martes, 18 de mayo de 2010

Entrevista a Hector Olivera, director de "El Mural" que se estrenará el jueves

“Todo en los Botana es muy cinematográfico”

El creador de No habrá más penas ni olvido y La Patagonia rebelde, que siempre había querido filmar la historia de los dueños de Crítica, finalmente narra el romance entre Natalio Botana y Blanca Luz Brum, la mujer del muralista mexicano David Siqueiros.

Por Oscar Ranzani
Imagen: Daniel Dabove

El gran muralista mexicano David Alfaro Siqueiros visitó la Argentina en 1933, invitado por Victoria Ocampo, para dar una serie de conferencias, de las cuales sólo se concretaron dos por el revuelo que armó su presencia en la intelligentzia porteña. Sin embargo, la visita dejaría su impronta artística para la posteridad. Es que el director del diario Crítica, Natalio Botana, le propuso realizar un mural a cambio de casa y comida. Para concretar dicha tarea, Siqueiros convocó a artistas de la talla de Antonio Berni, Alvaro Castagnino, Lino Spilimbergo y Enrique Lázaro. El resultado fue “Ejercicio plástico”, un mural atípico para Siqueiros, ya que no tenía precisamente contenido político o social: el artista se había inspirado en la figura de su mujer, Blanca Luz Brum, para inmortalizarla en ese espacio de doscientos metros cuadrados, ubicado en el sótano de la Quinta Los Granados, propiedad de Botana. El mural, que después de la venta de la propiedad de Botana fue producto de una larga disputa judicial, se extrajo y pasó diecisiete años guardado en contenedores hasta que, por un acuerdo entre los propietarios y el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, pudo desmontarse para su restauración.

Pero las pasiones y traiciones producidas durante la estadía de Siqueiros en Buenos Aires también quedaron para la posteridad. Es que su mujer, Blanca Luz Brum, tuvo romances con Botana y con el poeta Pablo Neruda. Y mientras Siqueiros se volvió a México (para luego alistarse en el ejército republicano con la idea de pelear en la Guerra Civil Española), Brum se quedó un tiempo en la Argentina. Sobre las relaciones generadas mientras el artista mexicano pintaba su obra se focaliza El mural, film de época dirigido por Héctor Olivera, realizador de obras emblemáticas del cine argentino como No habrá más penas ni olvido y La Patagonia rebelde. El elenco de la película –que se estrena este jueves– está encabezado por el actor mexicano Bruno Bichir (Siqueiros), Carla Peterson (Blanca Luz Brum), Luis Machín (Botana), Ana Celentano (Salvadora Medina Onrubia, esposa de Botana) y Sergio Boris (Pablo Neruda).

Como toda película, El mural tiene su historia. A los 19 años, Olivera comenzó a trabajar en los estudios Baires que habían construido Botana y Eduardo Bedoya, su mano derecha. El cineasta estuvo allí cinco años, durante los cuales mantuvo charlas con Bedoya, quien le contaba historias fascinantes de Natalio y Salvadora. Con el tiempo, Olivera fundó Aries Cinematográfica Argentina, junto a Fernando Ayala. Y siempre le picó el bichito de hacer una película sobre los Botana. Pero si bien la historia de esta familia podía resultar muy cinematográfica, había un inconveniente con los costos de producción. “No era una película para hacer en coproducción internacional, tenía un costo enorme, porque había que reproducir cuatro épocas, desde principios de siglo hasta el año ’41, en que murió Botana”, señala Olivera en diálogo con Página/12. El proyecto se fue postergando hasta que, muchos años después, Olivera leyó Confieso que he vivido, el libro que registra las memorias de Pablo Neruda. “Y me enteré de que Neruda, según él dice, tuvo un romance con Blanca Luz Brum en la torre de la piscina de Los Granados, donde Siqueiros había pintado el mural.” Entonces, Olivera vio que en ese entretejido de complicidades, traiciones, tragedias y fortísimas pasiones había una película posible.

–Cuando investigaba la vida de David Alfaro Siqueiros y su esposa Blanca Luz Brum, ¿qué le resultó más cinematográfico?

–No puedo decir qué, porque todo lo de ellos es muy cinematográfico. Fue gente que vivió muy intensamente. Un amigo chileno de Blanca Luz Brum, que vive en Buenos Aires, me decía: “Si me preguntas una característica de ambos, te diría que eran tal para cual”. No puedo decir “Esto lo saqué de aquí o de allá”. Sí puedo decir que viajé a México con la intención de redondear la historia y la parte de Brum y de Siqueiros y no conseguí nada.

–¿Por qué?

