domingo, 31 de octubre de 2004

Cercano oriente (La caja), Omar Fantini

Noticias de teatro en Buenos Aires

Cercano oriente (La caja) es un despliegue de recursos actorales herederos del “under”. Cuenta con dos excelentes actores como son Luis Machín y Alejandro Catalán, que juntos encararon la tarea de la creación colectiva. Basada en la confianza de que el espectador completa el sentido, Catalán y Machín ponen todo lo que saben hacer sobre el escenario y a veces se les va la mano. No importa qué se cuenta, la obra es pura situación: dos actores improvisan con una caja de cartón. Quienes parecen haberla disfrutado más –reían constantemente– son los estudiantes de actuación sorprendidos por las ocurrencias de estos actores. Por momentos, un poco aburrida. Algo que no termino de entender es por qué se llama Cercano oriente y no La caja a secas. Esperaba más resoluciones por la vía del humor y en cambio me encontré con mucha baba y mucha máscara crispada. Lo mejor: la expresividad que logran con un mínimo de recursos. Un codo que se transforma en otra cosa o una mano que puede independizarse y cobrar vida ante nuestros ojos para luego desaparecer.

Cercano oriente (La caja), dirección Omar Fantini. Domingos 21 hs. en El camarín de las musas, Mario Bravo 960.

María Bayer

Fuente: el interpretador

jueves, 28 de octubre de 2004

"Aquí están juntos": clásico y moderno

Por IRENE BIANCHI

"Aquí están juntos", de Juan Carlos Ghiano, por el elenco de la Comedia de la Provincia de Buenos Aires. Actores: María Laura Albariño, Marcelo Allegro, Rosana Benencia, Alejandra Bignasco, Mabel Campos, Emilio Ruperez, Sonia Costa, Pablo de la Fuente, Sergio Feldman, Oscar Ferreyra, Hugo Gargiulo, Javier Guereña, Susana Isidro, Esteban Manzanos, Carolina Painceira, Florencia Zubieta. Escenografía: Cristina Pineda. Vestuario: Kitty Di Bártolo. Coreografía: Liliana Ogando. Música original, composición y arreglos: Acho Estol. Asistencia de dirección: Marta Davico. Dirección técnica: Eduardo Garza. Dirección de actores: Maximiliano Paz. Dirección general y puesta en escena: Alberto Fernández de Rosa.Teatro Municipal Coliseo Podestá.

El recuerdo de la labor docente de Juan Carlos Ghiano (1920-1990) como Profesor de Literatura Argentina e Iberoamericana en la Facultad de Humanidades de la UNLP, nos es personalmente muy grato. Poeta, narrador, crítico, ensayista, sus comienzos como autor teatral datan de 1951 con "La puerta del río" y "La casa de los Montoya". Sin embargo, es con "Narcisa Garay, mujer para llorar", cuando impone su nombre en la dramaturgia argentina de manera definitiva. Le siguieron "La Moreira" (protagonizada por Tita Merello), "Antiyer", "Testigos", "Corazón de tango", y otras piezas que integran volúmenes titulados "Ceremonias en soledad" y "Actos del miedo".

"Las modalidades de la tragicomedia", decía Ghiano, "me parecen las más adecuadas a las formas de conducta que abundan en nuestro país." En sus tragicomedias, Ghiano reelabora dos fuertes tradiciones dramáticas locales: el sainete y el grotesco. En las palabras del recientemente desaparecido historiador teatral Julio Ordaz, el escritor entrerriano aborda los ceremoniales de la mitología porteña, tanguera o suburbana con ironía y humor burlón, pero nunca con una actitud agresiva o hiriente.

"Aquí están juntos. Historia de una calle en tres épocas", es un texto inédito de Ghiano, que tenía en su poder la notable Hilda Suárez (protagonista de "Narcisa Garay.", estrenada en 1959), y que la actriz gentilmente entregara a la Comedia de la Provincia.

Pieza de carácter costumbrista, "Aquí están juntos" transita las historias familiares y vecinales de una calle del barrio de Balvanera, en tres momentos históricos: principios de siglo XX, décadas del '40 y del '60. Los criollos lugareños conviven con los inmigrantes "tanos" y "gallegos", que ya tienen en su haber una generación nacida en este terruño. Rivalidades, antagonismos, romances, aspiraciones dispares, diversidad de valores morales y de hábitos, un verdadero microcosmos que comparten personajes disímiles que van tejiendo -sin prisa y sin pausa- una trama que los irá hermanando con el devenir de los acontecimientos.

La puesta de Alberto Fernández de Rosa incluye cantores, bailarines y orquesta en vivo, logrados recursos que ilustran este pintoresco y colorido viaje en el tiempo, y permiten apreciar los diferentes ritmos de moda en cada época. El cuidado vestuario, los accesorios y peinados constituyen aportes valiosos a la hora de evocar los momentos retratados. La escenografía corpórea resulta un tanto ampulosa y poco funcional. El telón de fondo, en cambio, con esos grandes barcos venidos de ultramar, sí resulta efectivo como sugestiva ambientación. Hay momentos, sobre todo durante el primer cuadro, en que la acción se concentra demasiado sobre la mitad izquierda del escenario, generándose un marcado desbalance.

A nivel actoral, se destacan los trabajos bien característicos y prototípicos de Susana Isidro, Mabel Campos, Emilio Ruperez, Javier Guereña, Marcelo Allegro y Alejandra Bignasco. Esta última, la eterna novia que espera y que, cuando regresa su amado, no lo reconoce (a la manera de la Penélope de la canción de Serrat), logra una composición rica en sutiles matices.

El público disfrutó y festejó este sainete porteño, género tan familiar y tan nuestro, que hace honor al Coliseo Podestá, cuna del teatro rioplatense.

Fuente: Díario El Día

martes, 26 de octubre de 2004

Haciendo tiempo

"Ellas esperan"

Por IRENE BIANCHI


"Ellas esperan", creación colectiva. Actuación: Patricia Ríos, Eugenia Milani, Aurelia Osorio. Asistencia de dirección y maquillaje: Amancay Martínez Barbieri. Participación en los textos: Laura Valencia. Diseño de luces: José Pollo Canevaro. Textos en off: Susana Tale, Federico Aimeta. Dramaturgia, dirección y música original: Diego Madoery. La Fabriquera, calle 2 entre 41 y 42, jueves 22 hs.

Tres mujeres sentadas, esperan. Esperan ser atendidas por el ginecólogo o el obstetra. Esperan ser operadas. Esperan en el laboratorio para entregar sus "frasquitos". Esperan en la peluquería para cortarse el flequillo. Esperan. Nunca han hecho otra cosa, ni tampoco la harán.

Mientras esperan, conversan. Por momentos, parecen viejas amigas y confidentes. En otras ocasiones, perfectas desconocidas que matan la espera en charlas intrascendentes.

Verborrágicas, hablan al unísono, o bien caen en un profundo silencio ("Pasó un angel"). Comparten recuerdos, sueños recurrentes, historias. Se cuentan sus vidas, fantasean, imaginan, proyectan, van y vienen en el tiempo. Se inventan un pasado, una trama que ate los cabos sueltos de sus solitarias existencias.

Este diálogo infinito va creando lazos, las va hermanando, las aglutina, las hace cómplices, compañeras de ruta.

La obra de Diego Madoery habla de la vida como espera y plantea algunos interesantes interrogantes. ¿Nuestros recuerdos del pasado, son fiel reflejo de los hechos o una manipulación de la realidad? ¿No están acaso inevitablemente teñidos de subjetividad?¿No los vamos condimentando con matices y detalles que no estaban ahí? ¿Ficción o realidad? El tamiz de la mente descarta y rescata a su gusto. Como avezados escritores de ficción, vamos novelando nuestras vidas para complacer al otro y complacernos a nosotros mismos. Ensayamos borradores, los hacemos bollito y los tiramos al cesto, hasta dar con una versión que suene bien, que resulte verosímil. Y de tanto repetirla, terminamos creyéndola.

En términos de puesta, el estatismo de la espera se matiza con el desplazamiento de las sillas, verdadera coreografía en rueditas. Patricia Ríos, Eugenia Milani y Aurelia Osorio componen tres personajes realistas y cotidianos, atrapados en un contexto típico del teatro del absurdo. Ríen, lloran, bailan, se contradicen, se enfrentan, se apoyan, hacen alianzas, se acompañan.

"Ellas esperan": pasajeras en tránsito a ninguna parte.

Fuente: Diario El Día

miércoles, 29 de septiembre de 2004

De la mano de Chejov: Daniel Veronese

Foto archivo

Sin anticipos de estreno ni promociones, el director está ofreciendo "Un hombre que se ahoga", una versión libre de "Tres hermanas", donde se intercambia el género de los personajes.

Un nuevo proyecto de Daniel Veronese comenzó a hacer funciones en El Camarín de las Musas. La producción tiene múltiples particularidades. En primer lugar se trata de una versión de "Tres hermanas", de Anton Chejov -denominada "Un hombre que se ahoga"-, en la que los personajes femeninos están interpretados por hombres y los masculinos por mujeres. No se modifican los nombres originales y tampoco los actores aparecen travestidos, y menos aún adoptan conductas distintas de sus propios sexos. En segundo lugar, el espectáculo se viene ofreciendo sin tener una campaña de difusión que posibilite al público saber que ese trabajo está en cartel. Por último, en la puesta -se trata de una fuerte experiencia de investigación- no hay casi escenografía ni música ni una iluminación diseñada para aportar determinados climas. Es más: una función se realiza los domingos a las 16, aprovechando la luz natural que ingresa en el espacio escénico desde el techo.

En una habitación un tanto derruida, un grupo de intérpretes, con la ropa que traen de la calle, asume la recreación de unos personajes que, a poco de iniciada la representación, movilizarán la atención de los espectadores.

El grupo de actores está integrado por Osmar Núñez, Claudio Tolcachir, Luciano Suardi (Olga, Irina y Masha, respectivamente), Julieta Vallina, Pablo Messiez, Silvina Sabater, Elvira Onetto, Osvaldo Bonet, Marta Lubos, Silvina Bosco, Stella Galazzi y Adriana Ferrer.

