Tendría yo unos seis años y estaba sentado en el cordón de la vereda de mi casa (…) después de la lluvia, con los pies en el agua barrosa que corría por la cuenca. De pronto, un pedacito de papel blanco, rasgado o recortado, que contrastaba con el agua oscura, atrapó mi atención, y me deslumbró la belleza del contraste y de la forma (…) perdí conciencia de mi cuerpo y floté, más allá del espacio y del tiempo, en un éxtasis de contemplación y de gozo (…) después de casi una vida, debo reconocer que lo que busco inconcientemente cuando dibujo (…) es la repetición de aquella experiencia -cuenta Padeletti-.
Cabutti en uno de nuestras reuniones hace referencia a la experiencia del poeta con el dibujo, citada en un texto anterior. Reflexiva, me cuenta acerca de su propio encuentro con esta técnica, al trazar las líneas sobre las piezas para animarlas. La artista pareciera haberse hallado con una instancia de meditación sobre el gesto implicado en el dibujo, la conciencia sobre la línea. Esta asociación me conduce a la emblemática disputa que puso en relación de manera ferviente a la pintura (el dibujo), la poesía, la escultura y la música, El Parangón, la batahola entre las artes. La propuesta de la exposición se encuentra en sintonía con esa analogía: escultura, pintura, dibujo, citas literarias… pero en esta oportunidad no implicadas en una discusión teórica, sino comulgadas en la búsqueda de una experiencia estética estremecedora.
En cuanto a la exploración de la artista en este proyecto, retomo algunas palabras del relato de Padeletti: la lluvia - con los pies en el agua barrosa - un pedacito de papel – floté - éxtasis de contemplación. La percepción de fenómenos naturales tanto para uno como para el otro, en diferentes momentos de sus vidas, decanta en el sondeo de nuevos sentidos relacionados con la belleza y su contemplación a partir de la construcción heterogénea de sus piezas.
La visión sobre la naturaleza y sus fenómenos ha proyectado la necesidad de apropiación e inversión de los movimientos de exceso y desborde, se configura así, un paisaje acromático y gélido, diferenciado de su núcleo generador. Cabutti, en contraposición con el arremolinado y excitado manierismo, (corriente fundadora de la representación del paisaje con amplio margen de acción para la imaginación) diseña con guiños a la poética japonesa un territorio sin huellas ni marcas de la tormenta. Configura un espacio asociado a la belleza, abstracción ideal, pero que queda en este caso, inevitablemente atada a la sensación de desolación.
La instalación y la intensidad de las formas acrisoladas de las piezas, la ausencia de color, de ruido e interferencias, permite la experimentación de todos los sentidos sensoriales, desplazan la conciencia analítica a la sala contigua, allí donde reina la iridiscencia. Ambos espacios se ocupan bajo diferentes estrategias de restablecer cierta armonía, buscan el desahogo, la protección, la conciencia sobre una naturaleza convulsionada.
Se ha reflexionado una y miles de veces sobre la relación entre la naturaleza y el arte; acerca del género del paisaje. Recuerdo Las consecuencias del buen gobierno… del siglo XIV, La virgen de la las Rocas de Leonardo bajo ese clima de envolvente silencio; la ruptura de los impresionistas, la rebelión contra el género de las vanguardias histórica, el land art… La percepción de la naturaleza cambia conforme a los movimientos en la historia de las mentalidades: descubrimientos de territorios, avances de la ciencia, la generación y ruptura de mitos y nuevas realidades. Aunque naturaleza no es lo mismo que paisaje. Cabutti precisamente, recala en él para hablar de la percepción del estado de las cosas en este hábitat que inoportunamente estremece y arrebata la calma.
Un perro observando, un barco que se hunde. Todo está suspendido. Recuerdo entonces El estado de las cosas de Wenders: un equipo se encuentra filmando Los sobrevivientes y queda varado en Portugal, el director busca una salida al problema y así se desarrolla la película… mientras tanto Marcela Cabutti exclama en silencio en un ambiente donde todo flota y en un espacio donde por fortuna se retoma el juego: mira cuántos barcos aún navegan…
Lara Marmor, septiembre de 2008
Fuente: residenciacorazón
Cabutti en uno de nuestras reuniones hace referencia a la experiencia del poeta con el dibujo, citada en un texto anterior. Reflexiva, me cuenta acerca de su propio encuentro con esta técnica, al trazar las líneas sobre las piezas para animarlas. La artista pareciera haberse hallado con una instancia de meditación sobre el gesto implicado en el dibujo, la conciencia sobre la línea. Esta asociación me conduce a la emblemática disputa que puso en relación de manera ferviente a la pintura (el dibujo), la poesía, la escultura y la música, El Parangón, la batahola entre las artes. La propuesta de la exposición se encuentra en sintonía con esa analogía: escultura, pintura, dibujo, citas literarias… pero en esta oportunidad no implicadas en una discusión teórica, sino comulgadas en la búsqueda de una experiencia estética estremecedora.
En cuanto a la exploración de la artista en este proyecto, retomo algunas palabras del relato de Padeletti: la lluvia - con los pies en el agua barrosa - un pedacito de papel – floté - éxtasis de contemplación. La percepción de fenómenos naturales tanto para uno como para el otro, en diferentes momentos de sus vidas, decanta en el sondeo de nuevos sentidos relacionados con la belleza y su contemplación a partir de la construcción heterogénea de sus piezas.
La visión sobre la naturaleza y sus fenómenos ha proyectado la necesidad de apropiación e inversión de los movimientos de exceso y desborde, se configura así, un paisaje acromático y gélido, diferenciado de su núcleo generador. Cabutti, en contraposición con el arremolinado y excitado manierismo, (corriente fundadora de la representación del paisaje con amplio margen de acción para la imaginación) diseña con guiños a la poética japonesa un territorio sin huellas ni marcas de la tormenta. Configura un espacio asociado a la belleza, abstracción ideal, pero que queda en este caso, inevitablemente atada a la sensación de desolación.
La instalación y la intensidad de las formas acrisoladas de las piezas, la ausencia de color, de ruido e interferencias, permite la experimentación de todos los sentidos sensoriales, desplazan la conciencia analítica a la sala contigua, allí donde reina la iridiscencia. Ambos espacios se ocupan bajo diferentes estrategias de restablecer cierta armonía, buscan el desahogo, la protección, la conciencia sobre una naturaleza convulsionada.
Se ha reflexionado una y miles de veces sobre la relación entre la naturaleza y el arte; acerca del género del paisaje. Recuerdo Las consecuencias del buen gobierno… del siglo XIV, La virgen de la las Rocas de Leonardo bajo ese clima de envolvente silencio; la ruptura de los impresionistas, la rebelión contra el género de las vanguardias histórica, el land art… La percepción de la naturaleza cambia conforme a los movimientos en la historia de las mentalidades: descubrimientos de territorios, avances de la ciencia, la generación y ruptura de mitos y nuevas realidades. Aunque naturaleza no es lo mismo que paisaje. Cabutti precisamente, recala en él para hablar de la percepción del estado de las cosas en este hábitat que inoportunamente estremece y arrebata la calma.
Un perro observando, un barco que se hunde. Todo está suspendido. Recuerdo entonces El estado de las cosas de Wenders: un equipo se encuentra filmando Los sobrevivientes y queda varado en Portugal, el director busca una salida al problema y así se desarrolla la película… mientras tanto Marcela Cabutti exclama en silencio en un ambiente donde todo flota y en un espacio donde por fortuna se retoma el juego: mira cuántos barcos aún navegan…
Lara Marmor, septiembre de 2008
Fuente: residenciacorazón
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