–Porque las memorias de Siqueiros, tituladas Me llamaban el coronelazo, fueron reescritas por su viuda, Angélica Arenal, después de su muerte. Y ella voló casi todo lo de Brum. Sobre Buenos Aires ¡hay tres líneas! Traté de averiguar y casi no hay material sobre ellos. Entonces tuve que remitirme a la literatura rioplatense. Y tuve una conversación muy interesante en México con la escritora y crítica de arte Raquel Tibol, “la mamá” de Siqueiros, porque ha participado en muchísimos programas de radio y televisión sobre el muralista. O sea, no se la puede contradecir. Sin embargo, en la película la contradigo porque respecto de lo que ocurrió en Argentina hay más información local, cartas, etcétera. Y un libro muy importante es El mural de Siqueiros en Argentina, que escribieron Héctor Mendizábal (que recuperó el mural) y el antropólogo Daniel Schavelzon, un estudioso del tema.

–La película no se detiene mucho en el mural, sino en las historias que se tejen entre los protagonistas a partir de la llegada de Siqueiros a la Argentina. ¿Le interesaba más ese juego de seducciones y pasiones que se desataron?

–Sí. No es un documental sobre cómo se pintó el mural, pero creo que la progresión de la pintura del mural está dada en el film. Y también los elementos fundamentales, como cuando Siqueiros les explica a sus colaboradores (nada menos que Spilimbergo, Berni, Castagnino y Lázaro) sus técnicas y lo que va a ser una revolución plástica. Y después, está mostrado ese sótano desde que es un ámbito vacío hasta que ya el mural está terminado.

–Se trataba de una época muy movida políticamente debido a la presencia del anarquismo, el nacionalismo y el comunismo. ¿Cómo buscó reflejar ese momento histórico y político sin que se perdiera de vista el foco de la historia del film?

–El anarquismo está puesto en función de Salvadora, que era un personaje muy incoherente: una millonaria que iba con su gran automóvil, conducido por su chofer, a auxiliar a los anarquistas heridos en una refriega policial. El comunismo porque Siqueiros era absolutamente marxista-leninista, enemigo de Trotsky, a punto tal que intentó matarlo. He visto la casa de Trotsky en México y hay cuarenta agujeros en la pared, arriba de la cama. Trotsky y su mujer se salvaron porque se tiraron debajo de la cama. Siqueiros era un hombre de armas llevar. Y curiosamente, en un reportaje grabado que conservo, dice: “El arte de la guerra está por encima de todas las artes”. Había peleado casi de niño en la revolución mexicana, pero además, había llegado a ser capitán y había ido a París como agregado militar a comprar armas. Tuvimos la enorme suerte de que cuando estuvo en Montevideo no consiguió pinturas para hacer el mural. Y pasando delante de un garaje, vio a un mecánico pintando un guardabarro con un soplete. Por eso se salvó el mural: está pintado con un aerógrafo con pintura industrial. Si no, después de tantos años a la intemperie en unos containers estaría absolutamente destruido.

–¿Cómo trabajó con Bruno Bichir las facetas políticas y artísticas de Siqueiros?

–No conocía a Bruno más que por fotos y películas. Me encontré con un muchacho de una sensibilidad, de una disciplina y de un entusiasmo enormes. Así que fue muy fácil. Da mucho placer ese personaje. Incluso, por su verborragia, pero también por su extraversión, es un contraste frente a un Botana tan estricto, tan limitado en su gesticulación, como la creación que hizo Luis Machín en su personaje. Estoy muy contento con ese contraste de los dos personajes que, además, en la película se ve que tienen una lucha por el poder: “Yo soy más que vos. Vos serás un artista pero yo...”

–...Tengo a tu mujer.

–(Risas.) Eso ya es demasiado. No se lo dice, pero es evidente. Y también está la incoherencia de estos personajes. Todos eran incoherentes. Siqueiros hablaba de la revolución y terminó pintando ese mural en la casa del millonario. Brum decía que era sandinista, pero se acostaba y terminó quedándose con un millonario. Es evidente que era una trepadora.
–Se dice que Siqueiros tuvo un romance con Salvadora Medina Onrubia, la esposa de Botana. ¿Por qué el film no da cuenta de esta relación, a diferencia de la que sostuvieron Brum y Botana?

–Primero, no está probado ni escrito por nadie serio. Sí es algo que se ha dicho. Pero si lo ponía (cosa que no me gustaba, porque además no creía en eso) la película hubiera debido llamarse Los swingers de los ’30 (risas). Era demasiado.

–¿Cuáles son las ventajas y e inconvenientes de hacer cine de época?

–Hay dos desventajas: una es el costo; por otro lado, el público no está muy inclinado a ver cine de época. Pero hablar de los gustos del público es como hablar del sexo de los ángeles: realmente nadie puede afirmar nada. Cuando Aries era una empresa grande y hacíamos seis o siete películas por año, uno intuía: “Esto va a andar, esto no”. Igual, nos equivocábamos: pensábamos que una película de Porcel y Olmedo iba a recaudar más que Plata dulce y fue el revés. En fin, esta actividad es imprevisible. Siempre lo fue.

Fuente: Página 12

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