Leve contraste por saturación , Llanto de perro , Petit hotel Chernobyl , Opera anoréxica y La piojera o un procedimiento justicialista son algunos de los títulos que definen la actividad del grupo Los Calderos, que dirige Andrés Binetti. El actor, autor y director, de 31 años, nació en Macachín, La Pampa, y se crió en Bahía Blanca. A fines de los años 90, llegó a Buenos Aires, se formó en la Escuela Municipal de Arte Dramático, en la carrera de puesta en escena; en dramaturgia lo hizo guiado por Alejandro Tantanián, Daniel Veronese y Mauricio Kartun.
El trabajo de este joven creador se está imponiendo con fuerza en Buenos Aires, aunque él en verdad no sabe explicar ese interés de sus seguidores por el teatro que hace. Habla de su labor con mucha sencillez. Se define como un autor que, en general, escribe para la escena, a quien le gustan mucho los actores y cuya estética no tiene particularidades, ya que, como explica, cada obra implica una nueva búsqueda.
Andrés Binetti estrenó Heise (los sábados, a las 21, en Vera Vera, Vera 108), su nuevo proyecto, en el que la maternidad y la paternidad aparecen como tema central. El creador explica que se trata de "un intento de reflexión acerca de los vínculos, la incomunicación y, sobre todo, la soledad que nos propone el mundo actual. Heise significa niebla y la niebla es lo que atraviesa todo el relato escénico".
-Tu producción dramatúrgica es muy vasta y, viendo tus espectáculos parecería que escribís junto con los actores o, por lo menos, teniéndolos muy en cuenta .
-Hay textos que escribí y no estrené y estrenaron otros directores. Y hay otros, como cuando trabajo con Los Calderos, en los que empiezo escribiendo algo y, a partir de ahí, se comienza a improvisar. Cuando empezamos a ensayar Opera anoréxica , por ejemplo, no teníamos nada. Fue un proceso más largo, pero se trataba de una obra no argumental. Ahí fuimos trabajando con el material que iban produciendo los actores. En el caso de piezas más argumentales, tiro unas líneas e improvisamos. Siempre digo que hay un momento del ensayo en que el actor corrige al dramaturgo. Y está bueno escuchar y no quedarse, como autor, con la última palabra. Mi dramaturgia no tiene una vocación literaria, sino que está dirigida a la escena.
- Llanto de perro se completa con el título "una vulgaridad contemporánea" y Opera anoréxica con "una vulgaridad rizomática" y a vos, a veces, te gusta hablar de teatro vulgar. ¿Cómo explicás eso?
-En Buenos Aires, comencé a ser espectador del teatro de los 90, entonces vi mucho teatro muy hermético, extraño, difícil de entender, que no se preocupaba demasiado por el espectador. Mi generación hizo un clic y hacemos un teatro más accesible. Ahí empezó a surgir la idea de vulgaridad en el trabajo con el grupo, tratando de no descartar nada de lo que aparece en los ensayos, sino, por el contrario, probar todo. Y hacerse cargo de que el teatro es vulgar, en algún sentido, también puede contar historias pequeñas y sin pretensiones.
-Una constante en tus trabajos es que asoman historias pequeñas, pero con personajes muy fuertes, definidos. ¿El actor ocupa un lugar muy importante en tu creación?
-Nos interesa mucho la actuación [en general, codirige con Paula López], venimos de ella y hemos probado distintas estéticas. Entre Leve contraste por saturación y Llanto de perro hay un abismo estético. Siempre apuntamos al actor y a contar un cuentito chico, íntimo. También el tipo de salas que elegimos tiene que ver con eso, con que la gente esté cerca, que se genere un vínculo con el espectáculo de mucha empatía.
-Hablás de abismo estético entre una creación y otra
-Lo que no nos sale es el realismo. Es todo un tema. Necesitamos buscarle extrañamiento a la obra, que no sea realista, que no se dé una identificación plena entre el público, los personajes y lo que se cuenta.
-¿Por qué no te sale?-Porque hubo mucho discurso en contra del realismo cuando empezamos a estudiar. Pero el realismo es como todo, toda estética bien hecha está bien. Me parece que la dificultad con el realismo está en que no lo hemos transitado o no lo hemos visto. A veces, el realismo suena como pedagógico, pero no la estética, sino algunos textos. Eso me aleja. Me parece que el teatro tiene que plantear más preguntas que respuestas. Si uno se para y dice: «El mundo es así y hay que hacer esto para cambiarlo», ahí tenés un problema.
-Quizás algunos textos responden a cierta coyuntura social y política y por eso se pueden ver como pedagógicos.
-Seguramente. Hay muchas anécdotas sobre ese teatro que buscaba generar conciencia. No es que me parezca que el teatro deba pensarse como pura diversión, pero tampoco lo veo como formador de conciencias, como educador.
-Y entonces, ¿cómo lo pensás?-Ahora sucede algo que tiene que ver con esta idea de comunión, de comunidad, de salas pequeñas, en casas, buscando mucha cercanía discursiva con el público. Está bueno.
Para Heise , ha elegido un ámbito no convencional que conserva las cualidades de una casa. Y allí intentará que sus criaturas y sus obsesiones lleguen de manera muy directa.
Carlos PachecoFuente: La Nación
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