Tres parejas o la previa a la típica familia disfuncional. Una puesta talentosa y sensible.
Por Hernán Firpo
Si le preguntás, Alejandro Catalán, el director, te va a decir que la propuesta e s una actuación cruda y real a un punto que todos los procedimientos espaciales lumínicos y sonoros ... O que en la obra las palabras surgen y se pautan junto a todo un conjunto de acontecimientos que excede lo verbal .
Okey, pero al margen de la lógica búsqueda de singularidad, Amar no es (por suerte) una fabriquita de endogamia autocelebratoria. Es más, en las líneas que siguen nos gustaría, ay, nos gustaría hablar de un montaje alrededor del cliché sutil, pero tal cosa se consideraría una afrenta a la pretensión original. O quizás no. En fin, mejor pasamos a la idea siguiente que tiene que ver con la feroz economía de recursos; tanto que hasta podríamos imaginar que el pobre Catalán, puro talento, tiene menos apoyo que una pared de telgopor. Con todo, no se precisan más de diez minutos para saber que podemos recostarnos contra la butaca, la columna vertebral se afloja y cada espacio intervertebral recupera su elasticidad, para dedicarnos a disfrutar. Tan simple como eso: las buenas ideas no tienen por qué ser pomposas ni pretender tampoco exclusividad.
La rama de un árbol, dos sillas, unos micrófonos, linternas, tres hombres, tres mujeres.
Amar es el nombre de la obra y también un verbo en infinitivo, sin conjugar. El infinitivo no distingue, no admite variaciones ni desarrollos. De aquí se desprendería lo del cliché en una propuesta que parte de la noción general de la relación de pareja. Los tópicos, como los infinitivos, ayudan a generar identificación inmediata.
Si una temática recurrente es el teatro de familias disfuncionales, Amar funda una categoría anterior. El huevo de la serpiente, la precuela o la previa: consiste en trabajar sobre un instinto de conservación que comienza antes de que la familia se convierta en sociedad anónima ( gracias Norman Brisk i). Uno de los personajes, La Negra, desemboza una dieta rica en especulaciones y construye un stand up genial y paranoico que envidiarían los guionistas de Sex & the City . Y si la chica de la butaca de al lado te de un codazo, se ríe y murmura “esto es muy femenino”, puede que sólo sea la vida misma.
La sucesión de momentos reales y otros literalmente prefabricados inauguraría otro rubro: la antesala de la memoria emocional. ¿Querés saber de qué se trata el famoso método Stanislavsky sin tener experiencia previa? El humor de la obra va por este lado. Los personajes ven todo desde adentro, como si nunca nada les resultara ajeno.
La puesta es rara, moderna. La flaca alta que logra una cumbre dramática, al minuto se convierte en asistente de producción, teniendo una linterna o enfocando unas de esas luces que acompañan mejor que cualquier música incidental. Mientras, la larga noche avanza sobre la vida de estos seres tan afines como extraviados.
Pero si esta es una obra que merece una mención especial del iluminador, la musicalización y el diseño sonoro (Matías Sendón, el propio Catalán, Bruno Luciani y Sergio Catalán), básicamente es una obra para decir: ¿ viste a tal actor y a tal otro?, ¿y al rubio petiso y la flaca alta o al que se parece a Luis Machín? Lo que queda del párrafo debe estar reservado para difundir a esta gente. De a uno en fondo: Edgardo Castro, Lorena Vega, Natalia López, Toni Ruiz, Federico Liss, Paula Manzone.
Fuente: Clarín
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