BUENOS AIRES.- Gran expectación por la reapertura del 24 de mayo:
La sala brilla levemente con la luz apagada. Al encenderse la araña, el gran Colón parece haberse vestido de fiesta, pero sin estridencias. La restauración fue realizada de manera que se mantuviera la elegancia clásica, sin exagerar los dorados ni hacer explotar los colores. En dos semanas más, el teatro mostrará su nuevo esplendor.
Juan Antonio Muñoz H. Desde Buenos Aires
El Colón dejó de ser sólo un teatro. Tal vez nunca fue solamente eso, pero hoy está convertido en emblema, en estandarte de lo que se espera sea la restauración no ya de una de las salas de ópera más importantes del mundo, sino que de un país. El alcalde de Buenos Aires, Mauricio Macri, jefe de gobierno de la ciudad y líder de una tenaz oposición a la actual Presidencia de Argentina, lo expresa con claridad: "Si somos capaces de recuperar el Colón, seremos capaces de recuperar el país", dijo en entrevista con "El Mercurio".
Ya en 2008, cuando se celebraron los cien años del coliseo, Macri dio la pauta: "Entiendo la música como herramienta para que los seres humanos se escuchen". Su idea es la que defienden las más de 500 personas que diariamente trabajan, a un ritmo veloz, para que todo esté a punto el lunes 24 de mayo cuando una velada social y política vise los trabajos que desde el año 2006 se realizan al interior de este teatro, uno de los más grandes del mundo entre los antiguos, por sobre las dimensiones de la Scala de Milán y la Ópera de Viena, y señalado por los artistas y el público como la mejor acústica de una sala de ópera.
El célebre director Erich Kleiber (1890-1956), quien durante años estuvo al frente de la dirección musical del Colón, da la pauta de qué es lo que se ha querido conseguir: "La rutina y la improvisación son los dos enemigos mortales del arte", dijo, y sus palabras resuenan hoy como si fueran la consigna que anima una dedicación absoluta por alcanzar la perfección en esta tarea titánica. Seguramente él mismo controla que las cosas lleguen a buen puerto: "Cuando muera, estaré en esa araña vigilando todo lo que pasa", señaló, refiriéndose a la lámpara de 5 toneladas, 7 metros de diámetro, 700 ampolletas y costosa obra de cristal cincelado y bronce bruñido que ilumina ese espacio oscuro donde los espectadores proyectan sus fantasmas mientras se desarrolla la acción sobre la escena. Los trabajos sin duda están adelantados, aunque es difícil que para el 24 hayan desaparecido todos los andamios del exterior y se hayan finiquitado las obras en la Plaza Estado del Vaticano (adyacente al Colón por calle Toscanini). Tampoco estará resuelta la disputa en torno al nombre de esa plaza, que algunos han pedido lleve el nombre de Alberto Ginastera (autor de las óperas "Bomarzo", "Don Rodrigo"), el compositor argentino más importante.
Tradición y alta tecnología
En 2006, cuando se cerró el teatro, éste se encontraba comprometido en su estado general y en condiciones de riesgo por la interacción compleja de una multiplicidad de causas. Entre otras, las adversas condiciones del entorno, las exigencias del intenso uso de sus instalaciones y la obsolescencia tecnológica. "También había una escasa conciencia sobre el valor de los monumentos heredados y faltaba una adecuada política de conservación del recurso físico de valor patrimonial en nuestro país. Nuestra propuesta quiere revertir integralmente esta situación de degradación e inadecuación material, funcional y estética", dice Daniel Chaín, ministro de Desarrollo Urbano, quien se emociona relatando los minutos que se han vivido al interior del Colón en estos años. "De pronto pensamos que el trabajo era imposible, pero cada paso se ha dado con cuidado y hemos logrado tener esta maravilla a disposición otra vez", agrega y define la obra como "una mezcla perfecta de high tech y respeto por la tradición. No es sólo una restauración; también hemos hecho una actualización tecnológica de primer nivel".
El llamado "artificio creciente", que comporta todo gran teatro de ópera y que prepara la imaginación para pruebas supremas, tendrá algunas características diferentes, pero no brutales, para los habituales del Colón. No sucederá lo mismo que ocurrió en Roma después de la restauración de la Capilla Sixtina.