La propuesta llevó un largo tiempo de ensayos y algunos inconvenientes que pudieron sortearse. La mayoría de los actores forman parte de otros proyectos teatrales, están en televisión o hacen publicidad, con lo cual fue muy difícil reunirlos en horas habituales de trabajo. Las madrugadas fueron, la mayoría de las veces, el tiempo ideal para encontrarse. En algún momento todo estuvo a punto de esfumarse, pero gracias a la buena predisposición del grupo el espectáculo llegó a buen puerto.

Daniel Veronese está más que conforme con esta producción que concretó de manera tan inusual. Tenía ganas de hacer Chejov y lo logró, y en su discurso asoman también algunas explicaciones que al lector le resultarán un tanto extrañas, sobre todo cuando define por qué lleva a escena las "Tres hermanas" de esta forma.

"Tenía necesidad de tomar un autor clásico, y Chejov me fascinó -explica el director-. Lo primero que busqué, llamativamente, fueron los actores, antes de encontrar la obra. Llamé a seis intérpretes y les pregunté si querían participar de una obra de Chejov. Me preguntaron cuál y les dije que todavía no sabía. Después me di cuenta de que no había una obra donde pudieran entrar los seis. Decidí que podía cambiar algunos sexos de los personajes y terminé optando por «Tres hermanas». Empecé a leer la obra así, con los sexos cambiados, y funcionaba."

Comenzaron a trabajar sobre esta idea y lograron quebrar algunos miedos primarios respecto de si esos mundos masculinos y femeninos podían deformarse. "Lo principal del trabajo -cuenta Veronese- fue lograr el aspecto poético de estas tres mujeres que parecen tener todo para acceder a algo y no lo hacen Uno se pregunta por qué no se van, por qué no dejan ese mundo en el que viven. Están detenidas porque no hay dinero que pague ese lugar utópico de la felicidad, al que aspiran.

Uno sabe que si se van a Moscú van a fracasar tanto como en el lugar donde viven. No es Moscú lo que buscan. En este deseo de la felicidad y el sentido de la vida puesto en otro lugar encontré que tranquilamente puede manifestarse, en términos dramáticos, tanto en hombres como en mujeres. Y en cuanto a esos personajes que representan el mundo militar no apunté tanto al aspecto bélico de su condición, sino a mostrarlos como seres que quieren movilizar a los otros, dicen «vengan conmigo», «yo soy la felicidad», «puedo sacarlos de este letargo»".

-Si ciertas cualidades de esos personajes bien pueden manifestarse tanto en hombres como en mujeres. ¿Por qué se mantienen los nombres originales, si los intérpretes son hombres?

-Simplemente porque Olga, Irina y Masha son tres nombres muy fuertes en el imaginario de Chejov y no encontré otros que pudieran reemplazarlos. Sé que al comienzo del espectáculo uno escucha el nombre de Olga y lo ve a Osmar Núñez y no entiende, aparece algo de ruido, pero la puesta está trabajada para que la gente se olvide de eso. El espectador repara en que está en un teatro, que hay butacas, hay unos actores. Trabajamos los vínculos y las situaciones de una forma en que la ilusión de lo que sucede ahí permita olvidarse de toda cosa extradramática.

-Tenías interés en trabajar un clásico y eso determina a la vez ir al germen de lo teatral. En este caso, te interesa Chejov porque es un valor emblemático de la escena universal o te interesan sólo sus palabras.

-Es una mezcla de todo. Cuando leo a Chejov descubro una prosa dramática que es poesía pura. Todos los personajes dicen cosas que dichas de otra manera serían pura información. Pero acá todo el mundo tiene derecho a expresar sus padecimientos y está armado de una forma tal que uno no puede dejar de conmoverse. Me interesaba ver si podía hacer Chejov de otra manera. El cambio de roles de los personajes tuvo una causa espuria, pero luego me gustó. Estas circunstancias me llevaron a hacer Chejov así. Si tomo otra obra -ahora estoy interesado en montar "Tío Vania"- no va a ser igual, seguramente.

-¿En qué medida los actores aportaron a los cambios?

-Empiezo los proyectos viendo qué tengo, qué hay. El material no es sólo literario, están los actores. Hay personas que se fueron convirtiendo en lo que son ahora a partir de lo que trabajamos. Me produce mucha fascinación descubrir la obra en el escenario. Los personajes se descubren ahí. Leyendo el papel puedo imaginarme cosas y otro puede descubrir otras. La lectura no te da la verdad de los personajes, ahí ellos son sólo líneas de texto. Cuando aparece la emotividad del actor, sumado al texto y a la situación, empieza a aparecer lo que llamamos el personaje y podemos ver qué es capaz de hacer. De todos modos, modifiqué texto en función de darle al espectáculo cierto ritmo. No utilizo cambios de luces y la obra parece estancada en el tiempo, pero en verdad al cabo de ella transcurren cuatro años. Los actos están montados unos sobre otros. Hice como un batido. La estructura quedó, pero muchas escenas del original se han corrido de lugar. Muchos personajes están en lugares indebidos. Como trabajamos en un único espacio no hay posibilidad de ir a la sala, al jardín. Acá todo el mundo escucha todo y todos dicen en la cara del otro lo que tienen que decir. Todos nos preguntamos sobre el sentido de la vida y queremos ser felices, pero la infelicidad está al lado nuestro. Y eso es muy actual.

-¿Volvés al tema de la familia?

-Es un tema chejoviano.

-Pero también es tu tema.

-Por algo me gusta tanto Chejov. Es un lugar en el que me gusta meterme y seguramente estaré expiando fantasmas. Vengo de una familia italiana, mucha gente, mucha reunión. Sé cómo se manejan las familias. Algo me resulta muy atractivo, las fisuras de la familia. Por esas fisuras algunos se escapan. Otras veces, por esas fisuras la familia se rompe, siempre y cuando alguien no haga algún remiendo. Este lugar microsocial, donde uno se cría y empieza a generar un comportamiento que después repetirá, me parece muy interesante como ampliación de un prisma hacia lo macrosocial. Por medio de una experiencia de laboratorio podemos descubrir por qué somos así, por qué tenemos estos comportamientos.

Por Carlos Pacheco
Para LA NACION

Volver a lo esencial

El público está cercanamente comprometido con la acción . Foto:Rodrigo Néspolo

El nuevo espectáculo de Daniel Veronese tiene algunos puntos en común con experiencias anteriores por él desarrolladas. Trabaja sobre el tema de la familia y lo hace casi a luz plena, con mínimos elementos escenográficos y poco -o ningún- rasgo en el vestuario que posibilite afirmar al personaje.

"Estoy viendo teatro y cada vez tengo más deseos de ir a la verdadera esencia de la actuación -explica Veronese-. Siempre intenté estar desaparecido como director. A veces lo he logrado y otras no. Quiero que la gente vea y diga: «Esto está sucediendo acá». No es una representación de algo ensayado, sino un suceso que acontece en este momento, en este tiempo y en este espacio. Esta es una obsesión. La verdadera ilusión se presenta cuando pierdo noción de la teatralidad, aunque vea un decorado. Lo interesante es poder hacer entrar al público en esa ilusión distinta y que, cuando termina, se rompe, cae la ficha. Como cuando de niños íbamos a ver títeres y al final el titiritero nos mostraba los muñecos. El engaño bien hecho. Entonces empiezo a reducir todo elemento que me aleje de esa ilusión. Y así sólo queda el actor, pero con un grado de verdad que es el que me permite entrar en la ilusión."

Fuente: La Nación

miércoles, 22 de septiembre de 2004

Los sueños como actos de obsesión

BUENOS AIRES
En Poses para dormir, Lola Arias ensaya una mirada extraña sobre la realidad, que se termina desdoblando entre vigilia y sueño.

Por Cecilia Hopkins

Una vez que comprendió que sus estímulos teatrales más potentes se originaban en la escritura, tras cumplir un ciclo de formación actoral con Ricardo Bartís y Pompeyo Audivert, Lola Arias determinó dirigir sus propios textos. Y pensó en concebir obras capaces de ser portadoras de un atractivo más allá de su puesta en escena. Arias se dio a conocer con la edición y estreno de su primera obra, La escuálida familia, una pieza que retrata las crueldades del entorno íntimo de dos hermanas que viven en una fría región sumida en una noche continua. En mayo pasado estrenó Estudios sobre la memoria amorosa (una obra que analiza los vínculos sentimentales a partir de ciertas patologías de la memoria) en el Centro de Experimentación del Teatro Colón, fruto del taller de experimentación estética propiciado por la Fundación Antorchas.
Ahora es el turno de Poses para dormir, que acaba de subir a escena en El Camarín de las Musas (Mario Bravo 960) y se ve los viernes a las 21. Integran el elenco Blas Arrese, Javier Drolas, Inés Efron y Julieta Vallina.

La obra discurre acerca de la recurrencia de ciertos sueños: dientes que se rompen, mujeres que se besan, la destrucción del mundo. Quienes se cuentan sus aventuras oníricas son dos parejas que viven en departamentos contiguos, cuyos integrantes juegan a ser quienes no son por influencia de los otros. La obra propone una mirada extrañada de la realidad y tiene algo de policial, otro tanto de historia de amor pero mucho más de ciencia ficción: “Me interesa el delirio al que se puede llegar desde la ficción, y siento que en esto de construir universos autónomos tengo más referentes en el cine que en el teatro. Y creo que no hay como la ciencia ficción para hablar de la realidad”, concluye.

–¿Por qué se autodefine como una obsesiva de las palabras?

–Vengo de una formación que privilegia la improvisación sobre textos no teatrales. Después de varios años y cuando ya pensaba que había cumplido un ciclo (ya escribía poesía y estudiaba letras), me di cuenta de que no era esa forma de teatro la que me interesaba. No comparto la idea de que si el actor no puede decir un texto se lo suprime. Tampoco creo que porque determinada frase suene muy literaria haya que sacarla. A mí me parece que todo texto puede decirse, lo que hay que encontrar es cómo hacerlo.

