miércoles, 25 de abril de 2001

"Hasta que el agua me lleve": sobre llovido, mojado

Por IRENE BIANCHI

"Hasta que el agua me lleve", de Jazmín García Sathicq, con Valquiria Kumar, Laura Palmieri y Nieves Kriscautzky. Escenografía y luces: Claudio Suárez. Asistente de Dirección: Soledad Aparicio. Dirección: Jazmín García Sathicq. Centro cultural Viejo Almacén El Obrero.

La obra de Jazmín García Sathicq es por demás enigmática y nada complaciente para quien pretenda resumirla conceptualmente. La acción transcurre en un baño público, aunque también podría tratarse del baño de un manicomio, por las características de los personajes, tres mujeres cuyo común denominador es una permanente desesperanza, nihilismo y agresividad, como si todas ellas estuvieran a punto de matarse a sí mismas o de matarse entre sí, siempre al borde del abismo."Soledad" (Kumar) se ahoga en su propio llanto. En realidad, se ha entrenado sistemáticamente para llorar hasta graduarse de llorona profesional. Padece de todo tipo de fobias y sufre repentinos ataques catalépticos que la hacen parecer muerta. Da la sensación de que se está escondiendo en ese lugar tras haber cometido algún inconfesable crimen.

"Dolores" (Palmieri) es una piromaníaca compulsiva. Acaba de incendiar con una lanzallamas el local de "Mundo Eléctrico" donde trabajaba, sólo porque su jefe le negó un aumento de sueldo. Pero la fogosa Dolores paga caro sus arranques flamígeros: debe soportar con estoicismo una lluvia molesta e intermitente, que sólo la moja a ella, esté donde esté, aún bajo techo; una suerte de chaparrón de su única y exclusiva propiedad.

Si bien en un principio simulan no conocerse, con el transcurrir de la acción descubrimos que tienen un pasado en común, y que ese encuentro no es casual ni fortuito. Hay datos de una infancia compartida de secretos celosamente celosamente guardados y de un vínculo bastante siniestro y oscuro, un sentimiento de amor-odio que las ata indisolublemente.La tercera en discordia, "Dulcinea" (Kriscautzky), es la víctima-victimaria que aparece sobre el final, para recomenzar el juego de las sillas, o mas bien, de los inodoros.Lo más atractivo de "Hasta que el agua me lleve" es su puesta en escena. Ese cuadrilátero blanco ideado por Claudio Suárez funciona por momentos como un ring de box, con las protagonistas como contrincantes. Es asombroso y hasta divertido ver cómo le llueve puntualmente a la pobre Dolores, mientras Soledad contempla la insólita escena con incredulidad pero sequita. Esta última, recordemos, genera su propia lluvia interna, compuesta por sus saladas lágrimas, pero mucho menos copiosas que las precipitaciones que acosan a su compañera.La interpretación apunta a la crispación y a la exasperación como tono casi constante, y las actrices responden con gran ductibilidad a la consigna. Sus trabajos son interesantes y capturan la atención del espectador.

Lo que en cambio resulta bastante pretencioso, oscuro y críptico es el texto, el cual por momentos suena denso, intrincado y filosófico, sobre todo en los "apartes" en los que los personajes reflexionan en voz alta. Parece haber un marcado desfasaje entre la acción y los parlamentos; entre las juveniles voces y actitudes de las actrices, y lo altisonantes textos de la obra, como si marcharan por carriles diferentes. Uno siente que si se hubiera pulsado más franca y decididamente la cuerda del humor negro, con todas sus variantes, aprovechando la enorme versatilidad y -por qué no- vis cómica de las actrices, otro habría sido el cantar.

Fuente: Diario El Día

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