Los siete locos
Incompleta tarea de versionar a Arlt.
Por Luis Mazas
Ladrones (...), asesinos, prostitutas, yo, Erdosain, el Buscador de Oro, el Rufián Melancólico, Barsut, somos todos iguales...” Son los del título: Los siete locos (1929), primera de las dos obras maestras de la novelística argentina producidas por Roberto Arlt (la otra, su segunda parte, Los lanzallamas). El periodista, autor de las Aguafuertes porteñas, plasma aquí una dialéctica entre la distanciación (ya no narra en primera persona) y la contaminación de la mirada objetiva, impregnada por soliloquios y elucubraciones obsesivas de sus criaturas individualistas y cínicas.
Trasladar este raro material a otro medio expresivo como el teatro es una misión imposible bajo riesgo de simplificación. Si el autor tiene su propia producción dramática, una traslación a la escena de la novela podría asimilar el método que Arlt utiliza o producir otro abordaje personal de esas criaturas solitarias y alucinadas. Esta es la vía que adopta Omar Aita. Es conveniente marcar esta diferenciación a quienes se acerquen por vez primera al universo de Arlt por esta intermediación. Aita privilegia la historia y las interacciones entre los siete personajes antes que detenerse a explicarlos o justificarlos. El relato de escena compone un laborioso cuadro de situaciones fragmentadas que aciertan al abandonar, en parte, la fría realidad objetiva.
El tono con que esta versión teatral pone a agonizar a Remo Erdosain y sus huestes es más exaltado que reflexivo. Ellos parecen flotar en una carnestolenda deformada por las circunstancias que los arrastra (esta es su más productiva similitud con Arlt). Al mismo tiempo, difiere en densidad lógica. El resultado se aproxima y se aleja de la propia poética arlteana, cuya desesperanza va a caballo entre el exacerbado realismo y una visión existencialista que busca redención por la vía autodestructiva. Lo que aporta Aita es un interesante cristal deformado por el expresionismo –interesante iluminación–, que invita a los adictos a Arlt a mirar de nuevo a los personajes desde otro ángulo complementario. El interés de esta aproximación debe ser juzgado sin prejuicios para hallar sus mejores fantasmagorías coincidentes. La tensión que produzca la yuxtaposición será su mejor tributo al esquivo, insoslayable texto de Roberto Arlt.
Fuente: Diagonales
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