El arquitecto Garnier aplicaba a su casa de ópera en París la idea del "artificio creciente", concepto que explicaba cómo la sala iba aumentando en pliegues y voluptuosidad del imaginario a medida que se entraba a ella. Desde la calle a la butaca, de platea o de palco. Tal artificio se coronaba en el escenario, donde, al alzarse el telón, la ficción era completa. Esa ficción en aumento desde el ruido de la calle a la butaca y de ahí al espectáculo ahora será renovada; las nuevas generaciones estarán ante un teatro recuperado. No sólo en lo que respecta a patrimonio y tradición arquitectónica, sino también en cuanto a tecnología.
La sala ahora brilla levemente estando la luz apagada y al encenderse la araña, el gran Colón parece haberse vestido de fiesta, pero sin estridencias. La restauración fue realizada de manera que se mantuviera la elegancia clásica de la sala, sin exagerar los dorados y sin hacer explotar los colores. "El teatro nunca fue brillante; al revés, su característica principal es el predominio de los tonos pastel. Los dorados, desde siempre tuvieron esa pátina que da el tiempo, lo que enfatiza su señorío y distinción", explica Cecilia Scalisi, asesora del Ministerio de Cultura.
La experiencia del Colón 2010 muestra rojos más juveniles y han despertado algunos turquesa dormidos, como se observa en particular en las telas pintadas que coronan el cielo raso del Salón Dorado.
Sucede que la pátina del tiempo -una mezcla de años, contaminación, suciedad natural, descuido, falta de presupuesto y de mantenimiento- hacía décadas que ocultaba el valor de los tonos originales de tapices y cubiertas de la más célebre casa de ópera de América Latina. El look envejecido se había convertido en una suerte de carácter inventado del Colón pero no propio. Quienes visitaron más de una vez la sala durante los 80 y los 90 pudieron darse cuenta del real estado de pinturas, vitrales, pisos y alfombras.
Hoy todo eso está impecable. Las alfombras en perfecto estado, las porcelanas del piso del hall de acceso milimétricamente emplazadas (se mandó construir una fábrica para elaborar cada pieza porque la antigua, inglesa, ya no existía) y el patio de butacas luce la cómoda amplitud de siempre.
Adiós a los "rojos sangre de dragón"
En términos de seguridad, los avances son notables. Por ejemplo, en caso de incendio, basta un solo golpe para abrir todas las cortinas del teatro y así permitir la salida de la gente. El material de cortinas y de las felpas es ignífugo, y 430 mil litros de agua están listos para cualquier emergencia. También se cuenta con una enorme sala subterránea nueva, bajo la Avenida 9 de Julio, destinada a permitir ensayos de ópera aunque haya función en la sala principal.
También hubo que solucionar otros aspectos, como apuntalar los subsuelos, dotar de agua caliente los camarines del ballet, mejorar la seguridad. Todo, sin contar con planos ni documentos del edificio histórico. En muchas cosas, hubo que partir de cero.
Fueron restauradas las cubiertas de zinc en el techo, las liras que adornan la cumbrera y los pararrayos. También los magníficos vitrales franceses: el de la cúpula octogonal sobre el gran hall del foyer, el vitral plano sobre el Salón de los Bustos y las composiciones que decoran las escaleras laterales. Fue necesario habilitar un taller en el edificio para no sacar los vitrales fuera del Teatro. Algunas piezas hubo que volver a hacerlas y fueron reproducidas fielmente, "respetando la proporción de óxidos para lograr tonos y modelados de acuerdo a los originales".
También se concluyó el reacondicionamiento del Centro de Experimentación del Teatro Colón, ubicado justo debajo del foyer. Se construyeron baños y guardarropas de público, con comodidades para discapacitados; camarines, oficinas y servicios para el personal; se adecuó la sala en términos tecnológicos.
En la caja escénica se ejecutaron los siguientes proyectos: nuevo sistema de control de la máquina escénica; iluminación de emergencia; modernización del telón cortafuego; reparación y mantenimiento de la maquinaria escénica. El escenario fue totalmente modernizado en términos técnicos, conservando su pendiente del 3% y su disco giratorio, pero buscando darle mayor profundidad y mejorando su conectividad con sectores del teatro como talleres y camarines.
El 24 de mayo, definitivamente, habrá menos borgoñas y rojos "sangre de dragón" en el Colón de Buenos Aires. La sala será más clara incluso en la boca misma del escenario. Y ahí estará, como siempre, el legendario telón de boca, restaurado, que se pondrá en la sala cada vez que haya una fiesta importante. El resto del año, un telón firmado por los artistas Guillermo Kuitca y Julieta Ascar, quienes ganaron con su proyecto, estará en ese lugar.