–¿Se trata de encontrar nuevas formas de actuación?

–Yo me formé en la idea de que el actor debe generar estados, tiene que expresar intensidades. Frente a esto están las metodologías que intentan captar el gesto natural, la organicidad de la vida. En esta obra no trabajé con ninguna de estas formas de actuación. Quise formalizar el gesto cotidiano, ordinario y hacer una coreografía con las poses que iban encontrando los actores.

–Hablar de poses en teatro hace pensar en un planteo relacionado con la plástica. ¿Hay algo de eso?

–Se podría decir que se trata de un trabajo minimal, pero no porque no haya movimiento en la obra. Lo que se trató fue de limpiar el gesto de los personajes y vaciar sus movimientos de todo lo que no parezca necesario. Yo veo que los actores hacen demasiado en escena. Y quise lograr en las poses una fuerza de condensación de lo mínimo.

–¿Qué es lo que los sueños representan en su obra?

–La idea de tomar los sueños es una excusa para presentar las obsesiones de los personajes, quienes todo el tiempo se cuentan sus sueños. No hice un estudio acerca de aquellos que se repiten pero sí leí acerca de su codificación, incluso, en sociedades aborígenes. Me interesa el valor de las imágenes de los sueños, sus conexiones míticas, su asociación con determinados contenidos. Alguna vez imaginé que la continuidad está en el sueño y no en la vida. Un personaje de la obra se dice “vivimos una doble vida, una con los ojos cerrados, otra con los ojos abiertos”.

Fuente: Página 12

domingo, 19 de septiembre de 2004

Felices juntos

Sin perder su olfato para tocar el tema justo en el momento indicado, José María Muscari sorprende con Shangay. No tanto por el guiño a la cultura oriental y la cultura gay o por el afán transgresor de los cuerpos desnudos. A diferencia de otras veces, esta obra en la que el director también actúa ofrece momentos de intimidad, recogimiento y, casi casi, ternura.

Por Cecilia Sosa

Lejos del mundillo protegido del teatro de elite, el de José María Muscari siempre fue un teatro de la provocación, del exceso, de la mordacidad y de la parodia. Un teatro más cercano a la estética televisiva que a la elegancia surreal o pop del circuito off; un teatro efectista para un público no amante del teatro pero capaz de morir por el acontecimiento (y no sólo el escénico). Si hay algo que no les faltó nunca a los espectáculos creados y dirigidos por Muscari fue un timing casi mediático: cargó contra el mundo de la moda (Mujeres de carne podrida), el vértigo de los reality y los talk shows (Pornografía emocional), la xenofobia y la discriminación (Grasa) y hasta la obvia fantasía de mujeres desnudas peleando en el barro. Fue esa puntería la que le permitió a Muscari pasar de un centro cultural de abajo una autopista de Parque Chacabuco a las puertas del teatro Lorange (¡y de la mano de Carlos Rottemberg!).
Muscari siempre se jactó de hacer lo que le gusta y, al menos en cuanto a timing, siempre dio en el blanco. Con Shangay, su nuevo espectáculo, pasa un poco lo mismo. Pero también pasa otra cosa. A días de que los diarios anuncien el primer divorcio legal de una pareja gay en Canadá (dos chicas que se separaron tras cinco días de casamiento formal y diez años de convivencia), el-que-se-sabe-y-se gusta-alternativo estrenó una obra donde el público asiste en vivo a la ruptura de una pareja gay, tomando té verde y comiendo sushi con palitos.

Muscari es Muscari. Y cuando la combinación de arroz y el pescado crudo dejó de ser una cuestión de Estado y se extiende como gripe por el cada vez más tentacular barrio de Palermo, cuando los festivales de cine del mundo festejan la última sorpresa oriental y se llenan las sesiones panorámicas de cine japonés, chino y taiwanés en la Sala Leopoldo Lugones, e incluso cuando la pujante ingeniería del Once llena sus góndolas de productos nipones casi perfectos, el director vuelve a tirar un centro y arremete con una sátira a dos puntas: la de la cultura oriental y la de la cultura gay, dos “géneros”, si se puede decir así, que encabezan el top-ten de la modernidad local. Porque si lo oriental está de moda, lo gay también y más.

Así, una sala del Abasto se llena de lámparas de papel rojo, almohadones en el piso, música chill out y chicas con kimono que reparten té verde y maní japonés con aire de geishas extraviadas. Pero todo un poquito corrido, un poquito distorsionado: en medio de la sensualidad oriental se puede descubrir una sospechosa abundancia de plástico y, mirados un poco más de cerca, esos afiches tan exóticos, parecen como fotocopiados. Tal vez para recordar esa impunidad con la que la moda logra hacer de lo Otro, lo mismo. Y ahora son las geishas que sin tanto recato piden a los asistentes que apaguen celulares y que hagan pis porque en la sala de arriba no hay baño. Entonces hay que subir y acomodarse, rodear una tarima de mesa baja y puffs, pedir más té verde y sushi (o optar por vino y la más clásica picada criolla que viene con papas fritas y palitos) y aprontarse para una velada temática donde la pareja más cool y moderna – el propio Muscari (que debuta como actor en una obra de su autoría) y el espléndido Fernando Sayago–, se encamina hacia la disolución.

Allí es cuando el director que se inició en las performances a los 19 años, y que hace meses fue acusado de pornógrafo y tomado de rehén en un hotel de cinco estrellas de Santiago de Chile (a la embajada vecina no le causó mucha gracia la versión teatral del romance entre una travesti y un funcionario pinochetista), sorprende con una honestidad nueva. Y, desde arriba del escenario, arremete con una obra autorreferencial sobre el amor gay que parodia todos los tics del género con el filo y la impiedad del que conoce. Pero atención: si Shangay sorprende no es tanto por el exceso –como las geishas de pies sucios que también aprovechan para desnudarse, el tratamiento rejuvenecedor de la madre que llega en plan reconciliatorioy el abuso de la incorrección política en la parodia a lo oriental–, elementos que, en todo caso, formaban parte del combo acostumbrado. Ni siquiera por lo supuestamente transgresor de la apuesta: en Shangay hay besos de verdad (un poco distintos a los Florencia de la V y el Sr. Uriarte), mucho baile en calzón y culos al aire. Muscari sorprende por otra cosa. Porque a diferencia de todas las anteriores y aunque tiene sus momentos, Shangay no es una obra festiva. Sorprende por el tono intimista y casi melancólico con el que lleva adelante una separación en ocho actos. Por los momentos en los que pisa en el mundo de los celos, las diferencias y los malentendidos de una pareja; en fin, por el modo en que se interna en ese terreno misterioso e inexplicable que hace que dos personas un día decidan estar juntas, y otro, dejar de estarlo. Por cómo muestra, en un final lánguido y contemplativo, lo mucho que se parecen todas las historias de amor.

Las funciones de Shangay son los viernes y sábados, a las 23, en Abasto Social Club, Humahuaca 3649.

Fuente: Página 12

jueves, 16 de septiembre de 2004

Chejov actual, con la mirada de Daniel Veronese

Un clásico que, con una dramaturgia renovada, no da respiro a los espectadores Foto: Rodrigo Néspolo

El hombre que se ahoga" , versión libre de "Las tres hermanas", de Antón Chejov. Autor y director: Daniel Veronese. Intérpretes: Claudio Tolcachir, Luciano Suardi, Osmar Núñez, Julieta Vallina, Pablo Messiez, Osvaldo Bonet, Marta Lubos, Stella Galazzi, Silvina Sabater, Elvira Onetto, Silvina Bosco, Adriana Ferrer. Diseño de luces: Gonzalo Córdova. Diseño escenográfico: Daniel Veronese. Asistente de dirección: Diego Curatella. En El Camarín de las Musas, Mario Bravo 960. Funciones: viernes y sábados a las 23.45 y domingos, a las 16.

Una nueva y contemporánea mirada sobre el emblemático texto de Antón Chejov propone, en esta temporada, Daniel Veronese. La obra escrita en 1901 se mantiene en este espectáculo con algunos valores casi intactos (su estructura general, sus personajes, su tema), pero el dramaturgo y director realiza una relectura que, en un comienzo, desconcierta. Los personajes femeninos son interpretados por hombres y los masculinos, por mujeres. Ninguno de ellos modifica su conducta original en la recreación de los seres diseñados por Chejov. Por otro lado, la pieza se presenta sin los cortes que corresponden a cada uno de sus cuatro actos. La versión de Veronese da continuidad a la acción sin reparar en los tiempos que separan un acto del otro. Simplemente, los personajes siguen existiendo, viviendo y sufriendo en un hábitat del que desean escapar. Reparar en las horas, los días, los años, no tiene sentido.

En un comienzo, ver a Osmar Núñez (Olga), Luciano Suardi (Masha) y Claudio Tolcachir (Irina) diciendo los textos femeninos resulta desconcertante. Y la atención puede complejizarse más cuando aparecen Andrei, el hermano menor, interpretado por Julieta Vallina, y Natasha, recreada por Pablo Messiez. A poco de iniciado el trabajo, el espectador deberá optar por seguir los acontecimientos que van sucediéndose sin parar. En un momento, ya no importa la sexualidad de quien habla. Se imponen los discursos de esos seres, los mundos de los que provienen, sus relaciones a veces casi enfermizas y una profunda desazón que los recorre de comienzo a fin, sin una posibilidad de escape.

La casi totalidad de los hombres y las mujeres que conforman "Las tres hermanas" son individuos incalificables. Están tan atravesados por la falta de pasión, tan destruidos en sus ansias. Viven al margen de toda realidad, deseando ser felices pero imposibilitados de lograrlo. No hay nada en ellos que justifique sus existencias más que un etéreo deseo: ir a Moscú, pero no pueden moverse. La inacción domina todos los actos de estos seres y hasta cargan con una angustia que los destruye, pero ante la cual optan por replegarse. Extrañamente, ni siquiera el amor parece despertarlos de sus letargos. Inmersos en esas circunstancias hasta es imposible destacarlos por sus sexos. Los hombres -militares, intelectuales o científicos- son patéticamente pasivos. Ni siquiera son capaces de ejercer sus profesiones y muchos menos de reconocer en sus familias un ámbito de desarrollo. Por su parte, las mujeres simplemente esperan. Además, ¿cómo y para qué creer en esos hombres?

