En De mal en peor, los conflictos de una familia venida a menos son el lugar desde donde se mira una época en que el festejo del Centenario se superpone con las protestas obreras.
Por Cecilia Hopkins
De mal en peor es el sugestivo título de la última producción del Sportivo Teatral que dirige Ricardo Bartis, referida a un segmento de la historia argentina. En su sala de Thames al 1400, el espectáculo comienza proponiendo una visita libre a un extraño museo. Entre fotos de la campaña al desierto, cuadernos y láminas escolares, cuchillos y estandartes, una mujer de aspecto decrépito, vestida en colores patrios, balbucea su historia al visitante. Se trata de una cautiva en tierra araucana quien, luego de 30 años, fue rescatada y entregada en custodia a una familia oligarca en desgracia. Corre el año 1910 y existe para todos una sola esperanza de volver a disfrutar de la antigua buena vida. El elenco está conformado por 9 actores –todos destacables–: Cecilia Peluffo, Agustín Rittano, Marta Pomponio, Carlos Defeo, Claudia Cantero, Luciana Ladisa, Flora Gró, Federico Martínez, Alberto Ajaka, Andrea Nussembaum y Matías Bringeri.
Hace un año, el elenco y el director comenzaron a investigar, desde la producción literaria y los devenires sociales, el lapso de la historia argentina que va de 1880 a 1910, para encontrar material actoral y dramatúrgico. Más que en el consabido relato de la Argentina pujante de la generación del ’80, el equipo hizo foco en las luchas sociales y la creciente marginación, la deuda externa y la transformación de la frontera. El espectáculo comenzó a tomar forma cuando surgieron los personajes de una familia estragada por una deuda imposible de honrar. Si bien la historia de la familia Rocataglione y los Méndez Uriburu tiene puntos de contacto con la obra de Florencio Sánchez (nacido en Montevideo en 1875 y muerto de tuberculosis en Milán, a los 35 años) está lejos de ser un collage de sus textos: “De mal en peor tiene una deuda intelectual con Sánchez porque establece una ligazón profunda con sus textos. Pero, para nosotros, el autor funcionó como un tío lejano con quien entramos en discusión teatral al cual, finalmente, reconocemos como un elemento iluminador en el plano de las ideas”. Es que, para Bartis, el de Sánchez es “un teatro estimulante, que se refiere a los núcleos profundos del comportamiento argentino”, según define en una entrevista con Página/12.
–De mal en peor es, en parte, un homenaje a la obra del autor de En familia y Mi hijo, el dotor. ¿Por qué le interesa tanto su dramaturgia?
–Junto a González Castillo, Gregorio de Laferrère y Discépolo, Sánchez me parece un estímulo intelectual severo. Todos ellos son autores muy estimulantes para pensar ciertas formas de la actuación criolla. Nos ofrecen la oportunidad de discutir con ciertas modas conceptuales que se colocan en un lugar ahistórico y que han influido en los últimos 15 años en sectores importantes de la vanguardia teatral. Estos autores, en cambio, presentan conflictos sociales interiorizados en el seno de la familia, referida a los valores burgueses tradicionales: el trabajo, el matrimonio, el progreso, el futuro. Son textualidades que estallaron estas nociones y establecieron una interlocución directa con sus espectadores, a quienes estaba dirigida esa crítica despiadada.
–¿Qué elementos conservaron de la historia argentina?
–Nosotros tomamos como excusa lo histórico y lo transformamos en un elemento ficcional. Entre 1880 y 1910 hubo manifestaciones obreras, atentados, represión y, a la vez, se estaban preparando los festejos del centenario, gastando fortunas en una arquitectura que diera cuenta de la opulencia desmesurada en la que algunos vivían. La clase dirigente creyó que era posible gastar indefinidamente, dejar de trabajar y trasladar sus beneficios al plano especulativo.
–¿Y el personaje de la maestra Mary Helen Hutton?
–También es una historia apócrifa. Lo real fue que Sarmiento contrató a 65 maestras norteamericanas para la alfabetización popular. Pero ésta es capturada por los indios y luego recibe unos títulos de indemnización que el Estado daba (y esto también fue real) a quien hubiera tenido pérdidas a manos de los indios. La familia está desesperada por encontrar esos documentos para salvar su situación.
–¿Cuáles serían los núcleos del comportamiento argentino?
