Empezó a hacer performances teatrales muyoff, hasta que se volvieron de culto. Hoy alterna esos trabajos con la televisión.
Por Cecilia Hopkins
Por Cecilia Hopkins
José María Muscari comenzó a dirigir performances teatrales a los 19 pero adquirió notoriedad dos años después, cuando estrenó en los altos de una sala off de la calle Corrientes Mujeres de carne podrida, espectáculo que al año siguiente se alzaría con el premio Estrella de Mar ‘99 en los rubros Mejor Comedia y Mejor Vestuario. Con mucho de happening caótico, la obra describía las perversiones del mundo de la moda, en parte, bajo la forma de un inverosímil desfile con modelos apenas cubiertas por cartones de tetrabrick, CDs y tapas de revistas porno. Pero antes del reconocimiento marplatense, Muscari ya se había propuesto captar al público porteño enviando a su nutrido elenco a volantear por Corrientes, en ocasión de los estrenos más convocantes. La estrategia de agitación y propaganda funcionó a tal punto que con el correr de los meses comenzaron a formarse largas colas para entrar a la sala, amenizadas convenientemente por la propia compañía. Al año siguiente, cuando en un sótano del Abasto estrenó Pornografía emocional –un esperpento desenfrenado sobre la crueldad de los talk shows, que transcurría en un delirante estudio de televisión–, quienes comenzaron a acercarse fueron los actores famosos. En diálogo con Página/12, Muscari recuerda que por entonces los medios comenzaron a llamar la atención acerca de un espectáculo “para modernos y adolescentes que se está convirtiendo en una obra de culto”.
De esta experiencia fue que surgió en Muscari la necesidad de dirigir a actores consagrados en el circuito comercial. Así, estrenó en 2000 la futurista Desangradas en glamour, junto a Ana Acosta, Sandra Ballesteros, Martha Bianchi, Julieta Ortega, Carola Reyna y Florencia Peña. “Muchos se confundieron conmigo –se defiende el director– porque creyeron que yo abandonaba el teatro alternativo y me pasaba al comercial, pero no fue así.” En efecto, luego de dirigir nuevamente a Acosta, esta vez con Daniel Fanego, en Pareja Abierta, de Dario Fo y Franca Rame, luego de incursionar en el teatro infantil junto a Florencia Peña y Reina Reech, siguió estrenando performances teatrales a la gorra. Tal es el caso de Catch, un espectáculo que ya había estrenado el año pasado en el Centro Cultural Adán Buenosayres y que Carlos Rottemberg no dudó en programar este año en el Lorange a pesar de las advertencias de Muscari: “Le dije que era muy bizarro, muy border, que había desnudos y se hablaba un lenguaje muy procaz, que hay actores que hacen pis en escena, y aceptó igual: metimos 500 personas por función”. Hace poco, de la productora Endemol lo llamaron para proponerle la dirección artística de Mentime que me gusta, el programa de Ronnie Arias, quien había visto casi todos sus espectáculos. A pesar de que está “sufriendo con los tiempos de la televisión”, Muscari se declara contento “porque el programa tiene un nivel de zarpe que a mí me interesa”. Y en Mar del Plata, estrenó Congeladas, unipersonal de María José Gabin sobre un texto de César Aira y dramaturgia de Mauricio Kartum.
–¿Elige los temas de sus espectáculos con la intención de elaborar una crítica determinada?
–Yo no me propongo tocar un tema determinado sino que me dejo tomar por algo que me surge a pesar de mí. Después aparece una mirada mordaz, irónica o crítica. Después de hacer Grasa, sobre el tema de la xenofobia y la discriminación –ocurre en la Argentina del futuro, que ha sido ocupada por Bolivia y los únicos sobrevivientes, 8 jóvenes, están refugiados en un sótano–, ahora en Catch quise referirme a la humillación a la que se puede llegar para ocupar un lugar de poder. Para eso, tomé el fenómeno de la lucha de mujeres en el barro, un mundo de las películas truchas americanas que siempre me atrajo. Vuelvo al código de actuación grotesca y doy importancia al alto impacto visual. Pero hay una historia conductora, entre una mujer de 80 años y un travesti.
–Sus elencos suelen ser numerosos. ¿Cómo encuentra a sus intérpretes?
–Algunas trabajan conmigo desde hace tiempo, a otras las conozco en audiciones, porque cuando se corre la noticia de que voy a preparar algo, me llama por teléfono gente que no conozco. Para Catch vi a 350 actrices para cubrir sólo 20 roles. Las necesitaba muy distintas entre sí porque a los personajes, por ser diferentes, se los trata mal y son humillados.
–En sus producciones prevalecen los personajes femeninos...
–Me gustan más las mujeres en teatro que los hombres. Me divierte el universo de la mujer en escena: las actrices son mucho más lanzadas, menos conceptuales; corren mayores riesgos que los actores, ponen el físico adelante y no esperan comprender para hacer. Internamente, para mí las mujeres son las dueñas del mundo.
–¿Cómo hace para pasar de un circuito a otro con sus espectáculos?
–Yo no me siento atado a un circuito. A mí no me construye como artista el hecho de estar en el under o en el circuito comercial, porque no me comprometo con uno u otro sistema de producción. Solamente tengo en cuenta lo que quiero contar y trato de conseguir los elementos que necesito para hacerlo de la mejor manera. Para definir mi teatro me gusta usar la palabra alternativo, que habla de un teatro relacionado con el contenido de una propuesta que sale de los cánones generales. En cambio, lo under muchas veces no cumple con esas expectativas: hay espectáculos under que son más convencionales que Vengo por el aviso, con Rodolfo Ranni.
