La ciudad cumplirá 128 años
En las últimas cinco décadas, el crecimiento de la capital provincial evidencia problemas estructurales que influyen en la calidad de vida de los platenses. El aumento de la población no tuvo una planificación ordenada en los últimos años.
Dentro de tres semanas, La Plata cumplirá 128 años. Las ciudades muchas veces crecen en altura y también a lo ancho, como las personas. Lamentablemente, también, como las personas, algunas ciudades envejecen y se deterioran. Es el caso de La Plata, que en los últimos cincuenta años dejó de ser una de las ciudades más pujantes y desarrolladas del país, para pasar a desarrollar problemas de todo tipo.
Las costumbres, los gustos, la vestimenta y los pasatiempos cambiaron por la modernización y el propio paso del tiempo, pero también por muchas carencias y falencias. Ya no se aprovechan tanto los espacios públicos porque hay otros entretenimientos, pero tampoco hay tantos espacios públicos aprovechables y están en peores condiciones. Las actividades al aire libre se cambiaron por otras, puertas adentro. Los chicos pasan más tiempo jugando con la computadora en casa que con otros juegos en la calle. Antes no había computadoras, pero tampoco tanta inseguridad como ahora. La vestimenta es más informal por practicidad y por falta de recursos para vestirse mejor. Así, se podría continuar con varios aspectos de la vida cotidiana.
En estos últimos años, la capital provincial aumentó enormemente su población en la periferia en relación al casco urbano, que también creció, pero a lo alto. Sin embargo, ese crecimiento ha sido desordenado y perjudicial para la ciudad y para sus habitantes, que en relación a las décadas del ‘50 y ‘60 disminuyeron notablemente su calidad de vida.
Actualmente en La Plata hay 107 asentamientos en la periferia, según un relevamiento del Centro de Investigación Social (CIS) de Un Techo para Mi País, del año pasado. El aumento de asentamientos implica carencia de recursos y servicios de todo tipo. Del total de asentamientos platenses, el 14% está en Melchor Romero, el 10% en Los Hornos y le siguen en porcentaje Villa Elvira y San Carlos, con 8% cada uno.
Según el último censo del miércoles pasado, se calcula que La Plata tiene 650 mil habitantes con un crecimiento del 11,5% en relación al anterior censo de 2001, que contabilizó 574 mil personas. El aumento de la población platense en estos últimos diez años es de casi el doble del que hubo en la década anterior, de 1991 a 2001, que fue del 6%, siempre según los datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC).
Sin embargo, ese crecimiento fue desordenado y desparejo. El arquitecto Fernando Gandolfi explicó a Hoy que “en La Plata se produjo una pérdida generalizada de la calidad de vida, principalmente por dos razones: el deterioro en términos de crecimiento explosivo no orientado o mal orientado del casco urbano, y el crecimiento periurbano de la ciudad con falta de planificación”.
El historiador y presidente de la junta comunal de vecinos e instituciones de Melchor Romero, Néstor Gutiérrez, dijo a este diario que “a partir del crecimiento de la población, más del 60% de los platenses vive en la periferia, mientras que años atrás la mayor parte de la población vivía en el casco urbano”. Gutiérrez sostuvo que en el anterior censo “Melchor Romero tuvo un crecimiento superior al 50%, y en el casco urbano la cantidad de personas decreció”.
Gandolfi destacó la aplicación del decreto ley 8.912 de Uso del Suelo de 1977, como uno de los factores del crecimiento no orientado. En La Plata, la situación se agrava a partir de la sanción del nuevo Código de Planeamiento Urbano de la actual gestión del intendente Pablo Bruera, que favorece la construcción indiscriminada de edificios de propiedad horizontal y el negocio inmobiliario.
“Hay una falta de política de preservación patrimonial de esta gestión municipal que dejó librada la construcción de edificios a la más feroz especulación inmobiliaria”, consideró el arquitecto. “Hace cincuenta años había gran cantidad de viviendas individuales y algunos edificios de propiedad horizontal aislados, hoy la vivienda individual está amenazada porque la ciudad crece en vertical y queda en sombra, un ejemplo es la calle 61 entre 7 y 13, que es sombría a cualquier hora”, explicó Gandolfi.
