Lisístrata , de Aristófanes, en versión de Rodolfo Roca. Con Paula Rasenberg, Inés Cejas, Inda Lavalle, Tamara Kiper, Rita Armani, Ana Scannapieco, Vanina Montes, María Colloca, Magdalena Grondona, Malisa Hermida, Manuel Vignau, Lautaro Perotti, Lisandro Penelas, Diego Faturos, Gonzalo Ruiz, Máxime Seuge, Juan Manuel Camara y Jonathan Zak. Colaboración artística: Rita Armani. Diseño de luces: Omar Posemato. Vestuario: Florencia Lamanna. Música original: Federico Marrale. Coreografía: Marcelo Cartes. Asistente de dirección: Laura Tentori y Joana Rija. Dirección: Claudio Tolcachir. Funciones: los viernes, a las 21.30 y a las 23.30, en Timbre 4, Boedo 640. Teléfono: 4932-4395.
Nuestra opinión: muy bueno
A Lisístrata, a Calónice, a Mirrina, a Cinesias y toda la banda de espartanos y atenienses, el barrio de Boedo le sienta bien. Sí, no hay con qué darles. Allí, al fondo de un largo pasillo donde está ubicada la sala Timbre 4, Claudio Tolcachir, el mismo que el año pasado montó La omisión de la familia Coleman , ahora se largó con una inteligente vuelta de tuerca de Lisístrata , el texto de Aristófanes estrenado, según dicen y deducen algunos estudiosos, hace 2418 años.
En esta versión a cargo de Rodolfo Roca, el mismo de Paraísos olvidados , la trama planteada por este gran poeta cómico de la antigüedad explota en sentidos. En la puesta de Tolcachir y en la actuación de cada uno de los intérpretes, la obra toma constantes giros que hacen que nunca disminuya su ritmo. Por eso podrán estar hablando de algo lejano en el tiempo, pero, sin embargo y sin necesidad de las típicas traslaciones a la actualidad, la trama es sumamente efectiva.
Veamos un poco. La obra cuenta la historia de una tal Lisístrata (o Lisis, como la llaman en este montaje). Ella, cansada de lidiar con los males de la guerra, reúne a otras mujeres de su pueblo y a las mujeres de los pueblos beligerantes y las compromete a abstenerse de mantener relaciones sexuales con sus maridos hasta que no se declare la paz. Simultáneamente, estas chicas de armas tomar se apoderan de la ciudadela y del control del dinero. Claro que, con el control en sus manos y con el desafío de mantener la abstinencia sexual, el descontrol acecha en un bando como en el otro y hace estragos.
Trasladado a escena por esta gente, por momentos el espectáculo apela a gags al mejor estilo inocentón de Pepe Biondi. Claro que, de buenas a primeras, Lisis y sus chicas se parecen a Roxie y Velma, las protagonistas de Chicago , cuando bailan según las directivas de Bob Fosse. En otros momentos, tiene algo de El gato de Verdaguer en la versión más guarra de Roberto Pettinato. Por la energía que contagia, cierto delirio constitutivo de la obra y la resolución en lo que hace a la producción, bien podría ser un montaje del cordobés Paco Giménez. Todo esto, imaginemos, con la estética de un café berlinés decadente que acecha por ahí.
En otras escenas, el montaje es un thriller en los que las idas y venidas no disminuye en intensidad con personajes que todo el tiempo están lidiando con sus propias contradicciones, sus deseos sexuales más primarios y grandes ideales escritos en mayúscula. Todo muy licuadito, con tonos contrastados para marcar más la cosa.
Para que el cóctel tome cuerpo, Claudio Tolcachir, el mismo que el año pasado arrasó con los premios que están en oferta, juntó a algunos actores de los que integraron La omisión de los Coleman (trabajo que los sábados y domingos se presenta en la misma sala) y convocó a otros. Así armó una troupe de 18 intérpretes que da para todos los gustos. Coralmente, el trabajo es sumamente compacto y cada uno de ellos se suma al juego propuesto con convicción, delirio, desparpajo y talento. Y como hace unos dos meses que la obra comenzó su ruta, Lisístrata ya superó el típico proceso de ablande.
Entre el elenco es justo destacar las actuaciones de Paula Rasenberg, como Lisístrata; Inda Lavalle, como una de las chicas incontrolables, y Lautaro Perotti, como Cinesias. Estos dos últimos ya habían brillado en La omisión... y acá demuestran que aquello fue mucho más que una pegada.
El combo se completa con el diseño de luces de Omar Posemato, el vestuario de Florencia Lamanna, la música original de Federico Marrale y la coreografía de Marcelo Cartes. Cada uno de ellos hace que esta vieja casona del barrio de Boedo se convierta en la mejor caja de resonancia para este texto clásico que, a priori , puede generar cierta distancia. Por suerte, la rigurosa dirección de Claudio Tolcachir y la versión de Rodolfo Roca toman con mucho rigor y libertad la obra y montan una verdadera fiesta.
Alejandro Cruz
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