Todos hablan, se relacionan, sus sentimientos sí son reales y por eso a veces, enojados con ellos mismos, se irritan. Pero nada más. No hay modificación para esos mundos privados.

Ladrón de palabras

Daniel Veronese le roba las palabras a Chejov y las traslada al mundo actual. La conmoción que ellas provocan muestra otra devastación: la que enmarca nuestra realidad. Vershinin en algún momento del primer acto expone un deseo: los hombres, dentro de 200 o 300 años, tendrán una vida mejor. Si se repara en que la pieza fue escrita en 1901, el dolor es mucho. Y si, además, llegan a la cabeza de los espectadores las imágenes del último acto violento, provocadas por terroristas chechenos en Moscú, el impacto resultará más contundente. Desde entonces hasta ahora la degradación ha sido mucha y ya ni siquiera las esperanzas de un mundo mejor pueden fortalecer nuestras aspiraciones. La familia de estas tres hermanas, a comienzos de siglo pasado, no pudo generar en sus miembros menores, en su herencia, una decisión de vida. De ahí en más todo nos ha conducido a la deriva y pareciéramos mantener las mismas discusiones, los mismos ideales, las mismas aspiraciones que, lamentablemente, nos conducen a una inmovilidad impresionante.

Pero al director no le interesa que la angustia de esos personajes llegue a la platea. Entonces, muestra la ficción con total claridad. No hay vestuarios; no hay una iluminación que genere climas. Sólo una actuación de estados. Los actores, con la ropa que llegan de la calle, se introducen en el espacio escénico y juegan a ser los personajes de Chejov. Y a su manera lo son, pero no son sus conductas -siguiendo un crecimiento formal- las que emocionan. Son esas palabras cargadas de desventura y dichas, con una intensidad en la que prima el efecto. Es más, los intérpretes nunca salen del espacio, después de accionar y decir sus parlamentos, se sientan en butacas y se convierten en espectadores de sus compañeros y escuchan también.

Sobre una pared, un mapamundi permanece colgado y si se repara en él asomará, tal vez, una sensación: todas esas voces salen de allí -de todos esos pueblos y todas esas ciudades- y, ante tanta inmensidad, el reclamo por una vida mejor es infinito.

El grupo de actores demuestra una fuerte adhesión a esta propuesta de investigación. Cada uno sintetiza una personalidad, una necesidad y la expresa como puede, con la carga que conlleva y con una profunda convicción. Cada uno de estos intérpretes sabe jugar al teatro desde lo más íntimo y no tienen pudor en exponer sus sensibilidades en el exacto momento. El espectáculo no da respiro a la atención del público. Sólo hay que dejarse estar y permitir que la poesía de Antón Chejov toque las fibras más profundas de nuestra intimidad. Lo demás ayudará a definirlo la experiencia personal de cada uno.

Carlos Pacheco

Fuente: La Nación

viernes, 3 de septiembre de 2004

Todo el teatro de La Plata por $3

Aun en tiempos difíciles, el teatro continúa siendo una opción al alcance de todos cada fin de semana

Más de sesenta obras de teatro independiente (destinadas tanto a adultos como al público infantil) se presentan este fin de semana en nuestra ciudad. La propuesta es muy variada y va desde el drama y las comedias a los espectáculos de humor y café concert que en los últimos tiempos se han multiplicado en distintos bares platenses. Estos espectáculos, que reflejan el quehacer cultural de la ciudad y el gran interés que despierta en la gente hacer teatro (también se ha multiplicado la oferta de quienes enseñan dada la gran demanda de los que quieren aprender) se ofrecen cada fin de semana a precios muy económicos.

Hay obras cuya entrada es libre y gratuita y sólo se le pide al espectador una colaboración al final del espectáculo (hay muchos donde se pasa la tradicional "gorra"), aunque la gran mayoría fija un precio general que va desde los tres a los cinco pesos, aunque en este último caso, casi todas las compañías tienen descuentos especiales para estudiantes y jubilados quienes terminan pagando el precio de la entrada tres pesos.

Esta modalidad se cumple tanto a las salas oficiales como en las privadas. Así, por ejemplo, en el Galpón de la Comedia (49 entre 3 y 4) se viene realizando un ciclo denominado "Nuevas tendencias 2004" en el que la Provincia le da espacio a grupos de danza y teatro de nuestra ciudad y otros municipios para presentar sus creaciones.

Los viernes y domingos se ofrece un espectáculo de danza primero y luego otro de teatro y la entrada para presenciar ambos es de sólo tres pesos. La propuesta se renueva cada mes y desde septiembre se puede ver los viernes a las 20, al grupo de danza Tarasta con la obra "8 pies" y el grupo "Harto tránsito" con una creación conjunta, en tanto que a las 21.30, el grupo de teatro Stacatto ofrece "Matando horas", un drama de Cynthia Pierce que constituye una reposición en nuestra ciudad. El ciclo continúa el domingo a las 18, con el grupo Espiarladanza con la obra "Tres tristes mujeres solas" con coreografía y dirección de Mariana Pereira y luego el Ballet Municipal de Lanús con la obra "Levantate y anda" con coreografía y dirección de Soledad Curiale; y luego, a las 19.30, la obra que se presenta es "Ensayo sobre una imagen", una interesante propuesta del grupo a cargo del director Blas Arrese Igor.

Al igual que la Provincia, en las salas A y B del Pasaje Dardo Rocha las producciones independientes presentan sus propuestas con entradas a tres pesos. Durante este mes, las obras que se ofrecen son: "Sabor a Freud", una comedia dramática dirigida por Cristian Boragina (sábados a las 21); "La expresión de los otros es verdadera" del grupo Escarabajo con dirección de Jazmín García Sathicq (sábados a las 21); "Tranche de vie" dirigida por Karina Carballo (domingos a las 20.30) y "Extraño juguete", una comedia con Sandra Laffaye y Gustavo Enrietti y dirigida por Margarita Becerra (domingos a las 20).

A estas propuestas de teatro para adulto se suman los infantiles. En la sala Armanodo Discépolo, 12 entre 62 y 63, este domingo a las 16, se ofrece "Dale que te canto" con dirección de Santiago Doria y la entrada tiene un valor de dos pesos. Y en las salas del Pasaje: "Mundo ilusión" de Viviana Poltrone Chávez (sábados a las 16.30); "Te conozco Margarita", títeres de Graciela Cabezas (sábados alas 17.30); "El príncipe blues" de Mariela Anastasio y Víctor Fernández (domingos a las 16.30); y "De duendes y títeres perdidos", títeres de Miguel Grecco (domingos a las 17.30). En todos los casos la entrada es de tres pesos.

En en Teatro Argentino, mañana a las 16, se producirá el reestreno de "La zapatera prodigiosa" versión libre de la obra de Federico García Lorca de María de las Mercedes Hernando con música de Angel Mahler. El espectáculo cuenta con la dirección de Carolina Papaleo y es presentado por el grupo "La barraca". Las entradas generales cuestan tres pesos y habrá más funciones los sábados 11, 18 y 25, y los domingos 12, 19 y 26 de septiembre.

LOS INDEPENDIENTES

Como se dijo, en las salas independientes de nuestra ciudad el abanico de precios de las entradas es variado. Muchos optan por no cobrar entrada y al final del espectáculo "pasan la gorra", o bien el que quiere puede colaborar con lo que considera que vale la obra que acaba de presenciar.

Los espectáculos gratuitos son: "Más allá de los sentidos" (viernes a las 21.30) de Ulises Palomeque y "Los cinco sentidos capitales" (sábados a las 21.30), con dirección de Juan Carlos De Barry, ambos en La Lechuza, calle 58 esquina 10. Y "Espectador o jurado", una obra con idea y dirección de César Palumbo, que cada sábado a las 22 se viene presentando en la sala Tito Cossa, calle 10 Nº 784 entre 47 y 48.

El resto de los espectáculos que se ofrecen en las distintas salas independientes de nuestra ciudad cuestan cinco pesos, la general, y prácticamente todos hacen un descuento de dos pesos a los estudiantes y jubilados.

Por ese precio las obras que actualmente están en cartel son: "Entre la resaca" (hoy a las 22 en El Núcleo, 6 entre 40 y 41) del grupo Barataria; "Repeat, repeat" (sábados a las 21.30, en La Rosa de Cobre, 51 entre 16 y 17) a cargo de Las Crines del Chancho; "El conventillo de la Paloma" (sábados 20.30, en el Taller de Teatro de la UNLP), sainete de Alberto Vacarezza dirigido por Norberto Barruti; "Todos tus miedos" (sábado a las 21, en el Viejo Almacén El Obrero, 13 y 71), con dirección Cynthia Pierce; "Antígone" (sábado a las 23, en el Viejo Almacén El Obrero) dirigida por Claudio Cogo; "Con cierto placer" (sábado a las 21, en El Núcleo) con dirección de Omar Musa; "Burkina Faso" (sábados a las 23, en El Núcleo), comedia de humor negro con dirección de Nina Rapp; "Alias Fedra", de Edgar de Santo (sábados a las 21 y domingos a las 20 en Arca, 137 entre 58 y 59); "Popola" (domingos a las 19 en El Núcleo), danza-teatro dirigido por Fernanda Alessandro; "Lazos" (domingo a las 20.30 en El Núcleo), del grupo Transinfín con dirección de Poli Carzolio; "Ultimas cosas" (domingo 20.30 en La Fabriquera, 2 entre 41 y 42), con dirección de José Canevaro éste espectáculo cuesta $4 y $2; y "El hombrecito" (domingo a las 20, en el Taller de Teatro de la UNLP) dirigido por Roberto Conte.

