jueves, 4 de marzo de 2010

'Soy el Reinaldo Rueda del teatro tártaro', aseguró el director Alejandro González Puche

Alejandro González Puche es el director de 'La vida es sueño', una obra de la República de Tartaristán. Foto: Julio Rivera

El bogotano abre el Festival Iberoamericano de Teatro con 'La vida es sueño', una obra que montó en la República de Tartaristán, en la Federación Rusa.


BOGOTÁ.- Hace 19 años, se vieron frustrados los planes del bogotano Alejandro González Puche de presentar su versión en mongol de 'La cándida Eréndira y su abuela desalmada', en el III Festival Iberoamericano de Teatro.

La había montado en Ulán Ude, por entonces capital de la República Autonómica Soviética de Buriatia, como parte de su trabajo de estudiante de la prestigiosa Academia Rusa de Moscú (Gitis) y su estreno fue el 20 de diciembre de 1991. Un día después, la Unión Soviética dejó formalmente de existir. Su obra, entonces, se embolató en el maremágnum de la disolución y nunca pudo salir para Colombia.

"Chévere, ahora puedo realizar lo que en el pasado no logré", dice González Puche, profesor de actuación de la Universidad del Valle, sobre 'La vida es sueño', la obra que montó en la República de Tartaristán -en la Federación Rusa- y que no solo estará en el Iberoamericano, sino que lo inaugurará.

"Ahora soy el Reinaldo Rueda del teatro tártaro", comenta sobre el técnico de fútbol colombiano que clasificó a Honduras a Sudáfrica 2010, asomando una sonrisa, para referirse a que es la primera vez que la República Tartárica "clasifica" al Iberoamericano, un festival al que "tradicionalmente habían venido teatros rusos"; algo que le viene muy bien a "una minoría milenaria que está tratando de resurgir", como él lo dice.

Bogotano en Kazán

Después de hacer un doctorado en la Universidad de Valencia (España), González Puche, recordado por su montaje 'El condenado por desconfiado', se fue a hacer una de las prácticas al Teatro Tártaro Kamal, en Kazán, la capital.

"Es un teatro profesional que tiene más de 35 piezas en repertorio; cambia todas noches de obra y tiene las dinámicas del teatro profesional".

Como director invitado, les propuso algo alocado a los tártaros: montar al dramaturgo, poeta y escritor español Pedro Calderón de la Barca, cuya obra 'La vida es sueño' está narrada en verso; de hecho, afirma el director, a los actores tártaros no se les enseña comúnmente a recitar.

"Llegué con una obra del teatro barroco. Quería que se ejercitaran en la retórica y en otros móviles dramáticos. Me decían 'pero eso no es actuar' porque no había subtexto ni intenciones complicadísimas. La diferencia es que en ese siglo teatral (Siglo de Oro) todo está dicho, lo importante es saberlo decir. Ese fue mi vía crucis, pero fue interesante".

En el montaje hay actores de la vieja guardia; de 75 años. Por eso, González Puche asocia su proyecto en Kazán (y hablado en tártaro) con el Buenavista Social Club de Cuba.

"El actor principal, que interpreta a Basilio, entró a estudiar en Moscú, en 1956. Es decir, vivió toda la época del stalinismo y de la posguerra. Estas personas vieron a todas las glorias del teatro soviético y estudiaron con ellas".

Lo más difícil para el director fue ganarse su confianza. "¿Por qué viene un colombiano, fingido a español, a enseñarle a recitar a un tártaro?", lanza la pregunta.

Pero había otros retos, como la traducción y la escenografía.

"Ellos son muy dependientes del ruso y no tienen muchos traductores directos. 'Cien años de soledad', por ejemplo, está traducida al tártaro, pero desde el ruso". Lo mismo ocurrió con 'La vida es sueño', que le fue entregada en ruso a un poeta tártaro.

Para ponerle el título en tártaro, el poeta pensó en 'tagdir', una palabra relacionada con "el destino y la realización de las profecías" y que "no se usaba hacía 300 años", explica el director. El poeta le aseguró que si los tártaros leían 'sueño' no irían a la obra.

La escenografía fue construida en una fábrica de aviones. Es una concha metálica dividida en ocho secciones que según el director recuerda los anfiteatros griegos, pero también parece una pista de patinaje extremo.

"El barroco maneja el concepto de la luz (...) Fuimos con el escenógrafo a una iglesia y a una mezquita. Las losas eran metálicas. La conjunción del metal con la luz es muy importante en la obra".

La relación feliz de González Puche con los tártaros podrá verse en Bogotá durante cinco funciones. "Es un montaje de mutua reafirmación", agrega.

Fuente: en escena

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