Destinado a difundir la Actividad Cultural de la Ciudad de La Plata y promover el Intercambio Cultural
miércoles, 31 de octubre de 2001
Nuevas tendencias teatrales del mundo
Entre los favoritos del público destacaron Hou-se, de Richard Maxwell, y El cerdo, presentado por el grupo uruguayo Trenes & Lunas, dirigido por Alberto Rivero.
Otras producciones que marcaron las preferencias de los asistentes al festival fueron Drácula: the music and the film, por el Philip Glass Ensemble; The White Ca-bin, a cargo del Axe, teatro ruso de ingeniería; Körper y Zweiland, dos propuestas de danza teatro del Schaubühne am Lehniner Platz, de Alemania, dirigida por Sasha Waltz; Hamlet, del grupo lituano Meno Fortas, y Ugnies veidas, a cargo del Oskaras Korsunovas Thea-tre, también de Lituania.
Además del Philip Glass Ensemble y de la banda de Goran Bregovic, la programación musical se completó con la presentación de Roger Hanschel y Auryn Quartett, de Alemania.
Violencias
La compañía Les Deux Mondes, de Canadá, con La historia de la oca, presentó a través del abuso infantil, un cuadro que denuncia la violencia social.
Un entorno violento volvió a estar presente en Hechos consumados, que trajo el Teatro La Memoria, de Chile.
La Carnicería Teatro, de España, en cambio, plasmó en escena la desorientación y el tedio que suelen traer consigo ciertas costumbres de la vida moderna en Conocer gente, comer mierda. Para su director, Rodrigo García, “es la materialización de algo que ronda por la cabeza de los niños: el sentimiento de que las cosas no van del todo bien”.
Por su parte, Richard Maxwell, en House, trató de unir lo banal y lo épico en una historia de crimen y venganza en una familia americana. El anti-estilo de Maxwell, logró alcanzar la neutralidad, oscilando entre el mutismo y los monólogos mundanos hilarantes, capturando la manía e incomodidades de una conversación real.
Baile, música, actuación, artes plásticas y manjares de alta cocina fueron los elementos que integraron Les menus plaisirs, coproducción argentino-francesa, a cargo de la compañía Ilotopie.
Lituania presentó dos producciones. Hamlet, por el grupo Meno Fortas y Ugnies Veidas, por el Oskaras Korsunovas Thea-tre, donde se busca un lenguaje que articule la premonición, el horror y los momentos neuróticos de nuestra civilización.
Axe, teatro ruso de ingeniería, ofreció The White Cabin, un juego entre el espacio, la música y las situaciones absurdas, elaboradas con diapositivas, vídeos y films, a los que se sumaron los intérpretes para contar sus historias, tristes y divertidas.
Un porcino fue el protagonista del unipersonal El cerdo, a cargo del grupo chileno Trenes & Lunas, dirigido por Alberto Rivero.
Danza de hoy
En la danza los conceptos de los organizadores del festival se basaron, fundamentalmente, en traer nombres desconocidos para el público argentino. Esta idea nada tuvo que ver con la disminución de la calidad, sino, por el contrario, se buscó lo muy bueno de lo nuevo que se está gestando en el exterior. Se trató de coreógrafos que se destacan en tendencias diferentes y estilos que han hecho fuerte impacto con sus renovadoras creaciones.
La alemana Sasha Waltz emergió con una potencia avasallante. Por lo distintivo de su sello y propuestas, no sólo es una visionaria, sino que ha sido catalogada sucesora de Pina Bausch. A los 38 años, su polifacética personalidad le permite dirigir la prestigiosa Schaubühne junto con el dramaturgo Thomas Ostermeier. La primera pieza que presentó fue Körper (Cuerpo), inspirada en el Museo Judío berlinés. Allí, “el ser humano al desnudo es vidriera de todas las emociones, desde las místicas y placenteras hasta las de angustia y terror”. Waltz, asentada en Berlín, también mostró Zweiland (Doble patria), en la que habla de esa ciudad partida en dos hasta la caída del muro. En ella tradujo su transformación desde el famoso hecho, que acarrea historias de los habitantes de ambos lados, la integración, el acostumbramiento y el rechazo y hechos de la vida cotidiana tanto individuales como del plano urbano.
