quiere dominar al entrevistador y llevarlo por el camino que él mismo traza. Suele hablar poco de sí mismo y evade las preguntas directas, ya que prefiere discurrir sobre temas que le atañen como, por ejemplo, la ciencia cuántica, las matemáticas, Dios, las grandes figuras del pasado y del presente, o reflexionar sencillamente sobre sus amigos con los que acaba de pasar una tarde o los que forman parte de las reuniones de los jueves en su casa. Hombre generoso y sincero, esencialmente tímido, siente la necesidad de rodearse de sus amigos poetas, filósofos, científicos y matemáticos.

Curiosamente su obra, al contrario, es una teatralización de la vida y su vida se asemeja a una obra de teatro. Se le ha llamado "l’enfant terrible", de la misma manera que llamaron así a Camilo José Cela, a quien mucho admiraba. No es un escritor comprometido, no hace política; sin embargo, ha tenido la valentía de enfrentarse a las dictaduras y de escribir Cartas, entre otras, a Castro, a Lenin, a Franco, para reinvindicar la libertad y la justicia, para expresar fascinación o seducción, o para proclamar amor y perdón.

Vuelve sobre sus manuscritos y los somete a un estricto escrutinio hasta transformarlos en textos definitivos. "Yo creo que trabajar es una palabra de origen latino. Su significado era de un potro de tortura en el que se hacía el trabajo, se torturaba, pero también se ha llamado trabajo al esfuerzo que hace la mujer para dar a luz", me cuenta Arrabal. Y aún así vuelve a retomarlos para crear otras obras de arte, llevarlos, incluso, de la novela al cine o del teatro a la novela o a la poesía. Por encima de todo Arrabal es un artista lírico y apasionado, como dramaturgo, novelista, poeta y filósofo, que vuela a ras de tierra para descifrar la ambigüedad del universo en un anhelo de entrever los secretos del Más allá, oráculo entre cielo y tierra.

¿Genio o santo?, quisiera preguntarle. Sé que a él no le gusta que se le califique de genio. Es humilde ante la obra. "Soy modesto. Pero eso no quiere decir que no tenga una autoestima muy alta de mí mismo", me comenta. También declara: "He estado rodeado durante toda mi vida de seres superiores y he aprendido mucho de ellos". Admira a Houellebecq, por su curiosidad científica, le conmueve la declaración de fe de Louise Bourgeois cuando exclama: "¡Dios nos ama!"

Una de sus cualidades principales es la inteligencia. Las otras son, que duda cabe, su sentido del humor, su capacidad de indagar y, por supuesto, el juego de seducción que emprende con su público. ¿Por qué te gusta jugar?, le pregunto. "A mí no me gusta jugar, yo solamente juego en mis películas", me contesta. Pero también agrega: "Yo solamente juego a ser Dios y a veces lo consigo". Educado en la religión católica de la época franquista, de pequeño fue monaguillo, experimentó la tortura del cilicio, se quedaba dormido rezando el padrenuestro, incluso, a los diecisiete años, pasa por una crisis religiosa y cree tener una aparición de la Virgen María. Agnóstico, sigue rezando todas las mañanas por si acaso Dios existe. "No hay ninguna razón para que no exista".

Por lo tanto, su teatro vacila entre una búsqueda mística del paraíso perdido y las fuerzas opuestas que impiden elevarse. La inspiración para Arrabal toma la forma de una lengua de fuego que se instala sobre la cabeza del artista. "Yo creo en el Espíritu Santo, creo en la glosolalia, creo en las primeras palabras de la Biblia de Israel, creo en la comunión de los santos, creo en la música", me confiesa el dramaturgo poeta.

Arrabal siente una innegable atracción por la santidad y quisiera entablar una partida de ajedrez con Dios, y ganársela. Se disfraza de Jesucristo en la Santa Cena, colocando a su lado a doce genios de la literatura y de las artes, como si fueran los doce discípulos de Cristo: Dalí, Ionesco, Nabokov, Thom, Kafka, Beckett, Mishima, Kundera, Wittgenstein, Duchamp y Picasso. Este cuadro, titulado "El gran cuadro del siglo XX", es una obra de Félez, basada en un croquis del mismo Arrabal, y figura en la primera página del presente artículo.

A Arrabal se le ha concedido una serie deslumbrante de premios y condecoraciones. Entre ellos: el Premio Nadal (1984); la Medalla de Oro de Bellas Artes (1989); el Premio de Teatro de la Academia Francesa (1993); el Premio Nacional Nabokov de Novela (1993); el Premio Espasa de Ensayo (1994); el Premio Mariano de Cavia (1998); el Premio Alessandro Manzoni de Poesía (1999); el Premio Nacional de las Letras (2000); el Premio Nacional de Teatro (2001); el Premio Nacional de Literatura Dramática (2003); el Premio Wittgenstein, Universidad de Murcia (2004); y la Medalla de Oro René Char (2005).