¿Restaurar el Colón o traicionar a la patria?
US$ 78 millones fueron invertidos en esta enorme empresa y a nadie le complica la cifra. La explicación es sencilla: esto es parte esencial de Argentina. Lo ratifica el ministro de Cultura, Hernán Lombardi: "Buenos Aires es una ciudad cosmopolita sobre todo en lo cultural y particularmente en lo musical, y el Teatro Colón es un símbolo de la identidad de Buenos Aires, de su apertura al mundo".
En 2007, la entonces ministra de Cultura, arquitecta Silvia Fajre, también lo expresaba con naturalidad: "El patrimonio es una huella que el conjunto de la sociedad va dejando a las generaciones futuras como sello de identidad, como espejo en el que nos reconocemos en lo que somos, hemos sido, y si lo sabemos preservar, influir en lo que seremos". De tal manera, descuidar el patrimonio resulta para Argentina algo así como traicionar la patria. Tan simple y rotundo es el juicio.
Cuando en 1996 René Jacobs montó "La Coronación de Popea" (Monteverdi) en una puesta señalada como legendaria, subía a menudo a Paraíso (la localidad más alta del teatro) y le pedía a su laudista que tocara desde el foso el pianísimo más sutil. Estaba maravillado con poder hacer música barroca en un teatro de dimensiones tan enormes como las del Colón.
Para muchos, ésta es la sala de ópera con mejor acústica el mundo . Asegurarlo es difícil, pero sin duda está entre las mejores. Intentar explicar a qué se debe esta condición es tarea casi imposible, pero hay algunos factores: el tipo de materiales estructurales y su disposición; la forma de herradura; los hombros estrechos de la boca del escenario; el equilibrio de la distribución de maderas, yesería, tapices, cortinajes y alfombras. Gracias a esto pareciera que el sonido llega a cada espectador de manera personal. El tiempo de reverberación es el justo para la voz humana, la calidad de los graves en la sala ha sido calificada de "insuperable". Como en este proceso de recuperación el recinto ha debido ser desnudado y no se quiere perder por ningún motivo el sonido original, al comenzar el trabajo se hizo una medición acústica de alta precisión y, a medida que algunos elementos comenzaron a ser retirados (cortinas, butacas, alfombras), se fueron haciendo pruebas sucesivas. Una vez que la sala comience otra vez a ser vestida, se irán tomando nuevas mediciones hasta obtener el justo punto inicial. Los responsables de las obras dicen que la acústica está perfecta, pero no es posible saberlo sin escuchar antes un concierto o una ópera en la sala.
La atractiva temporada 2010El 24 de mayo, anticipando un día para no superponerse con los festejos nacionales, se presentará un programa especial de ópera y ballet con todos los cuerpos estables. El espectáculo comenzará a las 20:30 horas con el III acto de "El lago de los cisnes", de Tchaikowsky, y el II acto de "La Bohème", de Puccini, bajo la batuta de Stefano Ranzani. La joven soprano argentina Virginia Tola cantará el papel de Mimí de "La Bohème" que, con régie de Hugo de Ana, subirá completa al escenario desde el miércoles 26 de mayo. El chileno Freddy Varela será el concertino desde el 24 de mayo.
La ópera contempla títulos como "Don Giovanni" (Mozart), en la producción del Teatro Municipal de Santiago diseñada por Michael Hampe; "Manon" (Massenet), en producción de la Scottish Opera; "Katia Kabanova" (Janacek); un programa doble con "Una tragedia florentina" (Zemlinsky) y "Violanta" (Korngold), y "Falstaff" (Verdi).
Entre los conciertos destaca la presentación en agosto de la Scala de Milán con "Aida" (Verdi); la serie de nueve sinfonías de Beethoven con Daniel Barenboim , y las actuaciones de los pianistas Jean-Yves Thibaudet, Ivo Pogorelich y Andras Schiff.
En el ballet, los títulos principales son "Manon", con coreografía de Kenneth MacMillan en producción del Teatro Municipal de Santiago; "El Corsario", y "La bayadera". Hasta el 23 de abril se vendieron los nuevos abonos y se supone que a partir del 17 de mayo estarán a la venta las entradas sobrantes. También se puede comprar por internet en www.tuentrada.com.
Fuente: El Mercurio
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