El italiano Emilio Greco estrenó Extra Dry, parte de una trilogía denominada Entre el cerebro y el movimiento. En realidad, esa era su meta, lograr la sincronización del cuerpo y de la mente. Un desafío difícil que el coreógrafo enfrentó con un lenguaje en el que la danza se dejó llevar por impulsos instintivos controlados por el intelecto.
De Francia, Josef Nadj con la compañía Centre Choréographique National d´Orleans y música del argentino Mauricio Kagel, se acercó en Les Veilleurs al universo kafkiano: los personajes se vieron tan variados como impersonales. Como fantasmas no exteriorizaron sensaciones ni sentimientos, mas pudieron quedarse suspendidos en el espacio, acurrucarse en lugares mínimos u oscilar en el vacío. Reunidos en un mundo de ficción la obra reflejó visos de una realidad incongruente.
De origen bengalí, nacido en Ingla-terra, Akram Khan eliminó las barreras entre el kathak y la danza contemporánea. Así, en la fusión del baile étnico con otras técnicas se manejó un nuevo vocabulario, que se apreció en su pieza Fix and Rush.
De Bélgica, Les Ballets C. de la B. interpretaron Iets op Bacch" (Algo sobre Bach). "Es la unión tumultuosa entre el cielo y el infierno que se da en el encuentro de diferentes tipos de personas a través de la danza y de lo que surge de la vida cotidiana y la música de Bach, ensamblados con actos de acrobacia circense, arias y cantatas del gran compositor”, explicó Alain Platel, director del espectáculo.
Producción Nacional
Como contrapartida, el encuentro también sirvió para que programadores y directores de festivales invitados pudieran apreciar, en horarios alternativos, lo más selectivo de la producción nacional, con más de 20 títulos, todos con entrada libre y gratuita.
Entre los más destacados se pueden mencionar: 3ex con guión de Gustavo Tarrío y Mariana Anghileri; Bart-leby (basado en el relato de Herman Melville) coordinado por Ricardo Sassone; Cenizas de tango, de la Compañía El Escote, Cercano Oriente (La caja) una creación colectiva con dramaturgia y dirección de Omar Fantini, Cuerpos Abanderados con dramaturgia y dirección de Beatriz Catani y actuaciones de Susana Tale, Victoria González Albertalli y Rosario Berman.
También se pudo presenciar funciones de Guernica de la Compañía La Resaca; Hermosura, una creación de El Descueve con dirección de Carlos Casella y Ana Frenkel; Hormiga negra, basada en el folletín de Eduardo Gutiérrez con dramaturgia de Bernardo Ca-rey; Kachivachetur de la Compañía Dosaxos2; Kata-combe, creación grupal a cargo de la compañía Arnica Danza Teatro; Kleines Helnwein, de Rodrigo M. Malmsten; La Boxe (Una dramaturgia de la vida en 12 rounds), de la Compañía El Muererío Teatro; La escala humana de Javier Daulte, Rafael Spregelburd y Alejandro Tantanian.
Otras opciones interesantes fueron La morocha, dirigida por Cristina Bane-gas; Living, último paisaje, de la Compañía La Fronda, con dirección y dramaturgia de Ciro Zorzoli; Mil quinientos metros sobre el nivel de Jack de Federico León, ¿No me besabas? con coreografía y dirección de Luciana Acuña, Luis Biasotto, Gabriela Caretti; Por favor, sangra, con idea y dirección de Gustavo Les-gart, Secreto y Malibú una creación conjunta de Diana Szeinblum, Inés Rampoldi, Leticia Mazur, South, wall & after, con coreografía y dirección de Brenda Angiel , Sujetos, de Liliana Nuño; Textos por asalto de la Compañía Sportivo Teatral, Un monstruo, con coreografía de Gerardo Litvak; Villa-Villa de la Compañía De la Guarda y Requiem para el Riachuelo, idea y dirección de Jorge Pastorino, con música original de Edgardo Rudnitzky y textos de Juan Gelman. Como se puede observar el festival contó con una amplia gama de espectáculos que, según sus organizadores “representaron las propuestas más interesantes dentro del renovado panorama estético mundial”.
