domingo, 23 de mayo de 2010

Roy Lichtenstein: El verdadero padre del pop

Roy Lichtenstein

El arte contemporáneo tiene un antes y un después a partir de su obra, puede verse una inmensa retrospectiva en la Triennale di Milano. Se trata de Motiviations of art. En cuanto a la exhibición , la ciudad ya la llama la muestra del año.

Por Cristina Civale

Es mi artista favorito. Soy tan fanática de él como podría serlo de Billie Holliday o Nina Simone. No tengo dinero para comprarme una de sus obras, muchas de ellas ya fuera del mercado y pertenecientes a colecciones privadas o de importantes museos. Soy tan fan que hace años me hice pintar un biombo con su obra We Rose up slowly, donde una pareja está a punto de besarse, en un gesto blanco hollywodiano. A Lichtenstein no le hubiese importado nada esta copia casi perfecta que hizo el artista Gastón Parson, quien murió muy joven en el atentado de la AMIA.

Guardo ese biombo como un homenaje también a mi joven amigo asesinado. La obra tiene un poema que dice: “Nos levantamos lentamente, como si no perteneciésemos ya al mundo exterior, como nadadores en un sueño sombrío… no necesitamos respirar…” Y no le hubiese importado nada porque la copia es para él la esencia del arte.

Así es, el arte contemporáneo tiene un antes y un después luego de la obra de Roy Lichtenstein (Nue-va York 1927-1997), del cual puede verse una inmensa retrospectiva en la Triennale di Mi-lano. Se trata de Motiviations of art y puede visitarse hasta finales de mayo. Su trabajo forma parte de una tradición que se inscribió en la historia del arte y que dio lugar al posmodernismo. Lichtenstein fue el primer artista, mucho antes que Andy Warhol, que desarrolló una teoría estética que proponía transformar una copia en una obra original.

Empleaba imágenes tomadas de revistas y libros a través de una técnica de impresión tipográfica ya que pretendía que su trabajo tuviese el aspecto de una obra anónima. Al principio, copiaba, con pequeños pero significativos cambios, reproducciones de trabajos tomadas de fuentes impresas, las proyectaba en una pantalla gigante sin ninguna clase de claroscuro y así las pintaba.

Lo de la huella anónima no lo consiguió. Es imposible no reconocer inmediatamente una obra suya. Su fascinación por el comic lo delata, sus rostros siempre iguales pero cada vez ligeramente distintos, jóvenes y de proporciones clásicas, una paleta de colores clavada en el amarillo, el rojo, negro, blanco y el azul y sus trazos planos hacen de todo ese corpus un sello inconfundible y único.

Pinturas, dibujos, collages y esculturas y más cien obras de gran tamaño invaden el edificio de la Triennale di Milano en Viale Alemagna 6 bajo la exquisita curaduría de Gianni Mecurio, también responsable de las retrospectivas recientes de grandes artistas contemporáneos como Basquat y Warhol, parientes en su concepción del arte de Roy Lichtenstein.

Nuevamente, Mercurio hace una investigación exhaustiva y convierte a la muestra en un viaje tan inolvidable como exquisito.

“Nosotros pensamos que la generación anterior intentaba alcanzar su subconsciente –dijo una vez Roy- mientras que los artistas pop intentamos distanciarnos de nuestra obra. Yo deseo que mi obra tenga un aire programado e impersonal, pero no creo ser impersonal mientras la realizo”.

Sus primeros trabajo fueron de estilo expresionista abstracto, pero después de 1957 comenzó a experimentar con imágenes tomadas de los cómics que había en los papeles de envolver chicles, libremente interpretadas, mezcladas con imágenes sacadas de los cuadros del Lejano Oeste de otro artista estadounidense, Frederic Reming-ton.

A partir de 1961 se dedicó por completo a producir arte mediante imágenes comerciales de producción masiva.

Sus historietas de cómics, como Good Morning, darling, son am-pliaciones de los personajes de los dibujos animados, reproducidas a mano, con la misma técnica de puntos y los mismos colores primarios y brillantes que se utilizan para imprimirlos, constituyendo así parte del ADN de su creación.

Sus últimas obras, entre las que están las reproducciones de personajes muy populares de la novela rosa, paisajes estilizados y copias de postales de templos clásicos, muestran la influencia de Henri Matisse y Pablo Picasso.

También sus esculturas recrean los efectos de los cómics.

En 1993 el Solomon R. Guggenheim Museum de Nueva York expuso una retrospectiva de su obra que viajó por casi todo el mundo y fue la primera vez que su obra cruzó el océano.

En cuanto a la exhibición de Milán, la ciudad ya la llama la muestra del año, es la primera de estas proporciones que se realiza del artista neoyorquino, sinónimo de arte pop.

La exposición, dividida en cinco recorridos temáticos, propone descubrir las facetas menos conocidas del artista. Empezando con sus creaciones de los años 50, época durante la cual revisita y reinterpreta pinturas medievales de varios artistas, de William Ranney hasta Paul Klee y Pablo Picasso, abriendo las puertas a la abstracción en Europa.

Otras obras mezclan figuras que van desde el arte moderno europeo a la historia y la cultura de los indios de América y del Wild West con cowboys y conquistadores. Es durante la década de los años 60 que Lichtenstein define su estilo y su expresión plástica. Empezó a inspirarse en las obras de tales maestros del arte como Matisse, Cézanne, Mondrian, y Dali.

Meditations of art propone volver a recorrer la evolución artística de uno de los padres del Pop Art, una manera fascinante de viajar a través de los mayores movimientos de la vanguardia europea –Cubismo, Expresionismo, Futurismo, Mininalismo- y de admirar el arte popular.

Hay quienes se preguntan qué tiene de talentoso representar personajes de comics o paisajes con puntitos, líneas negras anchas y colores primarios –parecidos a esos que se encuentran en libros infantiles para rellenar- en tamaño grande. Para entender la postura de este artista, nada más directo que pensar en Warhol y en sus dichos sobre la obra de arte en la época de su reproducibilidad.

“El arte es vida, consumo, reproducción en serie y sobre todo, debe ser popular, es decir debe estar al alcance de todos”. Si bien no lo está por cuestiones de mercado, sí lo está desde su comprensión. Para apreciar y entender estas obras no hace falta una manual, una Biblia o un texto sesudo sobre historia del arte o sobre nada en particular. Sólo hay que pararse frente a ella y admirar su belleza simple. Es lo que hago cada día con mi biombo y cada mañana se lo agradezco a Roy.

Fuente: Asterisco

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