viernes, 26 de mayo de 2000

Un día de fiesta en el Teatro San Martín por sus 40 años

Toda la jornada estuvo dedicada a los festejos
  • Durante el día hubo conciertos, exposiciones y visitas guiadas a los talleres y salas
  • Por la noche, un espectáculo en el que se recordó su larga historia de glorias

  • MABEL ITZCOVIC

    A las 20.30 en punto, la voz de Betty Elizalde, que en todas las funciones indica severa y cortésmente todo lo que está prohibido en el transcurso del espectáculo —desde sacar fotos, grabar o responder a los celulares—, se corporizó en el escenario. Y para demostrar que ayer era todo diferente, anunció que las limitaciones estaban canceladas y que los espectadores podían hacer lo que quisieran.

    Fue una de las tantas licencias que se permitió ayer el Teatro Municipal General San Martín como parte de la celebración de sus primeros 40 años de vida. Y su forma de festejarlos fue poniendo en primer plano la tarea de sus técnicos y de sus artistas.

    La culminación de este acontecimiento estuvo precedida de espectáculos variados, que se fueron sucediendo en el amplio hall de entrada, las escaleras y hasta en los pasillos que balconeaban sobre el improvisado escenario.

    Y aunque afuera el cielo estaba gris y garuaba, igual que en las estampitas del 25 de Mayo que ilustraban los tradicionales libros escolares, adentro se movía una multitud bulliciosa, colorida, que seguía los actos que se iban sucediendo, entre las columnas ornamentadas de globos de colores que trepaban hasta el techo.

    Chicos, jóvenes y adultos se desplazaban por el hall, se sentaban en el piso a escuchar los conjuntos musicales o contemplaban el desfile del vestuario del teatro, lucido por los jóvenes estudiantes de Artes Dramáticas.

    Un joven con el barroco traje lucido en El avaro de Molière se cruzaba con los encajes de Ivonne, princesa de Borgoña. Lulú, con su negra melenita corta y con corsage de lentejuelas negras y falda colorada, se desplazaba displicentemente entre la gente. Una coneja con estrafalario sombrero y falda con volados, de Los cuernos de don Friolera, bajaba por las escaleras.

    Todo arrancó a las 15 en el hall central, con una variedad de presentaciones. La exposición El San Martín en fotos registró la mirada de reconocidos artistas que fijaron su historia. También tuvieron su momento la exhibición de títeres y técnicas de manipulación de los muñecos, la presentación de Rubén Carrasco y su grupo de proyección étnica argentina, el Dúo Vat-Macri y el trío jazzero de Jorge Navarro.

    Un párrafo aparte merecen las visitas guiadas, que de las 15 a las 17.30 mostraron también la otra cara del San Martín. Grupos de espectadores, cuyos cupos estaban desbordados, recorrieron parte de esos 30.000 metros cubiertos que ocupa el San Martín, desde el taller de máquinas, el escenario donde se representa actualmente Mein Kampf, la sala del ballet en que unos 20 bailarines estaban ensayando hasta los inmensos talleres de escenografía, de tapicería y de zapatos, vestuario, peluquería y maquillaje.

    En esta primera etapa, que se prolongó hasta las 19.30, el teatro cumplió lo que había prometido: mostrar a la gente un lugar que podía palpitar la emoción, el entusiasmo y el profesionalismo que tantas veces se comparte con los intérpretes, pero casi nunca con los que están detrás, en la trastienda.

    Betty Elizalde dio por iniciada la segunda etapa del festejo. El cierre lo inició Osvaldo Bonet, el director que puso en escena la primera obra, con un collage de anécdotas de la trastienda de ese acontecimiento.

    A partir de allí, otros intérpretes, desde Los Macocos hasta Juana Hidalgo, Alejandra Boero, Roberto Mosca, Alicia Berdaxagar, Alfonso De Grazia, Ingrid Pelicori, María Rosa Gallo, Jorge Petraglia y Alejandro Urdapilleta, hicieron referencias a ese otro lado del teatro, antes de arrancar interpretando algún momento de las obras que en diferentes épocas transitaron por esos escenarios.

    Y los miembros del Ballet Contemporáneo, otro de los elencos estables del teatro, pusieron a la fiesta el toque de su gracia.


    Fuente: Clarín


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