En un homenaje a la Cultura griega, la Fundación Konex lo convocó para hacer una adaptación personal de Electra, la obra clásica de Sófocles. Fiel a su estilo desestructurado, ensaya Electra Shock, junto a un grupo de jóvenes actores. Entretanto, tiene otras dos obras en cartel, y reflexiona sobre las nuevas tendencias en los escenarios locales: “Hacer teatro en salas chicas es una forma de resistencia”, dice.
Marcela Mazzei
1 - ¿Cómo va a ser esta versión tan particular de una obra clásica del teatro griego?
En mi versión de Electra, esta Electra Shock que voy a hacer, sucede todo lo contrario de lo que uno espera de una tragedia. Porque uno dice tragedia y te imaginás algo denso, aburrido, largo, engorroso y poético. Y la verdad que no es ni largo, ni aburrido, ni engorroso ni poético. Es corta, dura una hora cinco y la historia está clarísima; la poesía queda de lado y la obra se vuelve más concreta. Es una versión que yo intenté iluminar lo más que pude basándome en la visceralidad del texto en sí: lo que le pasa a Electra con el hermano y la madre, y con el tema de vengar la muerte del padre. A partir de eso empecé a armar un imaginario, que es este que tengo ahora, mezclando condimentos que no tienen nada que ver con la tragedia. Los actores cantan en vivo, hay una puesta muy moderna, hay un coro que no es el coro griego clásico sino que es un coro casi de show que lo que hacen es iluminar y armar todo. Así que es una visión bastante particular, una impronta muy personal sobre el universo de Sófocles.
2 - ¿Creés que la obra tiene actualidad o la puesta es lo innovador?
Me parece que la puesta la acerca al público cotidiano de hoy, pero la temática de la obra es algo que trasciende la época. Porque tiene que ver con una mina que no tiene paz hasta que no vengue la muerte de su padre. Y me parece que la Argentina de hoy está llena de personas que no tienen paz porque no pueden vengar la muerte de personas cercanas que les mataron injustamente. Sin ir más lejos, veo todos los días a los familiares de la gente de Cromañón pidiendo justicia por esos muertos.
3 - ¿En quién pensás cuando te referís a tu público?
Yo me fui dando cuenta con el tiempo que hay un público de culto de lo que hago, que siguen lo que yo hago. Y después hay públicos que son ocasionales, que dependen de la temática del espectáculo y de los actores. Pero hay un público que me sigue, para el cual no trabajo, no es que yo hago algo para mi público. Justamente, lo que caracteriza mi carrera es lo disímil. De hecho, me seduce un poco la idea de no saber qué público va a venir a ver Electra. ¿Va a venir el público que quiere ver tragedia? ¿Va a venir el público que quiere ver a Carolina Fal porque la conocen de la tele? ¿Va a venir el público del establishment cultural porque es Konex? ¿Va a venir el público moderno que venía el año pasado al festival Verano Porteño? No lo sé. Me parece que todo eso va a armar un nuevo circuito de público que va a ser particular.
4 - ¿Qué tiene en común tu trabajo con lo que hace De la Guarda?
Lo que hace De la Guarda sí es participativo y es un "teatro de sensaciones", definido por ellos también. Y creo que lo mío, si bien apunta a las sensaciones, es un teatro que tiene un sostén más intelectual, que no depende de lo físico, que hay un texto y que contundentemente está contando algo: una anécdota, una historia, un universo. No tiene que ver con la performance pura, cuando me parece que lo de De la Guarda sí es una performance. Lo mío tiene mucho de la impronta performática pero toma esa impronta para construir un nuevo código.
5 - ¿La diferencia entre el teatro alternativo y el comercial es sólo de presupuesto, o existe una estética de lo emergente?
Al menos en mí no. Yo te puedo asegurar que un espectáculo como Shangay, que está en un circuito puramente comercial como es el Maipo, lo creé con la misma libertad con que hice Pareja abierta para la calle Corrientes y con la misma libertad con la que hice Catch para hacerlo en Parque Chacabuco en un principio, aunque después trascendió Catch. Pero en general trabajo con una libertad muy absoluta, me importa muy poco dónde lo voy a hacer ni con quién ni qué público va a ir. Trato de comprometerme con lo que yo necesito y con ese grupo de actores, haciendo lo que tengo ganas de hacer, sin enroscarme de lo que va a significar, si es comercial o no, o si la gente va a pagar la entrada o va a ser a la gorra: eso no me importa. El espectáculo siempre tiene la calidad que estoy dispuesto que tenga, más allá de cómo va a ser el marco productivo.
6 - ¿Hay una marca política en esta tendencia de hacer teatro en salas chicas?
