TEATRO: "MINETTI", DE THOMAS BERNHARD
Un actor en retirada es la excusa para ver en acción a Juan Carlos Gené. Lo acompaña Maia Francia. Dirige Carlos Ianni
Un actor en retirada es la excusa para ver en acción a Juan Carlos Gené. Lo acompaña Maia Francia. Dirige Carlos Ianni
Por: Juan José Santillán
Fuente: ESPECIAL PARA CLARIN
Minetti pertenece a una serie de textos dramáticos que Thomas Bernhard escribió a partir de figuras que resonaban más allá del peso de sus nombres. Otras obras como Immanuel Kant, Almuerzo en casa de Ludwig W. elaboran una serie autónoma de asociaciones, donde el título funciona como excusa para levantar un edificio textual de características propias.
Minetti -que el autor dedicó al actor alemán Bernhard Minetti (1905- 1998)- tiene poco que ver con la vida del artista y más con una demoledora postura de un personaje frente al espectador y la representación. "Hacer todo en contra del público", es una consigna crucial.
Este es el punto de partida -y la principal paradoja del personaje de Thomas Bernhard- en la puesta dirigida por Carlos Ianni, protagonizada por Juan Carlos Gené y Maia Francia: el teatro como absoluto, sin público. El espectáculo teje una materialidad escénica cuyo lenguaje sumerge al espectador en un juego de espejos, donde el actor y su eco se reformulan constantemente durante la puesta en escena. ¿Quién es Minetti? ¿Quién Bernhard? ¿Dónde se quiebra la música de estas palabras que suenan en continuo?
Juan Carlos Gené realizó una dramaturgia de la obra, eliminó personajes y suprimió reiteraciones. Queda, además del personaje principal, una joven enamorada que también espera en el hall del hotel. La mujer funciona como un sensual pivote, sobre el que reposan los parlamentos de Minetti. De ese modo, los actores entran y salen del texto de Bernhard, alternan el uso de sus máscaras, según la circunstancia del delirio poético que ambos despliegan en un hotel costeño de Bélgica. Un humor ácido, corrosivo, merodea sus reflexiones.
A este paraje de la costa llega el personaje. Aguarda al director de un teatro local que lo convocó para una puesta de Rey Lear. Minetti, tras un juicio por negarse a "la literatura clásica", fue prohibido durante tres décadas. Y esa noche de fin de año, en los límites de su ancianidad -todo el acontecimiento de la obra es una postrimería-, Minetti se ilusiona con volver a escena. Pero el director se demora y en la espera el actor se degrada.
La pesada maleta que carga Minetti contiene viejos recortes de diarios, que refieren su pasado de gran actor, y una máscara de Lear realizada por el pintor James Ensor, creador de una obra plagada de calaveras. Ensor murió en esa ciudad costera. Un lienzo suyo, inspirado en el cuadro La intriga, se ubica en uno de los laterales del espacio. La escenografía es mínima, sólo unos sillones y una pequeña mesa.
Los "personajes" en los textos de Bernhard no se definen en un sentido convencional. Son las palabras y su musicalidad, no los sentimientos o las acciones, las que designan su desarrollo. En ese contexto, Gené, en escena, amplifica el marco de referencias. Individualiza lo inasible de un texto complejo. Con ochenta años, el actor y director crea su propio inventario sobre el que desliza las palabras de Minetti. Y asistir a esa experiencia es, por sí mismo, un acontecimiento de verdad que se liga al desarrollo de un oficio. "Me bastaría con una sola representación; eso sí, con los mejores actores", dijo Bernhard acerca del estreno de sus obras. Y cerca de esta apreciación, trabaja la versión que se presenta en el CELCIT.
Fuente: Clarín
Fuente: ESPECIAL PARA CLARIN
Minetti pertenece a una serie de textos dramáticos que Thomas Bernhard escribió a partir de figuras que resonaban más allá del peso de sus nombres. Otras obras como Immanuel Kant, Almuerzo en casa de Ludwig W. elaboran una serie autónoma de asociaciones, donde el título funciona como excusa para levantar un edificio textual de características propias.
Minetti -que el autor dedicó al actor alemán Bernhard Minetti (1905- 1998)- tiene poco que ver con la vida del artista y más con una demoledora postura de un personaje frente al espectador y la representación. "Hacer todo en contra del público", es una consigna crucial.
Este es el punto de partida -y la principal paradoja del personaje de Thomas Bernhard- en la puesta dirigida por Carlos Ianni, protagonizada por Juan Carlos Gené y Maia Francia: el teatro como absoluto, sin público. El espectáculo teje una materialidad escénica cuyo lenguaje sumerge al espectador en un juego de espejos, donde el actor y su eco se reformulan constantemente durante la puesta en escena. ¿Quién es Minetti? ¿Quién Bernhard? ¿Dónde se quiebra la música de estas palabras que suenan en continuo?
Juan Carlos Gené realizó una dramaturgia de la obra, eliminó personajes y suprimió reiteraciones. Queda, además del personaje principal, una joven enamorada que también espera en el hall del hotel. La mujer funciona como un sensual pivote, sobre el que reposan los parlamentos de Minetti. De ese modo, los actores entran y salen del texto de Bernhard, alternan el uso de sus máscaras, según la circunstancia del delirio poético que ambos despliegan en un hotel costeño de Bélgica. Un humor ácido, corrosivo, merodea sus reflexiones.
A este paraje de la costa llega el personaje. Aguarda al director de un teatro local que lo convocó para una puesta de Rey Lear. Minetti, tras un juicio por negarse a "la literatura clásica", fue prohibido durante tres décadas. Y esa noche de fin de año, en los límites de su ancianidad -todo el acontecimiento de la obra es una postrimería-, Minetti se ilusiona con volver a escena. Pero el director se demora y en la espera el actor se degrada.
La pesada maleta que carga Minetti contiene viejos recortes de diarios, que refieren su pasado de gran actor, y una máscara de Lear realizada por el pintor James Ensor, creador de una obra plagada de calaveras. Ensor murió en esa ciudad costera. Un lienzo suyo, inspirado en el cuadro La intriga, se ubica en uno de los laterales del espacio. La escenografía es mínima, sólo unos sillones y una pequeña mesa.
Los "personajes" en los textos de Bernhard no se definen en un sentido convencional. Son las palabras y su musicalidad, no los sentimientos o las acciones, las que designan su desarrollo. En ese contexto, Gené, en escena, amplifica el marco de referencias. Individualiza lo inasible de un texto complejo. Con ochenta años, el actor y director crea su propio inventario sobre el que desliza las palabras de Minetti. Y asistir a esa experiencia es, por sí mismo, un acontecimiento de verdad que se liga al desarrollo de un oficio. "Me bastaría con una sola representación; eso sí, con los mejores actores", dijo Bernhard acerca del estreno de sus obras. Y cerca de esta apreciación, trabaja la versión que se presenta en el CELCIT.
Fuente: Clarín
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