MAS INFANTILES

Las opciones para chicos que este fin de semana presentan los elencos independientes van desde los dos pesos, en el caso de "A puro cuento", espectáculo a cargo de Malena Cadelli que se ofrece mañana a las 17 en Casa Teatro, 1 esquina 67, hasta los tres pesos. Estos son los títeres que se ofrecen en la sala El Teatrino, 11 entre 61 y 62: "Casimiro's diliviry", mañana a las 17, y "Serenatuna a la luz de la luna", el domingo a las 17; y "Crispín, el lorito parlanchín" de Néstor Sauto, el domingo a las 16, en El Núcleo.

HUMOR Y CAFÉ CONCERT

Una tendencia que viene en aumento son los espectáculos humorísticos de café concert que se presentan generalmente entre las 23 y 24, en distintos bares de la ciudad. El bar ubicado en calle 6 entre 44 y 45, está dedicado exclusivamente a éstos espectáculos de humor y el ingreso cuesta $2. Allí se presenta este fin de semana "Hermanitas antaño" (hoy a las 23.30, y mañana también habrá función en 44 entre 10 y 11 a la misma hora) y "Reventadictas" (sábados a las 24), además los jueves se presenta "Los Rimemver in concert" y los miércoles están comenzando a brindar shows.

Otros espectáculos de café concert son: "Canillitas", hoy a las 22.30, en 55 entre 13 y 14, basado en monólogos de Urdapilleta e interpretado por Valeria Novello y Verónica Spasoff; "Café instantáneo", el domingo a las 22 en 11 y 47, que propone improvisación y juegos con entrada gratuita.

Además de los que se realizan en bares, también hay espectáculos de humor en salas. Es el caso de "Música compuesta en escena", que se presenta hoy a las 23, en la Sala 420, 59 entre 12 y 13, con dirección de Gustavo Vallejos y a cargo del grupo Ridículum Vitae; "Improvisación genuina", el domingo a las 20, en el Viejo Almacén El Obrero, una producción de María Laura Regiosa; "Sólo los elegidos", mañana a las 22, en El Núcleo con dirección de Emilia Alvides; y "Desojando ilusiones, concierto para dos payasos", el domingo a las 20, en la sala 420, con dirección de Gustavo Vallejos.

Fuente: Diario El Día

lunes, 16 de agosto de 2004

“La TV es un buen ejercicio actoral”

BUENOS AIRES
Es uno de los personajes más oscuros de la tira de Canal 13, pero su historial abarca una multitud de registros: Machín posee un entrenamiento que le permite disfrutar las funciones íntimas del Camarín de las Musas y el trajín infernal de la tira diaria: “Para mí todo se renueva y es como si lo hiciera por primera vez”.

Por Cecilia Hopkins

Hay quienes lo conocieron dos años atrás, cuando en Son amores interpretaba el rol del sojuzgado Belucchi. Otros, que ya lo habían registrado en publicidades televisivas –la del gangoso “tapa a rosca” o la del adicto a las tortas fritas– terminaron de ubicarlo a principios de este año en la piel del multifacético doctor Ponce de Padre Coraje. Pero el espectador de teatro descubrió a Luis Machín hace tiempo: comprobó su temperamento actoral, sus cualidades expresivas en Varios pares de pies sobre piso de mármol, con dirección de Rafael Spregelburd, tanto como en El pecado que no se puede nombrar, bajo la dirección de Ricardo Bartís y sobre textos de Roberto Arlt. Después de ambas puestas y sus correspondientes giras, a Machín se lo volvió a ver, entre otros, en el personaje perturbador que le tocó interpretar en Teatro proletario de cámara, sobre textos de Osvaldo Lamborghini, en Casa de muñecas, de Ibsen, en Amores perros de Ignacio Apolo y Lo que va dictando el sueño, de Griselda Gambaro.

A pesar de haber hecho cine (Felicidades, de Lucho Bender, El astillero, de David Lipszyc, Un oso rojo de Adrián Caetano) y de que actualmente graba para Pol-ka diez horas por jornada, la pasión de Machín por el teatro no ha disminuido: en estos días, ensaya junto a Patricio Contreras Ella, un texto de Susana Torres Molina que la misma autora dirige, y acaba de reponer junto a Alejandro Catalán y bajo la conducción de Omar Fantini, un trabajo de creación colectiva que se reestrena cíclicamente el cual, incluso, fue visto en Brasil, Venezuela y Francia. Se trata de Cercano Oriente, tal vez más conocido como La caja, espectáculo de corte experimental que puede verse los domingos a las 21 en El Camarín de las Musas (Mario Bravo 960). El personaje que le corresponde a Machín, solamente identificado con el nombre de “el del piloto”, (el otro es “el del saco”), protagoniza un insólito rapto del destino: a raíz de un cortocircuito “deja este mundo y pasa a habitar un oscuro y degradado más allá y, desde entonces, la existencia de ambos personajes toma la forma aberrante de una épica del reencuentro”.

“Quiero que me vean jugar con la pelota un ratito... pero que no me la mezquinen, que puedan verme”, pedía Machín para sus adentros hace once años, antes de dejar su Rosario natal para instalarse definitivamente en Buenos Aires. Unos años antes, a los 23, ya había logrado tanta empatía con el público y la crítica rosarina que sentía que le faltaban estímulos y posibilidades concretas de crecimiento actoral: “Empecé a ver que me destacaban en las críticas y, al mismo tiempo, que a mí no me dirigían sino que confiaban en lo que yo producía... entonces pensaba, ¿de qué consagración me hablan si yo todavía no hice ni cine ni televisión?”, cuenta a Página/12. Para ponerse a prueba, Machín comenzó a viajar a Buenos Aires, a veces solamente para asistir a un casting y pegar la vuelta. A la espera de una oportunidad, seguía desarrollando en su medio una intensa actividad teatral.

Desde que decidió su vocación (en 1984, cuando cursaba el penúltimo año de la escuela secundaria), Machín pasó por el CRIT (Centro Rosarino de Investigación Teatral) y la Escuela Nacional de Teatro, donde se recibió en 1989. Llegó a hacer teatro infantil en Santa Fe por la tarde, y teatro para adultos por la noche y en Rosario. Recorrió de punta a punta su provincia, además de hacer giras por Corrientes y Chaco. También se vinculó con el grupo Arteón que dirige Néstor Zapata, y tuvo su propia agrupación cuando se creó la Filodramática La Quisimos con Locura, donde trabajó en puestas interdisciplinarias inspiradas en películas de James Bond o en letras de tangos. Hizo giras por Latinoamérica y en 1991 viajó con una obra de títeres para adultos por varias ciudades de España. Pero de tarde, para no perder la costumbre, se instalaba en las plazas paradedicar al público infantil obras de Javier Villafañe. Finalmente, una beca le permitió estudiar con Bartís en 1993, al tiempo que hacía con Alberto Ure un curso de actuación para TV. En vista de tanto trajín actoral, se comprende que a Machín no le caiga muy bien que algunos piensen que saltó de la publicidad de la cerveza a la TV. Pero tampoco se considera famoso: “No soy un actor mediático, a mí no me llaman para que hable sobre los piqueteros sino que me reconocen por los personajes que hago. Y está bien que sea así: los actores son lo que producen en la gente desde su lugar, que es el de la actuación”.

–¿No es raro que viniendo del teatro no haya tenido prejuicios respecto de la TV?

–Por suerte esa situación ya fue revertida, al menos en parte. Aunque quedan todavía muchos actores y directores que tienen la idea de que la TV es un género menor, que hay que acuartelarse en el teatro. Para mí, la verdad es otra, porque el prestigio no pasa por hacer solamente teatro: se puede trabajar muy bien en una tira diaria, aunque consuma muchísima energía. Si se produce con inteligencia, si se comprenden sus límites, el fenómeno televisivo puede provocar un ejercicio de actuación enorme. Siempre y cuando se rompa con los vicios que produce el medio, que no son muy diferentes a los que produce el teatro.

–Como espectador, ¿prefiere el teatro, el cine o la televisión?

–Me produce un gran placer hacer teatro, aunque debo decir que me cuesta mucho ser espectador, porque me aburro, tal vez porque le conozco los hilos. El cine, en cambio, me produce una fascinación enorme y puedo verlo sin una mirada crítica: ahí disfruto, me río, lloro, porque se me juega un grado de identificación mayor. Televisión, en cambio, veo muy poco: Padre Coraje es la primera tira que veo en mi vida, la miro siempre y si no puedo, la grabo.

–El teatro le exige repetir noche a noche lo mismo, la televisión, en cambio, ir improvisando sobre la marcha...

–No me cansa la repetición que implica hacer teatro: tengo hechas más de 300 funciones de una misma obra y pude comprobar que para mí todo se renueva y es como si la hiciera por primera vez. En TV, a medida que se va desarrollando el personaje uno ve qué va pasando. Pero el hecho de no saber cómo va a seguir la historia me produce un gran atractivo, porque hay que resolver situaciones todo el tiempo. Y también los autores se van enganchando con lo que uno entrega como actor y así se arma un círculo. Porque ellos escriben en función de lo que uno va proponiendo desde el trabajo diario. En ese sentido, la actuación en TV no es pasiva. Salvo cuando un actor se apoya en los ojos o en el físico que tiene. Esto hace que sus personajes estén muy acotados.

–¿Qué piensa del personaje que hace en Padre Coraje?

–La actuación se vuelca en el género que uno transite, sea televisión, teatro o cine... uno tiene un instrumento que afina y usa en la medida en que pueda hacerlo. A mí me tientan los personajes que no van en línea recta. Ponce es muy contradictorio, con muchas aristas, y es por eso que me produce una enorme satisfacción hacerlo: hace cosas espantosas pero a la vez, como médico, tiene aspectos muy humanos. Uno de sus lados oscuros tiene que ver con ser un homosexual reprimido, y también, con haber tenido una hija con una prostituta. A veces me dicen que siempre hago de malo, pero yo creo que hago personajes complejos: a la gente le cuesta entender los vericuetos de un tipo que descuartiza a alguien por encubrir a una hija, porque necesita identificarse con los buenos y odiar a los malos.

–En el Camarín lo ven actuar no más de 50 personas por noche, y en Padre... la exposición es masiva. ¿Percibe esa diferencia en términos actorales?

