domingo, 1 de noviembre de 2009

Antígona se desdobla en cuatro

Ingrid Pelicori y Claudia Tomás, como cuatro visiones de Antígona: hija de la luna, del aire, del agua y del dolor

Con dirección de Leonor Manso, Antígonas, de Alberto Muñoz, tiene una mirada cotidiana, sin heroínas trágicas

Antígonas
, de Alberto Muñoz. Intérpretes: Ingrid Pelicori y Claudia Tomás. Diseño de iluminación: Pedro Zambrelli. Escenografía y dirección: Leonor Manso. En el Centro Cultural de la Cooperación, Corrientes 1543 (5077-8077). Domingos, a las 20.30. Duración: 60 minutos.

Nuestra opinión: buena

Antígona, la heroína de Sófocles (ca. 442 a.C.), ha pasado a ser un arquetipo dentro de la dramaturgia y la lírica de todos los tiempos. Fue la protagonista de Antígona , ópera de Tommaso Traetta (1772); Antígona , de Walter Hasenclever (1917); Antígona , ópera de Arthur Honegger (1927); Antígona , de Jean Anouilh (1946); Antígona , de Bertolt Brecht (1947); Antígonae , ópera de Carl Orff (1949); Antígona Vélez , de Leopoldo Marechal (1951); La pasión según Antígona Pérez , de Luis Rafael Sánchez (1968); Antígona furiosa , de Griselda Gambaro (1988), y Antígona , novela de Henry Bauchau (1997), entre otras.

Antígona es el símbolo de la libertad, del amor, de la dignidad humana, de la conciencia personal. Desde esa óptica se enfrenta a Creonte, símbolo de la Justicia, y paga su osadía con la muerte. Desde ese mismo lugar, la protagonista grita: "No nací para compartir el odio, sino el amor".

Este es el punto de partida de Alberto Muñoz para diseñar su propia visión de Antígona, o mejor dicho, de sus cuatro Antígona: la hija de la luna, del aire, del agua y del dolor. No lo hace con una mirada trágica sino más bien cotidiana y mundana, que apunta a la idiosincrasia de la mujer y donde no faltan el misterio, las certezas y las incertidumbres. Cuatro breves escenas donde dos mujeres que se enfrentan en diferentes situaciones y entablan una relación que permite al espectador pispear en el mundo femenino.

No son heroínas, casi podría decirse que cargan con una dosis de frustración y de impotencia, no importa si es personal, profesional o sentimental. Ellas se mueven en ese universo que se muestra lejano, donde es más lo que se oculta que lo que se revela.

Más allá de que en algunos momentos los contenidos de cada escena no alcanzan para hacer explícito el conflicto, la actuación es lo que resalta el valor del texto. Tanto Ingrid Pelicori como Claudia Tomás componen a sus personajes con una interesante variedad de matices y un despliegue de ricos perfiles, bajo la mirada cada vez más fortalecida de Leonor Manso en la dirección, sobre todo cuando, como en este caso, se hace cargo de la escenografía que queda integrada a la acción y a los cambios de situaciones, con el aporte de la iluminación.

Fuente: La Nación

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