Teatro argentino en el lejano y fascinante Japón: García Wehbi filmó escenas para su obra, Veronese presentó un espectáculo suyo y Pensotti está montando un trabajo
Por Alejandro Cruz
No todo artista argentino que llega a Japón es bailarín, cantante o músico de tango. Sea por efecto de la globalización, por cuestiones de tipo de cambio y/o por la necesidad de buscar otros códigos estéticos, el teatro alternativo local está encontrando un hueco en la lejana y fascinante Tokio.
El juego lo abrió en febrero Emilio García Wehbi, que se trasladó a la capital japonesa para grabar algunas imágenes para su espectáculo Dolor exquisito (actualmente en cartel). Un mes después, Daniel Veronese presentó Un hombre que se ahoga, una particular versión de Tres hermanas, de Chejov . El tríptico se cierra con Mariano Pensotti, quien actualmente está preparando con actores orientales el estreno de La marea . Como telón de fondo, el inevitable choque cultural que tan magistralmente pintaron las películas Perdidos en Tokio , de Sofía Coppola, y Sabiduría garantizada, de Doris Dorrië.
Para el teatro local, llegar hasta allí fue todo un viaje en sí mismo que se fue produciendo con el paso del tiempo. Si durante la década del 80 los festivales de Cádiz, Caracas y Bogotá eran las grandes puertas hacia el mundo, en los 90 Berlín se transformó en el norte y desde ahí las obras rebotaban en otros encuentros europeos y americanos. Pero Japón, más allá de algunos seguidores locales del método Suzuki y del butoh, siempre fue el territorio de lo inalcanzable. Sin embargo, algo, tenuemente, parece revertirse, y en los tres casos actuales, llamativamente, siguen esquemas de producción muy distintos, lo cual enriquece aún más la idea del intercambio.
Uno: ser otroPara el armado de Dolor exquisito , García Wehbi, director, y Maricel Alvarez en febrero se trasladaron por diez días a Tokio siguiendo las pisadas de la artista conceptual Sophie Calle, cuya experiencia sirve de anclaje para el espectáculo que los sábados presentan en la sala Beckett. Como resultado de aquel viaje, durante la obra se proyectan imágenes de aquel cruce (o cruce de dos argentinos en Tokio rearmando los pasos de una francesa en la ciudad de las rascacielos cubiertos de neón).
"Fuimos a Japón para llevar a cabo hasta las últimas consecuencias el trabajo. ¿Por qué Tokio? Porque lo que plantea Calle es la sensación de otredad, sensación que encontrás todo el tiempo y en todos lados: en la alimentación, en las presentaciones sociales, en el concepto de higiene total, en las representaciones simbólicas...", apunta el director de Heldenplatz .
Ya habían estado en Japón dos veces con la idea de montar allí Filoctetes , un trabajo de intervención urbana. Aquello, por diversos motivos, no pudo concretarse, aunque guardan la esperanza de cerrar el círculo de Dolor exquisito con funciones en Tokio.
Dos: el extrañamientoEl caso de Daniel Veronese, con Un hombre que se ahoga , se encuadra en una experiencia de intercambio más tradicional. A principios de este año fueron invitados por el Festival Internacional de Artes de Tokio, la primera vez que un director sudamericano participaba del encuentro escénico más importante de Japón. Allí montaron la versión de Tres hermanas en la que los actores masculinos interpretan a los personajes femeninos y viceversa.
La primera vez que salieron a escena, los actores no podían creer lo que veían: todos los espectadores estaban con barbijo. Como sucedía con los personajes de Perdidos en Tokio, para Pablo Messiez, uno de los actores de Veronese, la sensación de extrañamiento se hizo cuerpo todo el tiempo. "En una mesa redonda nos preguntaron cómo hacíamos para adaptarnos al cambio de género. Yo les pregunté cómo hacían ellos para desayunar pescado", recuerda. A Veronese no le fue mal en tierras orientales. De hecho, hoy, con el elenco completo de Espía a una mujer que se mata , está haciendo funciones en Corea.
Tres: la ensoñaciónAlgo de estas sensaciones está teniendo todos los días Mariano Pensotti (ver recuadro). "Uno vive en un estado de permanente extrañamiento, donde todo es familiar y reconocible pero con la familiaridad de los sueños, donde las cosas están un poco corridas de lugar", cuenta en un correo electrónico. El, junto a la escenógrafa Mariana Tirantte, está en Yokohama, ciudad ubicada a 30 minutos de la capital japonesa, montando, con actores nipones, La marea , aquel trabajo de cruce que tuvo lugar en el Festival Internacional de Buenos Aires de hace tres años, que se puede chusmear por YouTube.
El estreno en tierras niponas será el 3 del mes próximo, en una callecita que parece que poco tiene que ver con el pasaje Rivarola, donde se montó acá. Sin embargo -más allá del jet lag , de las diferencias idiomáticas y culturales, de los extrañamientos mutuos-, por ahora son los encargados de cerrar este tríptico de experiencias escénicas locales en el más lejano, fascinante y misterioso Oriente
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