Pensar en blanco y negro nos remite a despojar el gris fuera de todo pensamiento. Como los sentimientos de la niñez, me gusta o no, es lindo o feo, gordo o flaco. Mirar la vida desde dos perspectivas sin lugar para los matices o las variables. Enfrentando dos polos que de tan lejanos nunca parecen interceptarse. Así se presenta Ensayo en blanco y negro, una mujer que baila cuando la armoniosa melodía de una flauta traversa, interpretada por un hombre, la atrae hacia el escenario. La exquisita melodía le da vida y la despoja de la opresión en que el silencio no la deja respirar.
¿Qué hacer frente a eso? Mirar y decir me gusta o no, baila bien o qué lindo suena esa flauta. O podemos ir un poco más allá y emplear la fantasía para salir de la monotonía que en un primer momento percibimos. El espectador es invitado a realizar ese ejercicio de tomar a ambos personajes y crear una historia. Sin límites de matices ni estructuras, hacia donde más le plazca, sin tener que acotarse al mensaje del autor. Los ensayos son eso, una libre interpretación de un tema, en este caso una mujer y un hombre en escena.
Como en la leyenda de los hermanos Grim, El flautista de Hamelín, Juan Pablo Cuomo, el flautista, aleja a Mercedes Falkenberg, la bailarina, no de las ratas, como en la fábula, pero sí de la sensación de ahogo dentro de la bolsa que la tiene atrapada. Con la música sale a la realidad. A través de la danza la mujer transita un camino posible de libertad y se acerca a la figura masculina, para rendirse a la interpretación musical.
La flauta traversa, instrumento de la orquesta sinfónica, marca el clima de la escena y anticipa la metamorfosis de la bailarina. La música materializa el vínculo de los protagonistas y les servirá para contar sus historias: ella, la de una bailarina, y él la de un flautista. Su encuentro es pasional y está atravesado por la danza. El plazo es corto, sólo dura el transcurso de la melodía, sin embargo está lleno intensidad y condimentos que suelen tener las relaciones de la vida cotidiana. Por momentos amor, odio, dramatismo; luego una pausa y otra vez hacia los intensos vaivenes que plantea la realidad musical; para finalmente volver a lo que era en el comienzo: un ensayo en blanco y negro de lo que es la vida sin la compañía de la música y de la interpretación del otro.
Por suerte estamos en el siglo XXI, donde la música es una compañía diaria para nuestras vidas o para sostener espectáculos. Muy lejos está de que ocurra como en Hamelín, que existe una ley-costumbre largamente establecida, que prohíbe cantar o tocar música en una calle particular, por respeto a las víctimas del legendario evento: la llamada Bungelosenstrasse, adyacente a la Casa del Flautista.
Verónica Córdoba
Es poco común que en la cartelera de La Plata haya espectáculos que ofrezcan danza, teatro y música. Esta obra reúne estos tres elementos, que la hacen aún más atractiva. Ensayo en blanco y negro se presenta el viernes 10 de julio, a las 22.30, en el Centro Cultural El Núcleo, 6 nº 420. Dirección: Adriana Falkenberg. Intérpretes: Juan Pablo Cuomo y Mercedes Falkenberg. Música original: Juan Pablo Cuomo. Diseño y realización de vestuario: Esteban Irigoyen. Diseño gráfico: Nicolás Piñero.
Fuente: Hoy
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