Vos hablás de una impronta espacial, casi. No sé. Me parece que hay algo que es muy obvio: no hay 800 personas por día que vayan a ver una obra de teatro, y no tiene que ver con quién lo protagonice o si es comercial o no. Entonces, eso sí lo asumió el teatro más emergente y las salas son más chicas. También, la gente que tiene salas independientes trata de mantenerlas como puede, no subsisten de otra manera. Tiene que ver con una política de producción más que con una poética de ir a tomar algo o no, de que sea más o menos acartonado. Yo creo que es una forma de resistencia. Y de acercarse más a la realidad, de darse cuenta que hay cosas que se quedaron en el tiempo. Más allá de cómo sea la obra, es difícil que vayan 800 personas por día a ver algo. Porque no las hay, porque el teatro es algo de culto, porque ya no es una necesidad social hacer teatro. En la época de los griegos la gente iba al teatro como a una fiesta, y hoy la gente va al teatro como una salida de entretenimiento.
7 - ¿Qué te parece la gestión cultural respecto al teatro?
Creo que lo que pasa está bueno, pero falta más. Aunque hablar del teatro en esos términos es muy ingenuo, porque falta más salud, falta más educación, faltan un montón de cosas más. No falta teatro. Algunas cosas se hacen y están buenas pero faltan otras cosas que son más sustanciales. Si esas cosas sustanciales estuvieran, el teatro y la cultura que falta impulsar sería mucha menos... surgiría sola, también.
8 - Hace unos días clausuraron el Teatro Gran Rex por fallas en la seguridad, ¿creés que las inspecciones pueden perjudicar a las salas más chicas?
Esto es una gran psicosis que se va a caer en breve, porque van a tener que clausurar todo el país. Eso es lo que pienso de verdad, que el país no está en regla. Ahora, fuera de eso, me parece raro resolver que determinados espacios culturales no se abran porque no cumplen con determinadas normativas. Realmente, creo que todos los centros culturales dependientes del GCBA no deben estar en condiciones, y dependen del gobierno. Para mí hay algo muy claro. ¿Qué fue lo que impulsó todo esto? La tragedia de Cromañón. ¿Qué pasó en Cromañón? Había un lugar que no estaba habilitado y, en todo caso, estaba habilitado para que entren 1200 personas y entraron 5000. Había un techo que era de media sombra que no tenía que estar y un empresario que recaudó más dinero del que tenía que recaudar cobrándole entrada a la gente. Chau, se acabó, es eso lo que pasó. No hay mucha más vuelta para dar. Me parece que en el Gran Rex nunca entró más gente de la que puede entrar, porque entran sentados y compran la entrada. Entonces, enroscarse en otra cosa es ridículo, es patear una pelota que no existe, una psicosis que no se va a generar. Clausurando estos lugares y con toda esta movida mediática nos olvidamos que hay algo que el señor Ibarra hizo mal. Y eso no hay que taparlo con la clausura del Gran Rex, no hay que taparlo con nada.
Fuente: Clarín
Marcela Mazzei
1 - ¿Cómo va a ser esta versión tan particular de una obra clásica del teatro griego?
En mi versión de Electra, esta Electra Shock que voy a hacer, sucede todo lo contrario de lo que uno espera de una tragedia. Porque uno dice tragedia y te imaginás algo denso, aburrido, largo, engorroso y poético. Y la verdad que no es ni largo, ni aburrido, ni engorroso ni poético. Es corta, dura una hora cinco y la historia está clarísima; la poesía queda de lado y la obra se vuelve más concreta. Es una versión que yo intenté iluminar lo más que pude basándome en la visceralidad del texto en sí: lo que le pasa a Electra con el hermano y la madre, y con el tema de vengar la muerte del padre. A partir de eso empecé a armar un imaginario, que es este que tengo ahora, mezclando condimentos que no tienen nada que ver con la tragedia. Los actores cantan en vivo, hay una puesta muy moderna, hay un coro que no es el coro griego clásico sino que es un coro casi de show que lo que hacen es iluminar y armar todo. Así que es una visión bastante particular, una impronta muy personal sobre el universo de Sófocles.
2 - ¿Creés que la obra tiene actualidad o la puesta es lo innovador?
Me parece que la puesta la acerca al público cotidiano de hoy, pero la temática de la obra es algo que trasciende la época. Porque tiene que ver con una mina que no tiene paz hasta que no vengue la muerte de su padre. Y me parece que la Argentina de hoy está llena de personas que no tienen paz porque no pueden vengar la muerte de personas cercanas que les mataron injustamente. Sin ir más lejos, veo todos los días a los familiares de la gente de Cromañón pidiendo justicia por esos muertos.
3 - ¿En quién pensás cuando te referís a tu público?
Yo me fui dando cuenta con el tiempo que hay un público de culto de lo que hago, que siguen lo que yo hago. Y después hay públicos que son ocasionales, que dependen de la temática del espectáculo y de los actores. Pero hay un público que me sigue, para el cual no trabajo, no es que yo hago algo para mi público. Justamente, lo que caracteriza mi carrera es lo disímil. De hecho, me seduce un poco la idea de no saber qué público va a venir a ver Electra. ¿Va a venir el público que quiere ver tragedia? ¿Va a venir el público que quiere ver a Carolina Fal porque la conocen de la tele? ¿Va a venir el público del establishment cultural porque es Konex? ¿Va a venir el público moderno que venía el año pasado al festival Verano Porteño? No lo sé. Me parece que todo eso va a armar un nuevo circuito de público que va a ser particular.