El historiador platense Roberto Abrodos consideró que La Plata “perdió la identidad con tanta altura, en lo arquitectónico perdió algunas joyas, y también se perdió la función que habían planeado los fundadores de la circulación de los vientos, antes la ciudad era más aireada”.
Por otro lado, la calidad de las construcciones disminuyó notablemente por el abaratamiento de los costos de los materiales y la urgencia de las obras. Gandolfi recordó que “en la década del ‘60 se construyeron en La Plata edificios de gran calidad arquitectónica, principalmente los de los arquitectos Daniel Almeida, Carlos Lenci y Vicente Krause, pero después vinieron otros de peor calidad”.
Espacios verdes en extinción
La vida al aire libre es una de las costumbres que se fue extinguiendo con el correr de los años. La modernidad trajo otras actividades para desarrollar en espacios cerrados. Sin embargo, en La Plata se suma la depreciación de los espacios verdes. “Hace varias décadas se usaba el arroyo El Gato para pasear e ir a pescar, ahora sería impensado”, contó el historiador Néstor Gutiérrez, que destacó los problemas ambientales como uno de los principales factores del deterioro de la calidad de vida.
La Plata fue planificada con una preponderancia de espacios verdes. En el casco urbano hay una plaza cada seis cuadras y una gran variedad de forestación. Sin embargo, esa característica se está perdiendo porque no hay políticas para preservar los espacios verdes que existen, y tampoco se generan nuevos. “El crecimiento con falta de planificación en la zona periurbana lleva a que no se construyan nuevos espacios verdes, una de las virtudes del casco urbano”, dijo Gandolfi. El arquitecto, además, resaltó que “tampoco se preserva los que ya existen, la construcción del estadio de Estudiantes en el Bosque es un ejemplo, y, por otro lado, se está dando un tratamiento caricaturesco y absurdo de los espacios públicos, con cadenas de plástico”.
“En La Plata se olvidaron de la reforestación, hay que recuperar ese aspecto replantando en lugares como la calle 72, hay que volver a que La Plata sea una ciudad forestada e higiénica”, opinó el historiador Roberto Abrodos. En ese sentido, también influye la tala indiscriminada de árboles para favorecer la construcción, un panorama habitual en La Plata en los últimos años.
De la prosperidad a la decadencia en el trabajo
La ciudad de La Plata no escapa a los cambios en la distribución del ingreso y las condiciones de empleo del resto del país. Incluso, junto con Berisso y Ensenada, se convirtió en un caso testigo del auge y caída de las condiciones de vida que experimentó la clase trabajadora en los últimos cincuenta años. Los primeros gobiernos de Juan Domingo Perón coincidieron con una etapa de industrialización del país, que derivó en el pleno empleo y en el incremento del salario en un 500% en el período de 1945 a 1955, además de los grandes logros sindicales que se obtuvieron en esos años. En 1952, al terminar la primera presidencia de Perón, el 54% del ingreso nacional quedaba en manos de la clase trabajadora.
Esa situación permitió el surgimiento y afianzamiento de una nueva clase media que se consolidó durante las décadas del ‘50 y ‘60. En La Plata y la región se vio reflejado ese proceso con el crecimiento de las industrias en Berisso y Ensenada. Sin embargo, la situación empeoró en los años posteriores. La Plata pasó de tener 13.724 puestos de trabajo ocupados en 1974, a 8.531 en 1994; Ensenada pasó de 10.539 en 1974, a 3.683 en 1994; Berisso saltó de 6.147 a 905 en el mismo período. Una baja de más de 50% para toda la región.
La profunda caída de la actividad industrial del Gran la Plata se observa claramente en los datos correspondientes a las grandes empresas privatizadas en el período 1990-1995. Según la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), el Sindicato Unido Petroleros del Estado (SUPE) y la Municipalidad de Ensenada, sólo en esos años perdieron el trabajo 7.190 personas. La reducción del personal en la Refinería YPF (ex Destilería) fue del 85%; en Petroquímica La Plata (ex General Mosconi), del 50%; Petroken, 40%, y Siderar (ex Propulsora Siderúrgica), 52%.