–El recorrido de todo el siglo XIX en este país está marcado por el hecho de soportar la condición de ser argentinos. De sentirnos obligados a explicar cosas que no hicimos y dar cuenta de horrores que no entendimos. Nosotros tomamos la idea de la deuda –el dolor, la humillación y la brutalidad de estar en deuda, no sólo económicamente sino de un modo existencial– como motor de una maquinaria perversa que se introduce en el seno de la estructura familiar y desata una serie de conductas. Para no caer en el didactismo y la solemnidad, elegimos deliberadamente el humor. Sin embargo, es una historia de traiciones y corrupción, de inmoralidad profunda, que muestra el desgaste de unos seres que se salvan momentáneamente. Porque luego volverá la máquina a destrozarlos.
Fuente: Página 12
Hace un año, el elenco y el director comenzaron a investigar, desde la producción literaria y los devenires sociales, el lapso de la historia argentina que va de 1880 a 1910, para encontrar material actoral y dramatúrgico. Más que en el consabido relato de la Argentina pujante de la generación del ’80, el equipo hizo foco en las luchas sociales y la creciente marginación, la deuda externa y la transformación de la frontera. El espectáculo comenzó a tomar forma cuando surgieron los personajes de una familia estragada por una deuda imposible de honrar. Si bien la historia de la familia Rocataglione y los Méndez Uriburu tiene puntos de contacto con la obra de Florencio Sánchez (nacido en Montevideo en 1875 y muerto de tuberculosis en Milán, a los 35 años) está lejos de ser un collage de sus textos: “De mal en peor tiene una deuda intelectual con Sánchez porque establece una ligazón profunda con sus textos. Pero, para nosotros, el autor funcionó como un tío lejano con quien entramos en discusión teatral al cual, finalmente, reconocemos como un elemento iluminador en el plano de las ideas”. Es que, para Bartis, el de Sánchez es “un teatro estimulante, que se refiere a los núcleos profundos del comportamiento argentino”, según define en una entrevista con Página/12.
–De mal en peor es, en parte, un homenaje a la obra del autor de En familia y Mi hijo, el dotor. ¿Por qué le interesa tanto su dramaturgia?
–Junto a González Castillo, Gregorio de Laferrère y Discépolo, Sánchez me parece un estímulo intelectual severo. Todos ellos son autores muy estimulantes para pensar ciertas formas de la actuación criolla. Nos ofrecen la oportunidad de discutir con ciertas modas conceptuales que se colocan en un lugar ahistórico y que han influido en los últimos 15 años en sectores importantes de la vanguardia teatral. Estos autores, en cambio, presentan conflictos sociales interiorizados en el seno de la familia, referida a los valores burgueses tradicionales: el trabajo, el matrimonio, el progreso, el futuro. Son textualidades que estallaron estas nociones y establecieron una interlocución directa con sus espectadores, a quienes estaba dirigida esa crítica despiadada.
–¿Qué elementos conservaron de la historia argentina?
–Nosotros tomamos como excusa lo histórico y lo transformamos en un elemento ficcional. Entre 1880 y 1910 hubo manifestaciones obreras, atentados, represión y, a la vez, se estaban preparando los festejos del centenario, gastando fortunas en una arquitectura que diera cuenta de la opulencia desmesurada en la que algunos vivían. La clase dirigente creyó que era posible gastar indefinidamente, dejar de trabajar y trasladar sus beneficios al plano especulativo.
–¿Y el personaje de la maestra Mary Helen Hutton?
–También es una historia apócrifa. Lo real fue que Sarmiento contrató a 65 maestras norteamericanas para la alfabetización popular. Pero ésta es capturada por los indios y luego recibe unos títulos de indemnización que el Estado daba (y esto también fue real) a quien hubiera tenido pérdidas a manos de los indios. La familia está desesperada por encontrar esos documentos para salvar su situación.
–¿Cuáles serían los núcleos del comportamiento argentino?
–El recorrido de todo el siglo XIX en este país está marcado por el hecho de soportar la condición de ser argentinos. De sentirnos obligados a explicar cosas que no hicimos y dar cuenta de horrores que no entendimos. Nosotros tomamos la idea de la deuda –el dolor, la humillación y la brutalidad de estar en deuda, no sólo económicamente sino de un modo existencial– como motor de una maquinaria perversa que se introduce en el seno de la estructura familiar y desata una serie de conductas. Para no caer en el didactismo y la solemnidad, elegimos deliberadamente el humor. Sin embargo, es una historia de traiciones y corrupción, de inmoralidad profunda, que muestra el desgaste de unos seres que se salvan momentáneamente. Porque luego volverá la máquina a destrozarlos.
Fuente: Página 12