4 - ¿Qué tiene en común tu trabajo con lo que hace De la Guarda?
Lo que hace De la Guarda sí es participativo y es un "teatro de sensaciones", definido por ellos también. Y creo que lo mío, si bien apunta a las sensaciones, es un teatro que tiene un sostén más intelectual, que no depende de lo físico, que hay un texto y que contundentemente está contando algo: una anécdota, una historia, un universo. No tiene que ver con la performance pura, cuando me parece que lo de De la Guarda sí es una performance. Lo mío tiene mucho de la impronta performática pero toma esa impronta para construir un nuevo código.
5 - ¿La diferencia entre el teatro alternativo y el comercial es sólo de presupuesto, o existe una estética de lo emergente?
Al menos en mí no. Yo te puedo asegurar que un espectáculo como Shangay, que está en un circuito puramente comercial como es el Maipo, lo creé con la misma libertad con que hice Pareja abierta para la calle Corrientes y con la misma libertad con la que hice Catch para hacerlo en Parque Chacabuco en un principio, aunque después trascendió Catch. Pero en general trabajo con una libertad muy absoluta, me importa muy poco dónde lo voy a hacer ni con quién ni qué público va a ir. Trato de comprometerme con lo que yo necesito y con ese grupo de actores, haciendo lo que tengo ganas de hacer, sin enroscarme de lo que va a significar, si es comercial o no, o si la gente va a pagar la entrada o va a ser a la gorra: eso no me importa. El espectáculo siempre tiene la calidad que estoy dispuesto que tenga, más allá de cómo va a ser el marco productivo.
6 - ¿Hay una marca política en esta tendencia de hacer teatro en salas chicas?
Vos hablás de una impronta espacial, casi. No sé. Me parece que hay algo que es muy obvio: no hay 800 personas por día que vayan a ver una obra de teatro, y no tiene que ver con quién lo protagonice o si es comercial o no. Entonces, eso sí lo asumió el teatro más emergente y las salas son más chicas. También, la gente que tiene salas independientes trata de mantenerlas como puede, no subsisten de otra manera. Tiene que ver con una política de producción más que con una poética de ir a tomar algo o no, de que sea más o menos acartonado. Yo creo que es una forma de resistencia. Y de acercarse más a la realidad, de darse cuenta que hay cosas que se quedaron en el tiempo. Más allá de cómo sea la obra, es difícil que vayan 800 personas por día a ver algo. Porque no las hay, porque el teatro es algo de culto, porque ya no es una necesidad social hacer teatro. En la época de los griegos la gente iba al teatro como a una fiesta, y hoy la gente va al teatro como una salida de entretenimiento.
7 - ¿Qué te parece la gestión cultural respecto al teatro?
Creo que lo que pasa está bueno, pero falta más. Aunque hablar del teatro en esos términos es muy ingenuo, porque falta más salud, falta más educación, faltan un montón de cosas más. No falta teatro. Algunas cosas se hacen y están buenas pero faltan otras cosas que son más sustanciales. Si esas cosas sustanciales estuvieran, el teatro y la cultura que falta impulsar sería mucha menos... surgiría sola, también.
8 - Hace unos días clausuraron el Teatro Gran Rex por fallas en la seguridad, ¿creés que las inspecciones pueden perjudicar a las salas más chicas?
Esto es una gran psicosis que se va a caer en breve, porque van a tener que clausurar todo el país. Eso es lo que pienso de verdad, que el país no está en regla. Ahora, fuera de eso, me parece raro resolver que determinados espacios culturales no se abran porque no cumplen con determinadas normativas. Realmente, creo que todos los centros culturales dependientes del GCBA no deben estar en condiciones, y dependen del gobierno. Para mí hay algo muy claro. ¿Qué fue lo que impulsó todo esto? La tragedia de Cromañón. ¿Qué pasó en Cromañón? Había un lugar que no estaba habilitado y, en todo caso, estaba habilitado para que entren 1200 personas y entraron 5000. Había un techo que era de media sombra que no tenía que estar y un empresario que recaudó más dinero del que tenía que recaudar cobrándole entrada a la gente. Chau, se acabó, es eso lo que pasó. No hay mucha más vuelta para dar. Me parece que en el Gran Rex nunca entró más gente de la que puede entrar, porque entran sentados y compran la entrada. Entonces, enroscarse en otra cosa es ridículo, es patear una pelota que no existe, una psicosis que no se va a generar. Clausurando estos lugares y con toda esta movida mediática nos olvidamos que hay algo que el señor Ibarra hizo mal. Y eso no hay que taparlo con la clausura del Gran Rex, no hay que taparlo con nada.
Fuente: Clarín
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