–Desde los últimos seis años convivo haciendo teatro y televisión, además de cine y publicidades, mayormente para afuera. No sé qué genera mitrabajo para un público y para otro. La actuación es lo que más placer me da en la vida. No hay otro hecho que me produzca mayor emoción, donde me sienta más vivo. Entonces, hacer una función para cincuenta personas o participar de un programa que es visto por millones forma parte de un mismo mundo, cerrado y secreto. El placer sigue siendo íntimo y personal: lo que le pasa al otro le pertenece a él. Yo no actúo distinto, porque lo hago para mí mismo. Estudio y pruebo, pero no para sondear el rating. En cine, tampoco uno tiene conciencia de la cantidad de gente que luego va a ver la película: el actor está frente a la cámara consigo mismo y con su compañero. Por eso, sólo pienso en la escena que tengo que hacer, en lo que se le juega a ese personaje.

Fuente: Página 12

sábado, 14 de agosto de 2004

Epitafios

Epitafios (2004), la primera serie dramática de ficción producida por HBO para Latinoamérica ha sido realizada por la productora argentina Polka Producciones y durante 13 capítulos sigue los pasos de un ex oficial de policía y una psicóloga, mientras tratan de capturar a un asesino en serie cuyo único objetivo en los últimos cinco años ha sido preparar una venganza que convertirá a la ciudad en un cementerio.

La serie se ha rodado en Argentina en formato cine (16 mm) y está protagonizada por actores del país, como Julio Chávez, Paola Krum, Cecilia Roth, Antonio Birabent y Villanueva Cosse. Se trata de una producción única en su género por su gran calidad narrativa. “Aquí yace quién nunca debió…” Así figura el epitafio del Comisario Benítez, la primera de las muchas inscripciones que un asesino prepara cuidadosamente para anunciar la muerte de sus víctimas. Epitafios es un thriller de suspense muy atractivo, lleno de acción y escenas de amor, realizado con la riqueza del mundo cinematográfico. Se desarrolla en única trama por capítulo, sin embargo cuenta con suficientes dosis de inquietud como para que el espectador no quiera dejar de verla.

La dirección ha estado en manos de dos cineastas: Alberto Lecchi (Secretos compartidos) y Jorge Nisco (director de series argentinas como Por el nombre de Dios o 099 central), que se han alternado cada dos capítulos, para aportar dos miradas a la historia. El rodaje de cada episodio ha durado entre dos y tres semanas, un tiempo inusual en el medio televisivo, donde generalmente cada entrega se graba en cinco días.

La música la ha compuesto el prestigioso compositor Iván Wyszogrod, reconocido por sus trabajos en las bandas sonoras de las películas Territorio comanche y El hijo de la novia, entre otras. Los efectos especiales juegan un papel muy importante. Se han utilizado técnicas digitales para la reconstrucción de escenas de crimen en 3D y un extraordinario maquillaje que permite mantener una línea efectista sin caer en lo morboso.

La trama, escrita por los hermanos Walter y Marcelo Slavich, comienza cuando el agente Renzo Márquez (Julio Chávez El visitante, Un oso rojo) abandona la policía al sentirse responsable por la muerte de inocentes en una escuela local. Cinco años más tarde, un cuerpo aparece brutalmente mutilado. Todo parece indicar que el crimen se relaciona con los eventos que motivaron el retiro de Renzo. A partir de ese momento, comienza una cruenta venganza cuyo autor (Antonio Birabent, Pequeños milagros, ¿Sabes nadar?) es un brillante asesino en serie que predice el destino de sus víctimas a través de enigmáticos epitafios. Bajo el asedio del asesino, la psiquiatra Laura Santini (Paola Krum, Cuatro amigas), también involucrada en los sucesos de la escuela, se ve obligada a reunirse con Renzo. Juntos deberán enfrentar los fantasmas de su pasado e intentar desvelar cada uno de los misteriosos epitafios, sin imaginar que la llegada de la detective de homicidios Marina Segal (Cecilia Roth, Todo sobre mi madre, Oscar a la mejor película extranjera, y Kamchatka, por la que obtuvo un Goya a la mejor actriz principal) dará un giro inesperado a los acontecimientos. La serie, volviendo al pasado, muestra que esta muerte y las inscripciones fúnebres están relacionados con un trágico hecho sucedido cinco años atrás en un colegio alemán en el que murieron carbonizados cuatro estudiantes después de que un profesor, Santiago Peñalver (Luis Machín) los tomara como rehenes para cobrar una deuda que mantenía la entidad con él.

Los personajes

  • Marina Segal (Cecilia Roth) es la detective de homicidios, una mujer obsesionada considerada en la serie como la mejor mujer policía debido a un incidente que marcó para siempre su vida: el suicidio de su padre, también policía de profesión. Ahora, se pone al frente del mejor caso de su carrera, seguir la pista de un asesino en serie. Cecilia Roth ha realizado interpretaciones en La hija del caníbal (2003), Kamchatka (2002), Deseo (2002), Antigua vida mía (2002), Todo sobre mi madre (1999), etc.
  • Bruno Costas (Antonio Birabent) es un personaje muy influenciado por su padre. Desde pequeño, le inició en los secretos de la muerte. Su madre siempre lo sobreprotegió y, cuando enfermó, algo se quebró en Bruno Costas, como si las puertas del infierno se hubiesen abierto sólo para él. Con una personalidad brillante, sensible al extremo, después de la tragedia del Colegio Alemán, en su mente comenzó a gestarse la venganza contra todos los culpables. Primero consiguió un sitio, una guarida. Luego consiguió ayuda financiera. Buscó aliados y se deshizo de ellos. Brillantemente, fue metiéndose en la vida de Laura y Renzo. Destacan sus interpretaciones en las películas El impostor (1996), Lisboa (1998)y ¿Sabes nadar (2000), entre otras.
  • Renzo Márquez (Julio Chávez) ingresó en la escuela de oficiales de policía, igual que lo había hecho su padre, tras una adolescencia marcada por las drogas y el coqueteo con la delincuencia. Allí encontró en el comisario Benítez un apoyo decisivo y, poco a poco, se fue convirtiéndose en su mano derecha. Ya había pedido el traslado del departamento de homicidios cuando sucedió la tragedia del Colegio Alemán, que lo llevó a abandonar la policía. El sentimiento de culpa por la muerte de los cuatro chicos lo convirtió en un fantasma urbano, en un ser cínico e incrédulo cuyo único objetivo es salir con su taxi en busca de dinero suficiente para vivir y para comprar ansiolíticos. Ha trabajado en películas como Extraño (2002) Un oso rojo (2002), El visitante (1991) y Un muro de silencio (1992), entre otras, y en televisión en miniseries como Par simple (1998) y Archivo negro (1997).
  • Laura Santini (Paola Krum) es hija única de madre soltera, liberal y psicóloga reconocida. Creció en soledad y a los 18 años se independizó. Seis años después, se graduó de psicóloga, tal vez para poder entender mejor su vida. A los 27 años conoció a Fernán, un abogado recién licenciado con el que se casó y tuvo a su hijo Nico. Durante los primeros años de convivencia, Laura sintió que, de alguna manera, había triunfado, pero, con el tiempo, algo comenzó a fallar, hasta que un día comprendió que estaba casada con un desconocido. Por eso, encontrar a Renzo Márquez en las horrendas circunstancias en las que lo conoció, terminó de derrumbar ese mundo que creyó, durante un buen tiempo, ideal. Ha colaborado en películas como La suerte está echada (2005) El séptimo arcángel (2004) y Nada por perder (2001).

A medida que avanza la serie, se desvela la personalidad de los personajes y se analiza su pasado, que el asesino anónimo conoce a la perfección. La clave de esta gran producción es que las muertes se suceden manteniendo el misterio, ya que se oculta la razón que mueve al brutal asesino a cometer estos sangrientos e ingeniosos crímenes. Cuando todo parece terminado un nuevo epitafio sacude a los protagonistas. La serie, que no pretende revolucionar el género, a través de una trama sólida trata de captar a un público amplio.

Epitafios ha disfrutado de una gran aclamación por parte de la crítica. Tras el éxito obtenido en Argentina, fue subtitulada al inglés y al francés para estrenarse EE.UU y Francia. La prestigiosa revista Entertainment Weekly la ha incluido en su lista de programas imprescindibles y la ha calificado como “una excelente serie de televisión argentina”. The New York Times la calificó como “Un thriller con mucho suspense y con un toque de locura. Adictiva y difícil de resistir”. The Washington Post publicó que “la serie, realizada en Argentina, había sido tan buena y había causado tanta repercusión, que la habían subtitulado en inglés y francés”. El Diario Clarín (Argentina) manifestó que “Epitafiós tenía una gran estética cinematográfica y actuaciones brillantes”. En su estreno en Francia, la prensa la calificó “como una renovación del género de ficción por su alto contenido dramático y una revolución latinoamericana por su calidad de realización”.

PolKa Producciones, creada en Argentina en 1994, es una productora de gran reconocimiento por sus trabajos de altísima calidad en cine y televisión. Ha realizado ocho largometrajes, entre ellos la aclamada película El hijo de la novia, nominada a mejor película extranjera en los Premios Oscar 2002 y ganadora del premio del público en el Festival de Cine de la Habana y en el São Paulo International Film Festival, entre otros reconocimientos, y Luna de Avellaneda, en la que Ricardo Darín obtuvo el premio como mejor actor en la 49 Semana de Cine de Valladolid, y Daniel Fanego, consiguió el Condor de Plata 2005 como Mejor actor de reparto.

Fuente: pizquita

viernes, 13 de agosto de 2004

Confesiones de una mente peligrosa

Estreno: "Epitafios", por HBO
Desde mañana, la primera producción original de la señal para América latina

Las historias de asesinos seriales han tomado un protagonismo cada vez mayor dentro del género de suspenso. Las mentes criminales -desde el Moriarty de Sherlock Holmes o su contraparte real, Jack el Destripador- fueron evolucionando hasta la década del 90, en que películas como "El silencio de los inocentes", "Pecados capitales" y centenares de variaciones y derivaciones terminaron de concretar la vuelta de tuerca anunciada: el serial killer como héroe repelente (digamos, "Hannibal"). Los minutos y centímetros que la TV y el cine han dedicado a analizarlos, demonizarlos, entronizarlos o simplemente describirlos han crecido exponencialmente, popularizando en todo el mundo lo que en algún momento se pensó -erróneamente- como una contribución eminentemente norteamericana al delito en la ficción, como las hamburguesas a la gastronomía. Hasta ahora.