Las indemnizaciones que recibieron los despedidos de las privatizadas -salvo excepciones particulares- se esfumaron. En esos años, proliferó el empleo informal y los microemprendimientos.
Actualmente, en el Gran La Plata la subocupación (personas que trabajan menos de 35 horas a la semana y quieren trabajar más, o aquellas que ocupan puestos por debajo de su cualificación) está superando a la desocupación. El Centro de Estudios Económicos Laborales y Sociales (Cedlas) de la UNLP aporta un dato revelador: en el grupo del 20% de mayores ingresos de la Provincia, el 13,6% son empleados estatales, lo cual contrasta con la participación de este grupo en el empleo total, que es de 6,5%.
La actualidad argentina es muy distinta a la de hace cincuenta años. El deterioro de las condiciones de empleo contribuye a la pérdida de la calidad de vida de los platenses, que en los últimos años vieron decrecer sus posibilidades enormemente.
El tránsito, un caos
El aumento del parque automotor en La Plata no estuvo acompañado por una planificación ordenada del tránsito en una ciudad cuyo trazado fue planificado a fines del siglo XIX, cuando todavía no se utilizaba el automóvil de manera masiva. Actualmente se calcula que el parque automotor tiene un crecimiento anual de cerca del 20 por ciento, y en la ciudad hay más de 250 mil vehículos en circulación. A esto se suma el deterioro en el sistema de transporte público que complica el traslado de los platenses.
La consecuencia más preocupante del actual problema del tránsito en La Plata son los accidentes viales, que crecieron en un 30 por ciento el año pasado. Ese año hubo 118 víctimas de accidentes de tránsito, que superan en un 51 por ciento el promedio nacional. En total, se calculan más de trescientos accidentes de tránsito por día. Esto se debe a la falta de una política para ordenar el crecimiento del parque automotor, un problema que se acrecentó enormemente en las últimas décadas.
Los hábitos también transformaron la ciudad
La postal actual de la ciudad es muy diferente a la de cinco décadas atrás. Cambiaron las costumbres y se transformaron los hábitos de los platenses. Además de los cambios edilicios, se experimentaron cambios en las relaciones interpersonales. Algunas tradiciones se perdieron y dieron paso a otras.
“Se fue perdiendo el respeto por los demás”, resume el historiador Roberto Abrodos. “Una de las tradiciones que se perdieron y que era muy habitual en La Plata es la de ir al Cementerio el Día de los Muertos, que venía de los inmigrantes europeos”, recordó Abrodos.
Para el historiador Néstor Gutiérrez, “una de las características de hace cincuenta años es que en la periferia las familias se conocían, con la transformación de la inmigración, el aumento de la población y los cambios en las costumbres ya no es tan fácil conocer a todos, y se perdieron las relaciones entre los vecinos”.
La actividad comercial también modificó las costumbres. “Las grandes ferias que aún perduran en La Plata, como la de 51 entre 20 y 23 o la del parque Saavedra, ahora son más acotadas, y dejaron de existir muchos almacenes de barrio porque hoy se compra todo en los grandes hipermercados”, dijo Abrodos.
La vestimenta es otra de las características que fue mutando con el paso del tiempo. “Hace cincuenta años los empleados públicos se vestían rigurosamente de traje y corbata, y también se utilizaba el sombrero, que dejó de utilizarse, y ahora la ropa es más informal, eso causó que dejaran de existir las sastrerías”, recordó el historiador. Una de las sastrerías características de la ciudad en las décadas del ‘50 y ‘60 era El Siglo, de la esquina de 7 y 54, actualmente desaparecida. “Era muy común ir a comprar a El Siglo los trajes, las camisas, las corbatas y los sombreros, esa tradición se perdió a partir de que la vestimenta es más informal”.
“Otra de las tradiciones que se perdieron es la de los negocios de cortes de género, donde las mujeres compraban las telas para confeccionar los vestidos, ahora se compra todo hecho y esos locales casi desaparecieron en la ciudad”, agregó Abrodos.