"Me he convertido en un árbol de Navidad y ahora me ponen medallitas", me comenta Fernando Arrabal con una mirada pícara. Quisiéramos sus lectores y su público que se adjuntase a este árbol luminoso el Premio Nobel.

Sólo recientemente Fernando Arrabal ha alcanzado una etapa de rituales de la recuperación donde coexisten el perdón y la paz interior. En una de las muchas entrevistas que le hice me confiesa: "Yo soy anarquista como Jesús". Tapar el dolor con la risa, hacer reír cuando uno tiene ganas de llorar. No se parece a nadie, es "Arrabal, el único". Con la destreza de un equilibrista ha sabido pasar del Surrealismo al Pánico para luego apasionarse por la Patafísica. Ha logrado vindicar a su padre, darle vida y renombre a través de la escritura. ¿Llegó a ser al igual que su padre un santo pagano?

Hombre renacentista y a la vez moderno, no se ha apartado nunca del candor y la sencillez de la infancia. Lleva de la mano al niño que hacía preguntas y se las contestaba, al niño que esperaba a su madre en la estación del tren y que rezaba y le escribía poemas:

Mi mamá es la más bonita flor,

Que Dios la guarde con candor.

Yo la quiero de más en más

Y no la olvidaré jamás.


Marie-Lise Gazarian-Gautier nació en París, pero hace muchos años que está radicada en Nueva York. Doctora en Filosofía y Letras por Columbia University en Nueva York, ha tenido el privilegio de estudiar con grandes figuras del mundo hispánico, como Francisco García Lorca, Ángel del Río, Germán Arciniegas, Luis Alberto Sánchez y Andrés Iduarte. Catedrática de Literatura española e hispanoamericana en St. John’s University, Jamaica, Nueva York, está a cargo de su Programa Graduado de Español.

Es autora de numerosos artículos y varios libros, entre los que destacan: Gabriela Mistral, la maestra de Elqui, 1973, 1992; Interviews with Latin American Writers, 1989, 1992; Interviews with Spanish Writers, 1991, 1992; Carmen Conde, de viva voz. (Coautora con Zenaida Gutiérrez-Vega), 1992; Fernando Rielo: un diálogo a tres voces, 1995, 2000; Ana María Matute: La voz del silencio, 1997; Henri Troyat, un artisan de la plume, 2003; y Retratos en palabras (25 entrevistas con figuras del mundo hispánico), 2003. Ha sido la prologuista y editora de las siguientes antologías: Entre rascacielos: Nueva York en nueve poetas, 1999; y Entre rascacielos / Amidst Skyscrapers, antología bilingüe, 2000. En preparación: "Fernando Arrabal: Oráculo entre cielo y tierra". Dirige la revista estudiantil Entre rascacielos, una publicación cultural que lleva por nombre el de sus antologías.

Experta en el arte de la entrevista, ha entrevistado a más de quinientos escritores para las cadenas de televisión norteamericanas CBS y ABC, así como para revistas, periódicos y libros. Como dijo Pablo Villamar, el periodista español que, hace años, la entrevistó para El Diario La Prensa de Nueva York: "Marie-Lise Gazarian sonríe meticulosamente, sin hacerse arrugas; todos sus rasgos son finos, y, se transparenta en ella, no sólo la inteligencia y el talento, sino una delicada manera de entender la vida. Se diría que está recubierta de espíritu en lugar de piel".

Ha invitado a algunas de las figuras más destacadas del mundo hispánico a su universidad donde ha organizado numerosos simposios y ha dado conferencias en sitios tan importantes como la UNESCO en París, la Biblioteca Nacional en Madrid, la Pontificia en Salamanca, la Fundación Camilo José Cela en Iria Flavia, la Biblioteca de Literatura Extranjera en Moscú, la Universidad de Chile en Santiago, la Casa de la Cultura en Lima, la Casa de la Cultura Ecuatoriana "Benjamín Carrión" en Riobamba, y El Colegio de México.

Por su experiencia como promotora de la cultura hispánica en el extranjero, se le ha premiado con varias distinciones; entre ellas: Certificado Especial del Congreso de los Estados Unidos de América (1997); Representante de la Fundación Premio Nobel Gabriela Mistral en los Estados Unidos (1998); Acreditada Embajadora de la Cultura del Ecuador en Nueva York por la Casa de la Cultura Ecuatoriana "Benjamín Carrión", Riobamba (1999); Proclama del Congreso Nacional (del Libro Auténtico de Legislación Ecuatoriana) (2000); Orden de Don Quijote, otorgada por Sigma Delta Pi, la Sociedad Hispánica de Honor en los Estados Unidos (2001); la Encomienda de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio, una de las condecoraciones más importantes concedidas por el Gobierno español (2003), y la orden al Mérito Docente y Cultural "Gabriela Mistral" por el Gobierno chileno en 2004.

Fuente: La Ratonera

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