viernes, 28 de agosto de 2009

En su propio laberinto

BIONDI Y VIDE MAZZARELLO Y D'ANDREA, COMO EL BUFON Y EL GENERAL DE LA PATRIA. ELLOS LOGRAN UN CLIMA QUE VA DEL HUMOR A LA ASFIXIA. EL CLOWN BUSCA QUE EL MILITAR DESCOMPRIMA UNA REALIDAD QUE LO MANTIENE EN SU OBSESION: MORIRSE EN BUEN ESTADO.

"VIDE/LA CINTA FIJA"

Elaborado texto de Vicente Muleiro y una puesta muy vital de Norman Briski. D´Andrea y Mazzarello en el tono buscado.

Por: Camilo Sánchez

El General corre y corre en la cinta fija y lustrosa, dispuesto a morir en buen estado. Algo que no tuvo la gentileza de hacer con la vida de los otros, con las víctimas de sus excesos. Está flaco, tiene esos bigotitos nazis, el gesto perdonavidas, y una inconfundible voz nasal que ventila nervios paranoicos por lo que esconde el porvenir.

Vidé/la cinta fija, primer texto en dramaturgia de Vicente Muleiro, con dirección de Norman Briski, alude al general de la dictadura, lo pasea por sus conflictos a puro golpe de interpretación exasperada. Con un grotesco fino, llevado el límite, ventila sus flaquezas más traumáticas, y lo deja ahí: al borde mismo de la muerte que no termina de recibirlo. La obra que se estrenó en Caras y Caretas no cuenta una historia lineal: la fragmenta para amplificar detalles y entender un poco más cómo se fueron forjando ciertos delirios patrios. La obra Vidé/la cinta fija es intensa, deliberadamente desprolija, dolorosamente argentina.

La puesta de Norman Briski está pensada con los espectadores sentados de espaldas a las paredes, otra metáfora, bien en las orillas o los bordes del espacio escénico, que se comprime o se extiende según las necesidades del relato. Casi guarecidos los espectadores de cierto vértigo entre Biondi, un clown, un bufón que de busca descomprimir la rigidez de Vidé, y le devuelve -es cierto- las diversas posiciones que la sociedad mostró ante su plan despótico.

Bien Marcelo Mazzarello en todos los personajes que rondan al General. Algunos lo detectan y otros le temen: le devuelven, todos, como un espejo, los rastros de la soledad de Vidé, que corre en la cinta fija, levanta el pabellón patrio y enarbola discursos alocados contra nadie. Y así, el General Vidé padece maestras y subalternos, se enfrenta a fantasmas familiares, pretende demostrar todo su coraje y exhibe, por el contrario, una por una, cada una de sus falencias.

En ese desarrollo, crece la idea del espacio escénico, abierto, pensado por Norman Briski. Y es notable la labor de Marcelo D'Andrea, que parece gobernado desde lo físico por las falacias de un poderoso con ambiciones, de ésos que descubren -tarde- que el enemigo no está lejos ni está afuera. El texto de Vicente Muleiro avanza sobre el pasado y lo distorsiona, a través del lenguaje, para encontrarle nuevos sentidos a la historia. Hace que el General corra y corra sobre la cinta fija, lo lleva a producir extraños estiramientos de yoga y lo hace susurrar a los gritos. Lo dibuja, finalmente, patético, desconfiado de todo lo que la vida genera más allá de su manía obsesiva por el control de las sombras.

Fuente: Clarín

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