De una muerte anunciada

"Epitafios", la primera producción original de HBO para América latina, a cargo de Pol-ka, es, según los guiones de los hermanos Walter y Marcelo Slavich ("El garante" y "Por el nombre de Dios") tanto la historia de un asesino serial como la de sus futuras víctimas, para las que compone sus epitafios con antelación, que funcionan como aviso y reaseguro simultáneamente.

Todo comienza cuando el comisario Benítez (Lito Cruz) recibe una llamada que lo invita a desplazarse hacia una casa abandonada para descubrir la primera parte de un sangriento acertijo, que lo involucra en las consecuencias de un procedimiento policial devenido en tragedia, de la que también participaron su protegido, Renzo (Julio Chávez) y una psicóloga, Laura (Paola Krum). Los tres tienen su lápida y sus epitafios en esa casa y pronto se verán involucrados en la investigación, que intentará detener al asesino antes de que pueda llevar a cabo una elaborada y bizantina venganza. El problema es que Renzo es ahora taxista, ya que se retiró de la policía luego del rescate fallido, y Laura se ve envuelta, además de en la búsqueda frenética del culpable, en un chantaje que apunta a su pequeño hijo como reaseguro de su obediencia.

La miniserie, de trece capítulos, fue rodada íntegramente Buenos Aires en 16 mm por dos equipos, encabezados por los directores Jorge Nisco ("Comodines") y Alberto Lecchi ("Perdido por perdido"). El elenco se completa con Cecilia Roth, Oscar Ferreiro, Miguel Guerberoff, Luis Machín, Lucrecia Capello, Norman Briski, Esther Goris, Antonio Ugo, Jorge Marrale y Daniel Hendler, entre muchos otros.

Por Dolores Graña
De la Redacción de LA NACION

martes, 10 de agosto de 2004

Comienza el regional de teatro infantil y títeres de la Comedia

Desde hoy y hasta el próximo viernes se llevará a cabo en la Sala Armando Discépolo, calle 12 entre 62 y 63, el "Encuentro Regional de La Plata de Teatro para niños y títeres", organizado por la Comedia de la Provincia de Buenos Aires, dependiente del Instituto Cultural bonaerense. El ciclo contará con 14 obras diferentes, entre las que saldrá la encargada de representar a nuestra ciudad en el encuentro provincial que se realizará próximamente.

Hoy, el grupo Ombú ofrecerá tres obras: a las 10, "Las aventuras de Lucky y Mora"; a las 12, continuará con " Aquí sonrisa" y, a las 14, "Mundo ilusión", todas con dirección de Martín Harrand.

Mañana, a las 10, el grupo La Vereda presentará "Las calles de los fantasmas", con dirección de Graciela Cabezas; a las 12, el grupo El Sombrero dará "Juglereando", dirigida por Daniel Melluso; a las 14, "Al revés del circo", a cargo del grupo IEBA, con dirección de Germán Crivos; y a las 16, La Gotera presentará la obra "Murguita al cuadrado", con dirección de Diego Aroza.

El jueves, a las 10, el grupo Melodía pondrá en escena "Mirá como me pongo", dirigida por Leonardo Torremore; a las 12, el grupo De Teatro Topográfico ofrecerá "El príncipe Blue", con dirección de Hugo Víctor Fernández; a las 14, el grupo Vuelve en Julio dará "Hércules y el fuego del Olimpo", con dirección de Carlos Ayala; y a las 16, Las Crines del Chancho presentará "Nunca fue fácil ser un superhéroe", dirigida por César Genovesi.

Finalmente, el viernes, el grupo Teatro del Firulete pondrá en escena la obra "Icarovoló", a las 10, dirección de Víctor Galestok. Continuará a las 12, el grupo Tablas y Ferias con "Historias del ángel de la Fragua", dirigida por Miguel Greco; y el Encuentro Regional culminará a las 16, con la obra "Un viejo y buen herrero llamado pobreza", de la Compañía de Teatro de Títeres Asunta, dirigida por Paula Varreti.

Fuente: El Día

jueves, 5 de agosto de 2004

"Noche cerrada": barcos a la deriva

Por Irene Bianchi

"Noche cerrada" Dramaturgia: Daniel Veronese, Laura Valencia. Elenco: Delia Aguinaga, Fernanda López Camelo, Mónica Fernández y Patricia Ríos. Realización escenográfica: Enzo Brutti y Jorge Lanza. Diseño lumínico y asistencia técnica: Luis María Elicabe. Música original: Federico Jaureguiberry. Asistencia de dirección: Laura Peres. Dirección: Laura Valencia. Galpón de la Comedia, calle 49 e/ 3 y 4. Domingos 19.30.

Presentada en el marco del ciclo Nuevas Tendencias, organizado por la Comedia de la Provincia de Buenos Aires, "Noche cerrada" se basa en dos obras: "No me muevo hasta que el agua me llegue al cuello" de Laura Valencia, y "Ring side", de Daniel Veronese. El denominador común: cuatro mujeres lidiando con su soledad, su sensación de abandono, de desamparo; la rivalidad, la incomunicación, la búsqueda, la frustración, el sin sentido.

En la puesta de Laura Valencia, nada de lo que el espectador ve resulta previsible. Todo sorprende, saca de encuadre, sobresalta, elude una decodificación lógica y racional. Paralelamente a las palabras, las protagonistas utilizan otros lenguajes de alto impacto, estímulos que entran por todos los sentidos: sonidos, sabores, texturas, olores, imágenes provocadoras e inquietantes.

El compromiso físico de las actrices es absoluto, riesgoso, visceral. No se dan ni dan respiro. Arman y desarman las escenas a un ritmo vertiginoso, frenético. Van mutando, transformándose, modificándose a los ojos del público, multiplicándose en otras tantas, reciclándose.

El espacio no convencional que ofrece el Galpón de la Comedia es el lugar ideal para una propuesta de este tipo. La utilización de este ámbito tan particular es plena e integral. No hay cuarta pared, no hay límites ni fronteras, no hay casi separación entre escena y platea.

Una vez más, la joven autora y directora Laura Valencia pone en evidencia su talento y creatividad, su afán de explorar, de experimentar, de transitar nuevos caminos, de romper moldes, de provocar, de ensayar enfoques diferentes, de abordar el hecho teatral desde una óptica innovadora, arriesgada, por momentos shockeante. La música de Federico Jaureguiberry enriquece la puesta.

Cuenta Valencia en "Noche cerrada" con un elenco sin fisuras, incondicional a la hora de exponer y exponerse, afiattado, rigurosamente entrenado, versátil.

"Noche cerrada": cuatro mujeres tirando redes al mar.

Fuente: Diario El Día

martes, 3 de agosto de 2004

"Del otro lado del tiempo": La muerte y la doncella

Por IRENE BIANCHI

"Del otro lado del tiempo", de Gustavo Vallejos. Intérprete: Verónica González. Diseño de vestuario: Analía Seghezza. Realización de vestuario: Graciela Galindo. Ambiente escenográfico: Gustavo Vallejos, Verónica González. Dirección, musicalización y táctica escénica: Gustavo Vallejos. Domingos a las 20 en el centro cultural El Núcleo, calle 6 Nº 420.

Aun cuando nos sabemos mortales, la mera idea del fin de la existencia terrena nos parece aterradora. El temor a lo desconocido, el miedo al sufrimiento, el apego a personas y objetos, el desasosiego de disolverse en la nada, parecen invalidar el sentido de la vida. Para qué vivir, nos preguntamos, si todo se acaba. ¿Para qué venimos, si tarde o temprano e inexorablemente deberemos partir? ¿Cuáles son las reglas de este juego macabro, antojadizo, ilógico, cuyas únicas certezas son el punto de partida y la línea de llegada?

En el fondo, cada uno confía que a nosotros no nos va a tocar, que la Parca nos va a saltear, que no nos llamará con su dedo huesudo para que la sigamos vaya a saber dónde. Nos hacemos los distraídos, la negamos como si de ese modo lográramos aniquilarla. Entonces siempre nos agarra desprevenidos, distraídos, con la cabeza en otro lado, para nada preparados ni dispuestos.

Nos resistimos a aceptar que la muerte forma parte de la vida, que somos pasajeros en tránsito, y que tal vez nuestra breve permanencia en este plano sea una oportunidad para aprender y evolucionar.

De este tema tan insondable y espinoso habla "Del otro lado del tiempo", la nueva pieza de Gustavo Vallejos, tan bellamente interpretada por Verónica González.

Como para detener de entrada el parloteo mental del espectador y desbaratar su enfoque intelectual, el director hace que su actriz se exprese verbalmente a través de un lenguaje sin sentido ("gibberish"), una suerte de farfulla o galimatías que el público va descifrando a través de la acciones, gestos, tonos e intenciones de la protagonista.

Al desidentificarse de la mente, se produce automáticamente un estado de alerta, de atención consciente, un súbito despertar. Se mira sin juzgar, sin evaluar, sin filtros, sin preconceptos, sin tratar de entender desde la razón, sin etiquetar ni encasillar. Se intenta ser uno con lo que se ve, fundirse, eliminar la distancia entre el observador y lo observado, transformarse en un testigo silencioso.

Hay justamente en la puesta de Vallejos una revalorización del silencio, de las pausas, del subtexto, de lo no explicitado. El clima es el de una ceremonia ritual, preñada de símbolos, que abre una puerta secreta a mundos más sutiles e ingrávidos, una dimensión en la que se esfuman tiempo y espacio, desaparecen las formas, y se tiene un atisbo de lo sublime.

Fuente: Diario El Día

Verónica González fluye armónicamente en su interpretación, con absoluta entrega y naturalidad. Posee un instrumento muy afinado y está a la altura de las exigencias de un trabajo nada fácil.