Fuente: http://www.artezblai.com
lunes, 29 de octubre de 2001
Violentos sueños teatrales
"Mujeres soñaron caballos." Autor y director: Daniel Veronese. Intérpretes: Jimena Anganuzzi, Fernando Llosa, Osmar Núñez, Silvina Sabater, Marcelo Subiotto y Julieta Vallina. Diseño de luces: Guillermo Arengo. Diseño de escenografía: Daniel Veronese. Vestuario: Roxana Bárcena. Asistente de dirección: Felicitas Luna. En el Callejón (Humahuaca 3759). Funciones: viernes y sábados, a las 23.
Nuestra opinión: muy bueno.
"Hay un nuevo tipo de violencia en el aire" dice, sobre el final del espectáculo, uno de los personajes. Es Lucera, la que observa, la que no tiene clara su historia personal, la que perdió a su familia y está inserta en otra, que no entiende. "¿Hay una sola forma de violencia?", se pregunta. Y anuncia que está embarazada y no puede con la vida y lleva la acción a un desenlace trágico.
Esa mujer -tan pequeña en el cuerpo de la actriz Jimena Anganuzzi- es tal vez la gran síntesis de este nuevo trabajo de Daniel Veronese. El autor se introduce en un mundo familiar tan vacío que se torna siniestro.
Tres hermanos y sus respectivas esposas comparten un momento en la pequeña casa de una de esas parejas. Cada uno carga con una historia demasiado patética como para cruzarse con el otro y hablar de la felicidad. No hay posibilidades ni opciones concretas de eso. Sólo hay palabras de unos que se mezclan con las de los otros. Sólo hay picos de tensión que estallan en golpes, carcajadas forzadas, juegos de fuerza entre hombres, llanto en las mujeres. Así son las relaciones familiares en estos tiempos, parecería decir Veronese. Lo suyo, ese mundo familiar que expone, tiene mucho que ver con el de algunos otros autores locales -Federico León, Bernardo Cappa, Jorge Sánchez, por ejemplo-. En las familias hay demasiada rutina y hay, por sobre todo, una tradición que ya no une, sino que paraliza y destruye.
En "Mujeres soñaron caballos" operan, además, muchos elementos en contra. Un enfermo terminal, violento cuando explica que está mejor; un negocio familiar que debe cerrarse porque su economía está en crisis; una mujer cuyos padres desaparecieron; un guión de cine habla de otra mujer que confía y siente cariño por unos policías "profundamente asesinos". Y todo eso se dice como al pasar, como si no interesara, pero a la vez todo eso genera violencia y lo expresan los tonos de voz, los cuerpos, la agresión con la que se entra y se sale de continuo de esa casa, casi habitación -la única que se puede tener para vivir en estos tiempos-. Así de empobrecido está todo.
De a ratos, también, esas mujeres hablan de caballos, de animales, briosos, bellos, de animales a los que se puede montar para escapar, de animales que en tropel pueden venirse encima de uno. De animales que parecen una salida posible.
Veronese, desde la dirección, trabaja un registro naturalista muy extraño. Sus actores distancian a sus personajes, están todo el tiempo como mirándolos transitar ese espacio tan pequeño como singular en el que desarrollan sus acciones, y con el cuerpo en primer plano. Y así logran que el público llegue a la conmoción.
Desde una pasividad extrema ese grupo de intérpretes -Jimena Anganuzzi, Fernando Llosa, Osmar Núñez, Silvina Sabater, Marcelo Subiotto y Julieta Vallina- consigue una potencia asombrosa. Cada uno, además, tiene su momento particular. Allí intenta definirse; para ello puede utilizar las palabras o simplemente una acción. En ese acto está su vida, así de pequeño, y allí, la síntesis de la individualidad argentina de este momento.
"Mujeres soñaron caballos" seguramente va a transformarse en uno de los trabajos más significativos en la carrera de Daniel Veronese. Demuestra una madurez particular al mirar la historia y el teatro de esta Argentina de hoy. Hay mucha profundidad en esa mirada y una inteligente síntesis creativa sobre el escenario.