La enfant terrible que nació en 1962 para ilustrar la campaña publicitaria de una marca de electrodomésticos, está de fiesta. El recuerdo de la niña argentina más inolvidable.
Vaya uno a saber si esta noche invitará a su departamento del barrio porteño de Monserrat a sus amigos del alma, al dubitativo Felipe, al fenicio rockerfellista Manolito, a la combativa Libertad, a Susanita, con todos sus hijitos, al inocente Miguelito y al tierno Guille que seguro brindará con su chupete o n the rocks. O no, porque quizás hoy Mafalda esté trabando en la ONU, evitando con una traducción distorsionada que dos naciones entren en guerra. Porque claro, Mafalda está está tan viva como siempre.
Como sea, hoy a la enfant terrible, que nació el 15 de marzo de 1962, la podríamos imaginar ya un adulta, aunque también quedará en el recuerdo de miles y miles de lectores como esa niña despiadada y adorable que quedó tal cual como su papá, Quino, la dejó en 1973, cuando decidió no dibujar más la tira.
En 1962 Joaquín Lavado, Quino, creó a Mafalda para una campaña publicitaria de la empresa de electrodomésticos Mansfield. Una agencia de publicidad le encargó al dibujante una tira de una típica familia de clase media que debía contar con un personaje cuyo nombre tuviese dos letras de la marca: la "M" y la "A". Quino da el nombre de Mafalda a la niña de esta familia. El proyecto de esta campaña no se llega a realizar a causa del cliente y Quino conserva las pocas tiras realizadas.
Al año siguiente, después de un breve paso por el suplemento de humor de la revista Leoplán , la tira Mafalda se instala en Primera Plana, que le pide a Quino una colaboración fija, satírica pero “innovadora”. Trascurría el año 1964, gobernaba la Argentina el radical Arturo Illia; Los Beatles arrasaban en los rankings musicales; los palestinos fundaban la OLP; se extendía la adhesión de los países americanos al bloqueo estadounidense contra Cuba y la comisión Warner daba a conocer públicamente la versión oficial sobre el asesinato del presidente Kennedy. A la par, se otorgaba al líder negro Martin Luther King el Premio Nobel de la Paz mientras que el filósofo Jean-Paul Sartre rechazaba el suyo de Literatura.
Quino saca Mafalda del baúl, quien comienza a vivir a través del papel. Pasados algunos meses se vuelve una tira cotidiana. En 1968 desembarca en Italia y Europa. Es el inicio de una larga aventura para la pequeña respondona que llegará a ser uno de los personajes mas populares nacidos de la mano de un dibujante.
A pesar de que su autor dejó de dibujarla, Mafalda reaparece siempre fresca y renovada en libros y periódicos. Hace cine y televisión. Viaja en la imaginación colectiva de infinidad de naciones que son muy diferentes entre ellas culturalmente. Y llega a los lugares más insospechados, volviéndose familiar a chicos y chicas que pertenecen a generaciones que no tienen nada que ver con la que vio nacer a Mafalda.
En 1965, la tira se mudó a el diario El Mundo hasta que éste cerró dos años después, cuando la mamá de Mafalda estaba embazarada de Guille. La historieta llegó a Siete Días en 1968, con el bebé ya nacido y la impronta bien ganada de ser un registro minucioso de los tics de la clase media argentina de los años 60. Desde la Guerra de Vietnam y la carrera espacial hasta el movimiento tercermundista y los derechos humanos, el mundo entero se simboliza en un globo terráqueo que la protagonista cuida, igual que a un enfermo: lo acuesta en la cama, lo abriga y hasta intenta mejorarlo con las cremas de belleza de su madre. Con Mafalda la infancia perdió su inocencia, mientras el género de la historieta pasó de lo social a lo psicológico.
Hoy cumple 45, y nos sigue escrutando con su mirada punzante, porque como dijo el escritor Julio Cortázar: “No tiene importancia lo que yo pienso de Mafalda. Lo importante es lo que Maflda piense de mí”.
Fuente: www.quino.com, Perfil
Como sea, hoy a la enfant terrible, que nació el 15 de marzo de 1962, la podríamos imaginar ya un adulta, aunque también quedará en el recuerdo de miles y miles de lectores como esa niña despiadada y adorable que quedó tal cual como su papá, Quino, la dejó en 1973, cuando decidió no dibujar más la tira.
En 1962 Joaquín Lavado, Quino, creó a Mafalda para una campaña publicitaria de la empresa de electrodomésticos Mansfield. Una agencia de publicidad le encargó al dibujante una tira de una típica familia de clase media que debía contar con un personaje cuyo nombre tuviese dos letras de la marca: la "M" y la "A". Quino da el nombre de Mafalda a la niña de esta familia. El proyecto de esta campaña no se llega a realizar a causa del cliente y Quino conserva las pocas tiras realizadas.
Al año siguiente, después de un breve paso por el suplemento de humor de la revista Leoplán , la tira Mafalda se instala en Primera Plana, que le pide a Quino una colaboración fija, satírica pero “innovadora”. Trascurría el año 1964, gobernaba la Argentina el radical Arturo Illia; Los Beatles arrasaban en los rankings musicales; los palestinos fundaban la OLP; se extendía la adhesión de los países americanos al bloqueo estadounidense contra Cuba y la comisión Warner daba a conocer públicamente la versión oficial sobre el asesinato del presidente Kennedy. A la par, se otorgaba al líder negro Martin Luther King el Premio Nobel de la Paz mientras que el filósofo Jean-Paul Sartre rechazaba el suyo de Literatura.
Quino saca Mafalda del baúl, quien comienza a vivir a través del papel. Pasados algunos meses se vuelve una tira cotidiana. En 1968 desembarca en Italia y Europa. Es el inicio de una larga aventura para la pequeña respondona que llegará a ser uno de los personajes mas populares nacidos de la mano de un dibujante.
A pesar de que su autor dejó de dibujarla, Mafalda reaparece siempre fresca y renovada en libros y periódicos. Hace cine y televisión. Viaja en la imaginación colectiva de infinidad de naciones que son muy diferentes entre ellas culturalmente. Y llega a los lugares más insospechados, volviéndose familiar a chicos y chicas que pertenecen a generaciones que no tienen nada que ver con la que vio nacer a Mafalda.
En 1965, la tira se mudó a el diario El Mundo hasta que éste cerró dos años después, cuando la mamá de Mafalda estaba embazarada de Guille. La historieta llegó a Siete Días en 1968, con el bebé ya nacido y la impronta bien ganada de ser un registro minucioso de los tics de la clase media argentina de los años 60. Desde la Guerra de Vietnam y la carrera espacial hasta el movimiento tercermundista y los derechos humanos, el mundo entero se simboliza en un globo terráqueo que la protagonista cuida, igual que a un enfermo: lo acuesta en la cama, lo abriga y hasta intenta mejorarlo con las cremas de belleza de su madre. Con Mafalda la infancia perdió su inocencia, mientras el género de la historieta pasó de lo social a lo psicológico.
Hoy cumple 45, y nos sigue escrutando con su mirada punzante, porque como dijo el escritor Julio Cortázar: “No tiene importancia lo que yo pienso de Mafalda. Lo importante es lo que Maflda piense de mí”.
Fuente: www.quino.com, Perfil
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