A SALA LLENA. El escritor y músico leyó textos y dio un recital para presentar su popular serie Natacha.
El escritor y músico Luis María Pescetti entregó los premios Vivalalectura 2010 de Fundación Santillana.
Hay una cola gigante para entrar a la sala Jorge Luis Borges. Tan larga que sale del pabellón azul y se desparrama por el patio exterior.
Hay, a lo largo de ella, un bullicio constante y finito que proviene de las voces de los chicos, que están en la Feria del Libro para para escuchar a Luis María Pescetti, uno de los escritores infantiles con mayor convocatoria de la Argentina. Y los acompañan entusiasmadísimos mamás, papás, hermanos mayores, abuelas, abuelos y maestras.
La sala se colma enseguida, con sus 500 sillas ocupadas y varios pequeños lectores sentados en el piso, a los que las organizadoras les piden, a tono con la ocasión, "una cola para atrás". Y entonces Pescetti, que vino a la Feria con la excusa de presentar su vendidísima serie Natacha (Alfaguara), y más tarde, de presidir el jurado que entrega los premios Vivalalectura 2010, propone implícitamente algo mejor: lectura y juegos.
Alterna fragmentos de sus libros Frin, Nadie te creería, Te amo, lectura y Enciclopedia de las chicas perla; actúa, se sirve de onomatopeyas y de la burla de sus propios errores, que disparan la risa del auditorio entero. La audiencia entera está atenta al autor, que se declara "el primer emocionado de todos" ante la masividad y el afecto de sus seguidores.
Pescetti habla de El Principito, de Tom Sawyer y de la caca, y canta para y con su público algunas de las canciones de sus discos, protagonizadas por un aldeano, por una ballena y por un pelotón.
Y los 500 que allí están, que a esta altura son todos niños incluso el fotógrafo que sobre el escenario se ríe mientras retrata lo que pasa en la sala entera se mueven, saltan, se molestan entre ellos, van para un lado, vuelven para el otro y cantan a los gritos.
Están entre ellos 19 chicos de quinto y sexto grado de la escuela 14 de Alberti, provincia de Buenos Aires, a quienes les costó 200 kilómetros y 1700 pesos llegar hasta la Feria. Vendieron trufas, ensaladas y rifas, y ahorraron todo lo que habitualmente gastaban en golosinas para venir especialmente a la charla del autor de las aventuras de Natacha, cuenta Ana Laura Duhalde, una de sus maestras.
Termina la función, más de una hora después y con varias súplicas de bises incluidas. Y los que desde afuera ven salir al malón preguntan: "¿Qué había acá adentro?". Permiso para reírse de los mocos, para bailar, y para ser un pequeño lector.
Más tarde, y más serio, Pescetti entregó los cheques a las labores solidarias de incentivación de la lectura que ganaron este año el premio Vivalalectura de Fundación Santillana. Para él, dijo, fue "un privilegio para él haber compartido y haber podido acceder a las experiencias de lectura" de tanta gente en todo el país.
Fuente: Revista Ñ
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