SEX según Mae West , de René Pollesch. Con Ideth Enright, Dolores Ocampo, Cecilia Rainero y Héctor Bordoni. Apuntador: Sergio Aiello. Vestuario: Pepe Uría. Diseño escenotécnico: Agustín Garbellotto. Iluminación: Mariano Rugiero. Cámara en vivo: Garbellotto y Nacho Rodríguez de Anca. Dirección: Luciano Cáceres. Sala: El Kafka (4862-5439).
Nuestra opinión: muy bueno
René Pollesch es una especie de autor maldito de la escena berlinesa. Desde hace años programa el espacio más experimental de la Volksbühne. SEX según Mae West es el primero de sus trabajos que se estrena en estas tierras. En realidad, la obra ya hizo su "precalentamiento" con dos funciones en el Instituto Goethe y ahora se largó a hacer a una temporada formal y cortés. "Mis textos no se comprenden al amparo de las ideas y las concepciones que uno tenga presentes", escribe el autor sobre su producción. Una crítica germana apunta: lo suyo es un "teatro enfático, fanáticamente histérico y teórico; un teatro de los cortocircuitos intelectuales y del exacerbamiento intelectual".
Por ahí va la cosa. Tomemos una página de la versión castellana de SEX según Mae West . La sexta, ya que hoy es el día seis. Ahí se dice: "Yo, de alguna manera, no me puedo observar al vivir tan bien como al comprar. Entonces prefiero comprar sentimientos, y cosas así, o vivencias y cosas así, y entonces veo de alguna manera mejor lo que estoy haciendo. ¡Cuando estoy comprando! Y ésa es, sin duda, una revolucionaria idea comercial".
El texto lo dicen tres mujeres, tres prostitutas, pero podría ser una sola (o, definitivamente, una sola que está desdoblada). Las quince páginas siguientes tienen igual tono. Pollesch es un verborrágico que "vomita" durante una hora y media un texto engorroso, efectista, de fuerte contenido político, abrumador, controvertido, vertiginoso. Un teatro de ideas en el que, al rato de estar escuchando, las palabras pueden transformarse en un ronroneo lejano a cargo de tres desbocadas que no paran de gritar. El resultado es algo parecido a un extraño y atractivo distanciamiento. Claro que cuando el espectador está al borde del mareo, Luciano Cáceres, muy inteligentemente, para la pelota y hace cantar a las actrices: "Parole, parole, parole", aquel tema de Mina. Así quiebra, oxigena, subraya e ilumina el discurso de Pollesch. De alguna manera, lo manda a callar porque está harto de escucharlo.
SEX según Mae West , según Luciano Cáceres, es una atractiva experiencia disparadora de sentidos, de imágenes, de conceptos que quedarán flotando en algún lugar del inconsciente esperando su momento para ser digeridos. Pero es más que eso.
SEX según Mae West, según Luciano Cáceres, es un estupendo mecanismo de engranaje en el cual las tres actrices -Edeth Enright, Dolores Ocampo y Cecilia Rainero- son perfectamente funcionales a la idea del director. Pero no están solas. Héctor Bordoni es el único hombre en escena que hará de sí mismo como si fuera el procedimiento de un biodrama (igual mecanismo aparece al comenzar la obra, cuando los intérpretes son entrevistados por Osvaldo Bazán en un video introductorio). Héctor casi no habla, casi no tiene opinión, casi ocupa el papel de las mujeres en las reuniones "dominadas" por los hombres. Hay otro hombre por ahí: un apuntador con pinta (sólo pinta) de sadomasoquista.
Toda la obra, aun las escenas que transcurren en lugares ocultos a la visual del espectador, será captada (con algunas deficiencias en el audio) por los camarógrafos Agustín Garbelloto y Nacho Rodríguez de Anca. Y todo será proyectado en una enorme pantalla que domina el espacio escénico como si fuera otra posibilidad de desdoblamiento.
¿Que se hace largo? Sí, claro. ¿Que hay momentos en que lo que se conceptualiza es demasiado críptico? También: si hasta una de las actrices confiesa no entender lo que acaba de decir aunque se lo haya explicado el mismo Pollesch cuando estuvo en Buenos Aires. Pero de todo eso se hace cargo el montaje. Y ahí es cuando SEX según Luciano Cáceres gana a puro vértigo.
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