Por IRENE BIANCHI
Si bien el género "stand up comedy" parece haberse puesto muy de moda últimamente, es lícito afirmar que la escena rioplatense cuenta con una larga tradición de monologuistas quienes, paraditos delante de un micrófono, desgranaban textos picarescos o sátiras de corte político. Baste citar a algunos de los grandes capocómicos del legendario teatro de revista, como Dringue Farías, Adolfo Stray, Barbieri, Pelele, el inefable Tato Bores y el aún vigente y verborrágico Enrique Pinti. En algunos casos, esos monólogos funcionaban como una suerte de separadores entre los cuadros musicales, y permitían los cambios escenográficos y de vestuario. Para los "fans" de "Seinfeld", el último segmento del programa es una perlita del género.
De un tiempo a esta parte, la cartelera de la Calle Corrientes viene ofreciendo una profusa variedad de espectáculos denominados "Cómico Stand Up", con cultores del rubro como Diego Reinhold, Martín Rocco, Sebastián Wainraich, Peto Menahem, Damián Dreizik, Gustavo Garzón. Los comediantes, solitos con su alma, le ponen el cuerpo y la voz a relatos costumbristas, cotidianos, que tienen como denominador común el reirse de si mismos. Pintan retratos de anti-héroes, de anti-galanes, siempre al borde del ridículo, del fracaso, de la frustración. Nunca un "winner"; más bien, "losers". Describen situaciones tragicómicas, emparentadas con el absurdo y el grotesco, con las que se puede identificar cualquier hijo de vecino. De ahí la buena química y complicidad que logran con un público más que fiel y seguidor. Son producciones de muy bajo costo, rendidoras y taquilleras.
El actor platense Cabe Mallo cuenta con una gran ventaja para animársele al "Stand up": su familiaridad con el "Match de Improvisación", azaroso género que desarrolla en quien lo frecuenta una enorme ductilidad y versatilidad, rapidez mental, capacidad de sacar conejos de la galera, inventar situaciones a partir de un estímulo o consigna; un estado de alerta máxima, anclado en el "aquí y ahora", que obliga al intérprete a disponer de y utilizar un arsenal de recursos para convertir cualquier nimiedad en material teatral.
En la primera función, que seguramente diferirá de las subsiguientes en cuanto a su contenido, Mallo relata las peripecias de un viaje a Barcelona en vísperas de la Nochebuena, la aventura de encontrar la casa de un amigo escondida en ignota cortada, las curiosidades del idioma y los inevitables malentendidos, sus jugosas anécdotas como sufrido docente en Bellas Artes, el hecho de sentirse un extraterrestre en pleno Mundial por no compartir el fanatismo colectivo, su adicción a la Coca Cola, etc.
El actor es elocuente y articulado, tiene un muy buen manejo corporal y gestual, voz potente no desprovista de matices. Creemos que el espectáculo ganaría en efectividad si se prescindiera del intervalo, dado que la pausa enfría el divertido y distendido clima logrado.
"Parate y hablá": no siempre es malo que el hombre esté solo.
Fuente: El Día
No hay comentarios:
Publicar un comentario