Como quien pela una cebolla, Vallejos se va deshaciendo de lo superfluo, de lo accesorio, del adorno, para enfocarse en lo esencial y, de alguna manera, invita al espectador a recorrer el mismo camino.

sábado, 31 de julio de 2004

La pasión por los músculos

Una de las escenas violentas de estos aspirantes a "patovicas"

"Hipertrofia muscular" , de Nelson Mallach. Selección musical, puesta en escena y dirección general: Susana Torres Molina. Elenco: Marcelo Arredondo, Iván Esquerré, Hugo Men y Juan Pablo Thomas. Luces: Luciana Giacobbe. En el Teatro del Abasto, Humahuaca 3549. Duración: 80 minutos. Funciones: domingos, a las 18.
Nuestra opinión: regular

"Hipertrofia muscular" es el primer trabajo autoral de Nelson Mallach, creado en el taller de dramaturgia de Susana Torres Molina, quien aceptó dirigirla.

Es una obra cuyo planteo propone dos lecturas: una directa y otra alusiva. En el ámbito de un gimnasio, cuatro hombres compiten por estética, fiereza, fuerza y ambiciones en un derroche inútil de testosterona. Víctor y Máximo se observan y se odian. Pertenecen a mundos opuestos sólo desde el punto de vista económico, pero muy similares en sus miserias más íntimas. Bautista es el monaguillo de la misa del canal estatal y se ahoga entre el dilema carne-espíritu. Por su parte, Arnie es el dueño del gimnasio, un instructor déspota para quien Arnold Schwarzenegger es modelo, dogma y causa.

Es un texto algo esquemático y discursivo que, en buena parte, peca de ingenuo. La intención de demostrar la real competitividad y el hedonismo de aquellos adictos al gimnasio que nunca llegan a estar completamente conformes con los resultados se diluye inmediatamente.

Esto se manifiesta sobre todo en lo discursivo, ya que se enuncian riesgos, resultados y verdades del fisicoculturismo sin que éstos estén necesariamente ligados a lo que está ocurriendo en escena. Las razones por las cuales cada personaje rinde culto a su cuerpo están puestas sólo a brochazos. Se tarda en hallar la solución y no están bien logrados los climas de violencia que plantea el texto y la directora desde la puesta.

Las situaciones se vuelven redundantes y repetitivas y no permiten saborear esa doble lectura que podría hablar de dominación, sometimiento, moda, normas sociales preestablecidas, deseo y sexualidad.

La pieza tiene chispazos de humor, pero por momentos se cae en un tipo de gag que no llega a rozar las líneas más puras del absurdo teatral. Por ejemplo: al instructor le agarra una suerte de "chiripiorca" (como las de Chespirito, en la TV) que le provocan un desmayo.

La situación carece de gracia suficiente y fractura la acción y el discurso. Del mismo modo, el tema de la homosexualidad tampoco queda claro. Es demasiado evidente que el monaguillo acude a ese lugar sólo por placer. Pero su personaje es algo contradictorio. Por un lado, su devoción por la religión lo reprime desde el intelecto, pero no oculta su manifiesto deseo sexual ni sus oportunidades de contacto físico con sus compañeros.

Pesas y mancuernas

La puesta en escena realista transcurre entre una serie de elementos propios de un gimnasio de aparatos. No se alcanzan climas intensos y Torres Molina debió hacerse cargo de un elenco heterogéneo.

La puesta es muy exigida físicamente para los actores, ya que casi permanentemente están haciendo ejercicios físicos y levantando pesas con innumerables repeticiones. De algún modo, esa exigencia afecta el normal desenvolvimiento y se vislumbra no sólo en los tonos de voz sino en cierta dispersión.

Con la excepción de Hugo Men, el resto del elenco no vive los textos en forma orgánica y, en muchos tramos, se los nota incómodos y afectados en la piel de sus criaturas.

Pablo Gorlero

Fuente: La Nación

viernes, 30 de julio de 2004

Despedida y debut en el Galpón de la Comedia

Esta noche, a las 20, concluirán sus funciones las propuestas correspondientes al mes de julio del ciclo "Nuevas Tendencias 2004", organizado por la Comedia provincial en la sala de 49 entre 3 y 4, y el próximo domingo, a las 18, darán inicio las incluidas en la programación de agosto de dicho ciclo.

Hoy a las 20, el grupo Entre Patios presentará por última vez la obra "Las Ultimas Imágenes", con la interpretación de María Sofía Diotto, Emilce Albornoz, Yamila Valla, Rosalía Díaz, Mercedes Nugent Ricón y Gisela Provenzano. Mientras que la Escuela de Danzas Clásicas de La Plata ofrecerá "Peldaños", con coreografía de Natalia Basomba Duarte y música de Ultrasonic Sound; "Tensión - Distensión sobre Escenario Desnudo", con Julieta Scanferla, Pedro Coloma y Gerardo Petrella como protagonistas; y "Blanco Morigerado", con idea y dirección de Renée Zgaiger.

En teatro, hoy a partir de las 21.30, el grupo Del Bocadelli Andén subirá a escena "Textos Húmedos", con dramaturgia y dirección de Karina Bordogna.

Por su parte, el próximo domingo a las 18, la Compañía la Marea Danza presentará las obras "Comeme-Bebeme", con coreografía a cargo de Diana Rogovsky y música original de Pablo Loudet; y "M de N", interpretada por Julieta Ranno y Alejandra Ceriani y con la composición sonora original y en vivo de Federico Mutinelli.

En teatro, los domingos de agosto a las 19.30 se ofrecerá "Noche Cerrada", del grupo La Fabriquera, con dramaturgia de Daniel Veronese y Luis Valencia. Se basa en dos obras, una de Laura Valencia denominada "No me muevo hasta que el agua me llegue al cuello", donde cuatro mujeres hablan de sus respectivos abandonos. La escena se transforma y aparece otra obra "Ring side", de Daniel Veronese.

El ciclo tiene por objetivo promover y difundir la producción de carácter experimental de la provincia de Buenos Aires. Para seleccionar las obras se tuvo en cuenta la búsqueda expresiva y la explotación de técnicas teatrales, así como recursos de la plástica, la música y la danza a partir de la utilización del espacio de manera no convencional.

La entrada tiene un valor de tres pesos y con ella se accede tanto a las obras de danza como a las de teatro.

Fuente: Diario El Día

martes, 27 de julio de 2004

ERSONAJE: ENTREVISTA CON EL DIRECTOR TEATRAL ROBERTO VILLANUEVA "El teatro le tiene miedo al texto"

Repuso la obra que estrenó en 1981, al volver del exilio. Aquí, habla de sus criterios estéticos y anticipa sus proyectos.

Laura Gentile

Una obra muy modesta, hecha para montarla en cualquier lado, muy de feria". Así describe el director Roberto Villanueva a El resucitado, que repuso en Andamio 90, estrenada en Argentina en 1981 y basada en el cuento "La muerte de Oli vier Becaud", de Emile Zola.

Casi texto puro, esta versión vuelve a ser protagonizada (como en los 80) por Lorenzo Quinteros. "Una obra tiernamente divertida —agrega Villanueva—. Y muy llena de cariño", enfatiza.

El resucitado fue montada desde su exilio en España a pedido de Quinteros (también radicado allí) que quería volver al país con una obra dirigida por Villanueva. "Era como mandar un mensaje en una botella", recuerda el director, que todavía no estaba listo para regresar. "Me había costado mucho irme; allá ya tenía mi casa, era otro desgarramiento".

Después unas pocas funciones en Madrid, Quinteros la trajo a Buenos Aires, funcionó muy bien y ganó muchos premios.

Cada intento de ahondar en El resucitado topa con la misma resistencia. A Villanueva le gusta soltar su obra y no facilitar planos indicativos de interpretación. "Cuando termino algo lo que más quiero es ensayar lo siguiente, más que disfrutar de la reflexión —explica—. Se trata de un proceso, no un objeto. Esta visión de objeto es la que está privilegiada hoy en día, ¿por qué? porque un objeto se vende. Picasso es mejor pintor ahora porque es más caro que cuando vivía. Es la educación que recibimos. Por ejemplo, para publicitar una película, Hollywood difunde la plata que costó, la taquilla que vendió, la ganancia que dejó".

Esa idea de proceso puede llevarse hasta las últimas consecuencias. Villanueva cuenta que no guarda nada, ni papeles, ni fotos. "Yo tiro todo, soy la negación de mi historia. No quedan rastros. Las cosas tienen que quedar en el corazón de la gente. Si no, queda en un papel guardado en una caja muerta, su ataúd".

Eso, asegura, es lo más específico del teatro: ser efímero. "Muchas veces me encuentro con alguien que me habla de una obra mía y me comenta detalles que yo no recordaba o ni creí que estaban. Es una de las cosas que más me gustan, ver que eso alguien lo guardó vivo. Generalmente esa cualidad efímera del teatro siempre se vive mal, incluso yo la vivía así hasta que un día me di cuenta dónde quedaba".

En un escrito sobre El resucitado del que ya no se hace cargo Villanueva cita a Roland Barthes, "se diría que el teatro le tiene miedo al texto". Dice que eso era algo propio de la época en que se montó la obra pero que ahora vuelve a suceder algo parecido.

¿Ese miedo se ve en el teatro joven?

Te diré que a mí los jóvenes me decepcionan. A veces lo que veo me parece muy antiguo, creo que sigue habiendo la sospecha del texto. Sé que con esto me voy a ganar la antipatía y el epíteto de arcaico. Habría que hacer otra cosa; hay que volver a los grandes textos. Claro que una vez que se haya hecho ayuno de texto.

¿El miedo al texto es miedo a lo que pueda salir de ese encuentro?

Es el miedo de recorrer senderos nuevos, de internarnos en la selva a ver si hay frutos nuevos. Es el miedo a lo misterioso, eso que no se ha dicho nunca o que no se puede decir. Es algo casi místico, ese balbuceo del que hablaba San Juan de la Cruz.

Fuente: Clarín