–¿Cómo siente que lo ubican en el medio teatral?
–Yo no pertenezco al teatro de elite, que es considerado profundo, serio y que viaja por el mundo. Si podré acceder o no alguna vez a ese tipo de teatro no lo sé: lo que yo quiero es seguir haciendo lo que se me antoja en cada obra. Con el posicionamiento de mi nombre en el medio, ahora puedo estar en los títulos de un programa del Canal 13 de primera línea y también puedo ir a la calle Corrientes a entregar volantes hechos en fotoduplicación y pagados por mí mismo. No tengo ninguna contradicción y espero no tenerla nunca.
Fuente. Página 12
De esta experiencia fue que surgió en Muscari la necesidad de dirigir a actores consagrados en el circuito comercial. Así, estrenó en 2000 la futurista Desangradas en glamour, junto a Ana Acosta, Sandra Ballesteros, Martha Bianchi, Julieta Ortega, Carola Reyna y Florencia Peña. “Muchos se confundieron conmigo –se defiende el director– porque creyeron que yo abandonaba el teatro alternativo y me pasaba al comercial, pero no fue así.” En efecto, luego de dirigir nuevamente a Acosta, esta vez con Daniel Fanego, en Pareja Abierta, de Dario Fo y Franca Rame, luego de incursionar en el teatro infantil junto a Florencia Peña y Reina Reech, siguió estrenando performances teatrales a la gorra. Tal es el caso de Catch, un espectáculo que ya había estrenado el año pasado en el Centro Cultural Adán Buenosayres y que Carlos Rottemberg no dudó en programar este año en el Lorange a pesar de las advertencias de Muscari: “Le dije que era muy bizarro, muy border, que había desnudos y se hablaba un lenguaje muy procaz, que hay actores que hacen pis en escena, y aceptó igual: metimos 500 personas por función”. Hace poco, de la productora Endemol lo llamaron para proponerle la dirección artística de Mentime que me gusta, el programa de Ronnie Arias, quien había visto casi todos sus espectáculos. A pesar de que está “sufriendo con los tiempos de la televisión”, Muscari se declara contento “porque el programa tiene un nivel de zarpe que a mí me interesa”. Y en Mar del Plata, estrenó Congeladas, unipersonal de María José Gabin sobre un texto de César Aira y dramaturgia de Mauricio Kartum.
–¿Elige los temas de sus espectáculos con la intención de elaborar una crítica determinada?
–Yo no me propongo tocar un tema determinado sino que me dejo tomar por algo que me surge a pesar de mí. Después aparece una mirada mordaz, irónica o crítica. Después de hacer Grasa, sobre el tema de la xenofobia y la discriminación –ocurre en la Argentina del futuro, que ha sido ocupada por Bolivia y los únicos sobrevivientes, 8 jóvenes, están refugiados en un sótano–, ahora en Catch quise referirme a la humillación a la que se puede llegar para ocupar un lugar de poder. Para eso, tomé el fenómeno de la lucha de mujeres en el barro, un mundo de las películas truchas americanas que siempre me atrajo. Vuelvo al código de actuación grotesca y doy importancia al alto impacto visual. Pero hay una historia conductora, entre una mujer de 80 años y un travesti.
–Sus elencos suelen ser numerosos. ¿Cómo encuentra a sus intérpretes?
–Algunas trabajan conmigo desde hace tiempo, a otras las conozco en audiciones, porque cuando se corre la noticia de que voy a preparar algo, me llama por teléfono gente que no conozco. Para Catch vi a 350 actrices para cubrir sólo 20 roles. Las necesitaba muy distintas entre sí porque a los personajes, por ser diferentes, se los trata mal y son humillados.
–En sus producciones prevalecen los personajes femeninos...
–Me gustan más las mujeres en teatro que los hombres. Me divierte el universo de la mujer en escena: las actrices son mucho más lanzadas, menos conceptuales; corren mayores riesgos que los actores, ponen el físico adelante y no esperan comprender para hacer. Internamente, para mí las mujeres son las dueñas del mundo.
–¿Cómo hace para pasar de un circuito a otro con sus espectáculos?
–Yo no me siento atado a un circuito. A mí no me construye como artista el hecho de estar en el under o en el circuito comercial, porque no me comprometo con uno u otro sistema de producción. Solamente tengo en cuenta lo que quiero contar y trato de conseguir los elementos que necesito para hacerlo de la mejor manera. Para definir mi teatro me gusta usar la palabra alternativo, que habla de un teatro relacionado con el contenido de una propuesta que sale de los cánones generales. En cambio, lo under muchas veces no cumple con esas expectativas: hay espectáculos under que son más convencionales que Vengo por el aviso, con Rodolfo Ranni.
–¿Cómo siente que lo ubican en el medio teatral?
–Yo no pertenezco al teatro de elite, que es considerado profundo, serio y que viaja por el mundo. Si podré acceder o no alguna vez a ese tipo de teatro no lo sé: lo que yo quiero es seguir haciendo lo que se me antoja en cada obra. Con el posicionamiento de mi nombre en el medio, ahora puedo estar en los títulos de un programa del Canal 13 de primera línea y también puedo ir a la calle Corrientes a entregar volantes hechos en fotoduplicación y pagados por mí mismo. No tengo ninguna contradicción y espero no tenerla nunca.
Fuente. Página 12
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