Las asesinas de Gardel . De Lucía Laragione y Antonia De Michelis. Intérpretes: Nadina Marquisio, Antonia De Michelis, Dolores Ortiz de Rozas, Pablo Gasparri, Emiliano Díaz, Maximiliano Jurgeit, Pablo Izurieta, Federico Falasco, Carlos Casabal, Hernán Calzón, Carmen Stigliano, Roberto Cox, Victoria Ahualli, Laura Martínez Duque y Javier Schonholz. Vestuario: A. De Michelis. Sonido y luces: Santiago González Urrutia. Idea y realización de imágenes: Nadina Marquisio y Laura Martínez Duque. Asistente de dirección: Astrid Casarella Bourlot. Dirección: Diego Cosin. Sábados, a las 21, en el Payró. Duración: 75 minutos.
Nuestra opinión: buena
Son tiempos de Rosita Quiroga, de Mona Maris, de Agustín Magaldi, Carlos Gardel e Ignacio Corsini. Esos tiempos que, en retrospectiva, hoy resultan tan atractivos, con cierta inocencia y un florecimiento nacional que parece ciencia ficción. La actriz Antonia De Michelis imaginó una historia, situada en aquel entonces, cuyo eje es la disputa entre los seguidores de Corsini y los de Gardel. Le pidió ayuda a la dramaturga Lucía Laragione y nutrieron esa idea de una historia fantástica, histriónica y algo esperpéntica.
Dos hermanas tan destartaladas como su vida son fanáticas del "caballero cantor" Ignacio Corsini y perpetran un plan descabellado, mientras les llueven zorzales muertos y una de ellas utiliza el aparato ortopédico de su pierna como antena de radio. El director Diego Cosin diseñó una ingeniosa puesta con esta ingeniosa propuesta y puso los acentos allí donde corresponden. Mucho humor negro, un usufructo de la hipérbole, una estética definida y atractiva y una excelente utilización de recursos multimedia, donde la gracia está siempre presente y el montaje es impecable.
Tal vez una mayor síntesis y más homogeneidad en el elenco hubieran hecho de Las asesinas de Gardel una propuesta sin reparos. Para destacar son los trabajos de Antonia De Michelis, Nadina Marquisio, Federico Falasco, Dolores Ortiz de Rozas, Laura Martínez Duque y Emiliano Díaz. De todas formas, esos códigos tangueros y timberos, con esas letras deliciosamente inocentes, son una caricia resultante del reflejo del paso del tiempo.
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